III

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En la pesadilla en la que se ha convertido mi vida, un monstruo me arrancó la carne, la piel, el hueso del hombro. En esta horrible oscuridad, veo su boca llena de mi sangre y soy incapaz de detenerlo. Sonríe, y yo he querido sonreír con él, finalmente esta pasando.

Aunque estoy atrapado en mi cuerpo, no puedo respirar, me ahogo. Me limito a observarlo todo con detalle. Tiene los ojos negros, y la sangre...la sangre, el olor a azufre que emana de su boca, la horrible sensación de que estoy siendo engullido por algo.

No puedo abrir los ojos, no puedo mover las manos, me duele la cabeza, el corazón, me duelo a mi mismo. Estoy desconfigurado, metido en un cascaron que desprecio con todas mis fuerzas. El monstruo sigue sonriendo, lleva mi carne en la boca, me toca todo el cuerpo sin que yo pueda hacer nada más que mirar.

Y cuando ha terminado conmigo, entonces grito.


Aquello que termino por despertar a Will, no había sido un simple grito de terror. Era un alarido, un sonido tan espantoso, que cuando el alfa se acercó a la cama de Bloom, se sorprendió de que no tuviera la garganta hecha pedazos. El muchacho se removía de un lado a otro, se sostenía la cara, aterrado. Negaba, susurraba cosas incomprensibles.

De repente, Will se olvido de que probablemente era de madrugada, que había dormido poco, no le intereso en lo más mínimo que interrumpiera su sueño, y por primera vez, observo a Bloom con compasión.

El omega temblaba, sentado en su cama, seguía diciendo incoherencias.

—No me...no. No quiero.

Will se arrodilló frente a su cama. Jamás había visto a nadie con la mirada tan perdida, con los ojos tan llenos de miedo.

—Bloom —le llamó.

Nada parecía sacarlo de su ensoñación, pero según lo que podía intuir, estaba despierto. El más pequeño no respondió.

—No te me acerques —dijo sin mirarlo. Will presentía que aquellas palabras no estaban dirigidas a él. Faltaba aquella emoción que lo hacia tan fastidioso, aquel tono de voz lleno de superioridad, sus palabras eran como sonidos que el viento se ha llevado. Cosas que nadie nunca podrá entender.

—Era una pesadilla, ¿verdad?

Bloom seguía sin mirarlo. William pensó que quizá lo mejor sería dejarlo ser. Pero estaba genuinamente asustado, y no le gustaba verlo así, podía soportarlo mientras fuese aquel chiquillo insolente y molesto, pero detesto de inmediato aquella expresión aterrorizada.

El omega asintió. Parecía que poco a poco recuperaba algo del sentido. No le miraba, no a los ojos, como acostumbraba, seguía con la mirada clavada en la puerta de la entrada, que estaba a oscuras. Se tocaba frenéticamente el cuello, los hombros, como si buscara algo que se le había perdido en su propia piel.

—No está —volvió a murmurar, y lo que sea que buscara, estaba mejor perdido. La realización lo hizo suspirar de alivio. Seguía estando pálido, más de lo normal. Will continúo arrodillado frente a la cama, sin saber que decir.

—¿Estas bien? —se atrevió a preguntar.

Esta vez, Bloom volteo a mirarlo. Pero Will deseo que jamás lo hubiese hecho. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Hubo algo en aquella imagen que toco una parte de si mismo que jamás había sentido. De repente quiso removerlo todo, correr a otro lugar, tomar dos copas de vodka, esconderse. Sintió algo profundo y aterrador al verlo así, tan vulnerable. Como si necesitara todos los cuidados del mundo.

Nuestro encuentro con la luna ⌠Omegaverse⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora