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Bloom se despertó al día siguiente con la cabeza hecha un desastre. Detestaba tomar alcohol porque siempre sufría de una resaca espantosa, se despertó también con fragmentos de la noche anterior, pequeños detalles que se dejaban entrever poco a poco.

¿Alguna vez has querido arrancarte la piel solo para ver si por dentro te estas pudriendo? Si todo lo que queda de ti es carne descompuesta y tejidos necrosados. Huesos rotos, materia gris desperdigada en una cascara que hace un sonido espantoso al tocarle. ¿Lo has pensado? Yo sí, cada mañana en la que me despierto de nuevo. Me gustaría abrirme, quitarme el dolor desde adentro y no volver a sufrir jamás.

Aquella mañana, sin embargo, no tenía tanta suerte. Estaba metido en sus propios pensamientos cuando recordó la mayor parte de todo, pero fue al mirarse al espejo del baño que todo cobro sentido. Tenía una herida en el labio. Apenas perceptible, una diminuta dentada que adornaba su labio inferior.

Y fue allí que todo volvió de golpe.

Bésame.

Y él me besó.

Se había besado con William James, y peor aún, se habían besado porque Bloom se lo había pedido, mirándole a los ojos. Incluso le había dicho por favor. Sintió escalofríos, y una vergüenza y una rabia palpables. ¿Cómo había sido capaz de aquello? Detestaba a William, era su persona menos favorita en todo el mundo, y olía...olía...delicioso.

Tenía que estar bromeando, pero parte de su proceso de terapia consistía en ya no mentirse más a sí mismo, y la noche anterior, quizá no fuese la colonia mas espectacular del mundo, pero William, debajo de todo el tabaco y el tufo a alcohol que le recordaba, en realidad tenia bastante buen aroma.

Yo no debería saber esas cosas. Yo me acurruqué en su pecho, yo lo sentí encima de mí, empalmado. ¿Excitado por mí?

Eso es...

Espero que lentamente llegara su respuesta automática. El horrible picor en la piel, las náuseas, el terror que sentía cada vez que se había atrevido a acercarse a un alfa desde aquella tarde en la que Julian Barker había intentado marcarle a la fuerza. Desde ese día, no soportaba el tacto de los demás. No aguantaba cerca a ninguno de sus familiares, y el ultimo contacto cercano que había tenido con un hombre, había sido un fugaz abrazo que le había dado Caz Derry en navidad. Recordó que había estado a punto de empujarlo lejos. Y sin embargo...se había metido en el cuello de William, le había tocado, por Dios. Le había colocado la mano en la entrepierna, y de la manera más vivida del mundo, lo recordaba perfectamente.

Y era probable que nunca lo olvidara, si no por desagrado, solo por la impresión que le causaba recordar eso. ¿De que habían alimentado a William James para que terminara creciendo de esa manera? Era absurdo. Y había sido aún peor cuando estaba completamente erecto.

Sintió las mejillas enrojecer y se alejo del espejo. Se metió en la ducha y se dio un baño largo, eran apenas las nueve de la mañana de un aburrido domingo, y afortunadamente para él, William no estaba. Se lavo el cuerpo y el cabello con esmero, había comprado algunos productos capilares con la esperanza de que su cabello recuperara, aunque fuese un poco el brillo de nuevo. Se lavó con esmero, pensando que quizá con la cantidad suficiente de agua, se quitaría de encima la sensación de aquellas manos enormes y llenas de callos tocándole la cintura con delicadeza.

Bloom había esperado que quizá, con el tamaño de sus manos, con su manera de moverse y con la brutalidad que lo caracterizaba, terminara lastimándolo, pero no había sido así. Estaba intacto, y nada en su piel se sentía enfermo. No había culpa. Y, sobre todo, no recordaba el miedo.

Nuestro encuentro con la luna ⌠Omegaverse⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora