III

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Te prometo que el final es siempre el mismo, que no importa cuanto lo intentes, o la persona en la que te has convertido cuando miras la luna. A fin de cuentas, todo da el mismo resultado, y si ese es el orden de las cosas ¿Para qué ser bueno? ¿Qué más da si ya estoy condenado? ¿Qué importa si soy mi propia cadena, mi atadura, mi enfermedad?

Bloom caminó por los pasillos de la universidad buscando su ultima clase del día. Había tenido que hacer un viaje de emergencia a la farmacia aquella mañana, porque al parecer, su cuerpo había decidido terminar de joderlo. La empleada de la farmacia le había mirado con curiosidad, le dijo que, si verdaderamente su celo se había adelantado, debería hacerse también una prueba de embarazo.

Pero como Bloom sabía perfectamente que una felación no era suficiente para concebir un bebe, se abstuvo, lo que no entendía era su estúpido ciclo hormonal. Su último celo había pasado hace muy poco tiempo, y no era normal que se sintiese así. Se preguntó por un momento si quizá seria algo causado por la presencia de William, pero aquello no tenía el más mínimo sentido. No había ningún tipo de conexión entre ellos como para que le afectara tanto, algo así no le había sucedido ni siquiera con Julian.

Decidió ignorar el tema el resto del día. El supresor funciono de maravilla después de inyectado, y eso le permitió relajarse un poco más. No podía seguir perdiendo la cabeza como lo había hecho ya. Suficiente iba a tener con ver a William de reojo de ahora en adelante. De repente se le venían imágenes de William desnudo, frente a él, en todo su esplendor. Quizá no era tan feo, y no era...brusco, o invasivo. Bloom jamás había recibido ese tipo de trato, como si el alfa fuese a morirse si Bloom dejaba de tocarlo.

Recordó sus gruñidos, aquellos sonidos agradables que había hecho mientras Bloom lo tenía en su boca. Era bastante divertido, pero desde esa mañana ya no sabía como sentirse. No había culpa, y ciertamente, no había miedo. Quizá su trauma estaba superado, pero aún se encontraba a si mismo eludiendo el contacto de todas las personas a su alrededor. Escuchaba los sonidos de la pizarra, aún retumbaba en su cabeza el espantoso sonido de las bofetadas de Julian. Podía sentir su mandíbula desencajada.

Y sentía terror hasta que estaba cerca de William, y por horrible que fuese, tal vez todo lo que quedara por hacer sería reconocer ese hecho como algo real.

No tengo miedo de William, pero cuando me toca no siento nada. Es como si una pluma me rozara, no hay intensidad, ni fuego. Es verdad que su beso me removió, pero ¿Qué más hay? ¿Sera quizá, que después de conocer el dolor de los golpes, no soporto la suavidad de las caricias? ¿Acaso pasare la vida entera buscando la guerra?

Aquella tarde se permitió escuchar a Dan con sus problemas amorosos y luego partió de nuevo hacia su dormitorio, se sorprendió en el pasillo al darse cuenta de que William no estaba solo. La puerta se encontraba abierta y escuchaba el sonido de un par de voces.

Dentro de la habitación, William estaba arrodillado buscando algo en una caja de herramientas, y en la puerta, se encontraba una chica que Bloom reconocía perfectamente. Era una de las trabajadoras del servicio social de la universidad, y como su oficina se encontraba en aquel bloque, Bloom se cruzaba con ella de vez en cuando.

No era demasiado mayor, y quizá tampoco fea, solo aburrida y sosa. Bloom la observó de arriba abajo y la muchacha le devolvió el gesto, sonriendo.

William no pareció notar su presencia.

—Sabía que tenía uno de estos, solo tienes que intercambiarlo y debería dejar de hacer corto.

Entonces ella sonrió, pero al alzar la mirada, William se concentró en Bloom de inmediato, que lo miraba con los brazos cruzados.

Nuestro encuentro con la luna ⌠Omegaverse⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora