La semana siguiente fue una mezcla extraña cordialidad e incomodidad entre Bloom y William. Ninguno parecía capaz de sostenerle la mirada por demasiado tiempo al otro, y milagrosamente, habían dejado de tratar de arrancarse la cabeza. Bloom estaba en época de sus primeros exámenes, y se pasaba la mayoría del tiempo metido en su computadora estudiando proyectos independientes. Ahí estaba tranquilo, en medio de números y comandos que no le causaban ningún problema.
Julian le llamó varias veces alrededor de esa semana, pero para el jueves ya parecía haberse rendido y Bloom esperaba que siguiera de esa manera. Ya no tenía energía para lidiar con él, y después de su momento de vulnerabilidad frente a William, lo que menos quería era tener que necesitar su ayuda de nuevo.
Bloom estaba llegando de la biblioteca después de estudiar casi todo el día con Dan. Se sentía exhausto, tenía la mente cansada y estaba empezando a ver borroso. Quizá sería una buena idea chequearse con el médico, pero la idea de otro hospital le aterraba profundamente. Solo quería dormir, tomar quizá un café caliente. Cuando entró en el dormitorio, William no estaba, parecía estar metido en el baño, y Bloom había aprendido ya la lección de no molestarlo mientras se daba una de sus eternas duchas. Sin embargo, después de casi una hora, tenía mucha curiosidad de saber que tanto hacia metido allí.
William James estaba metido en un problema enorme. Uno que ni siquiera el agua fría estaba ayudando a calmar. Había hecho mal sus cálculos, había olvidado tomar todos sus supresores. Sentía la piel ardiendo, la cabeza embotada. Y luego estaba aquel problema que tenía entre las piernas. Deseó durante horas que Bloom no se apareciese por la habitación. Que se quedara mágicamente dormido en el teclado de su computadora y fuera de la residencia, pero eso era un milagro, y William jamás había tenido tanta suerte en la vida.
Antes de siquiera escucharlo entrar, sintió su aroma a metros de distancia. Ya lo reconocía, y aunque no era demasiado especial, le resultaba familiar, y aparentemente, le gustaba, porque su cuerpo había reaccionado de inmediato.
Odiaba a ese niñato con todas sus fuerzas por tener que ponerlo en situaciones de las que él quería escapar. Hasta ese momento, se había desvelado varias veces por él, había golpeado a un sujeto, y le había hecho una promesa. No sueles cumplir tus promesas, Will, pero me arrancaré la piel si vuelvo a dejar que alguien le maltrate.
Sus pensamientos se estaban volviendo erráticos, de repente recordó aquel beso que habían compartido aquella noche que Bloom estaba borracho, recordó el tono suplicante y suave, pensó en sus manos, en lo extremadamente bien que se había sentido cuando le toco.
Pensar en esas cosas no ayudaba, mucho menos cuando el entrometido de Bloom estaba tocando la puerta del baño.
—¿Oye, estás muerto?
Will resopló.
—Todavía no.
—¿Qué tanto haces allí metido? Quiero darme una ducha.
—Vas a tener que esperar.
El sonido de su voz empezaba a sonar lastimero y desesperado. Se preguntó si Bloom lo notaría. Si se daría cuenta por su olor de lo que le pasaba en realidad.
No puedo salir de aquí porque estoy excitado, mojado, y si te tengo frente a mí no se de lo que sea capaz. Deja de hablar, que tu vocecita de niño malcriado me está poniendo más duro aún.
Se imagino lo agradable y satisfactorio que sería escucharlo gemir.
Se agarró la cabeza con ambas manos y profirió una maldición. No podía estarle pasando aquello, no cuando a esa hora todas las farmacias estaban cerradas. Will conocía su celo, conocía lo instintivo y demandante y caliente que se ponía. Maldijo a su naturaleza mil veces por volverlo una criatura tan instintiva.
ESTÁS LEYENDO
Nuestro encuentro con la luna ⌠Omegaverse⌡
RomansaBloom esta huyendo de su pasado y de todo lo que le recuerda a la persona que fue. Sabe de sobra que no sobrevivirá por más tiempo si sigue cometiendo los mismos errores. Pero en lugar de alejarse de su antigua vida, el mundo parece devolverlo siemp...