CAPITULO 6

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El jueves después de clases, teníamos el examen de deportes, una prueba de resistencia que, en teoría, no debería ser tan complicada. Llegué al gimnasio y vi a Lola y Carla hablando cerca de las gradas, me acerqué a ellas, tratando de mantenerme relajado.

—¿Listo para correr como si nos estuvieran persiguiendo perros con rabia? —bromeó Lola, intentando aliviar un poco la tensión.

—Sí, listo es una forma de decirlo —respondí, sonriendo.

Poco después, Lucas llegó al gimnasio y me saludó levantando la cabeza antes de unirse al grupo. Me alegraba verlo. Desde que empezamos a estudiar juntos, había notado que su presencia me tranquilizaba un poco.

—¿Cómo va? —preguntó Lucas mientras se acercaba—. Todo listo para el examen, ¿no?

—O algo así —dije con una pequeña sonrisa.

El profesor llegó, explicó la prueba, y rápidamente nos dividió en grupos. El objetivo era sencillo: una carrera de resistencia, no era cuestión de velocidad, sino de mantener un buen ritmo durante varias vueltas al gimnasio. Sabía que sería un desafío, pero no imposible. Nico, que se encontraba en el mismo grupo que yo. Lo vi desde lejos, rodeado de su grupo de amigos, riéndose como si nada importara.

Nos alineamos en la pista, listos para comenzar, al principio, todo fue normal, mantuve mi ritmo, concentrado en la respiración y el movimiento de mis piernas. Lola corría a mi lado, mientras Lucas se encontraba un poco más adelante. La primera mitad de la carrera fue bien, el cansancio comenzó a aparecer, pero estaba decidido a mantenerme firme. Fue en la cuarta vuelta, cuando todo cambió, justo cuando creía que podría terminar la prueba sin problemas, sentí cómo alguien corría demasiado cerca de mí. Intenté concentrarme en lo mi, pero de repente sentí un golpe fuerte en el costado izquierdo, fue un empujón, uno que me desequilibró completamente y en cuestión de segundos, perdí el control y caí al suelo con fuerza, golpeándome el brazo y torciendo el tobillo.

—¡Valen! —escuché a Lola gritar, pero antes de que pudiera reaccionar, alguien más intervino.

Lucas, que había visto todo desde el frente, se detuvo de inmediato y corrió hacia mí, pero antes de llegar a donde yo estaba, se giró hacia Nico que seguía corriendo como si no hubiera hecho nada.

—¡¿Qué mierda hacés, Nico?! —gritó Lucas, con voz firme y llena de indignación.

Nico lo miró con una sonrisa burlona, como si no hubiera hecho nada importante.

—¿Qué decís, flaco? Fue un accidente —respondió Nico, alzando las manos en un gesto de inocencia fingida.

Lucas no se creyó lo del accidente. Se acercó un par de pasos más, pero mantuvo la calma. Aunque sus ojos estaban llenos de rabia contenida.

—No fue un accidente, lo empujaste a propósito, lo vimos todos. Sos un tarado —dijo Lucas, sin perder el control.

Nico se encogió de hombros, claramente no quería meterse en una discusión más grande, pero tampoco parecía arrepentido. Él simplemente sonrió de lado y se dio vuelta, volviendo con su grupo. Mientras tanto, Lola y Carla ya estaban a mi lado, ayudándome a levantarme, el dolor en mi tobillo era intenso. No podía apoyarlo sin sentir una punzada aguda.

—¿Estás bien? —preguntó Lola, con una mezcla de preocupación y rabia en su mirada, claramente molesta por lo que acababa de pasar.

—No... me duele el tobillo —respondí, respirando con dificultad. Intenté levantarme con su ayuda, pero no pude ponerme de pie sin sentir que el dolor aumentaba.

Lucas se acercó rápidamente y me ayudó a sostenerme.

—No lo fuerces, Valen —dijo Lucas, con una voz más calmada, aunque todavía se notaba la tensión en él—, tenemos que llevarte a la enfermería.

EL DIARIO DE VALENTIN: EL CAOS DE SER YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora