El olor a desinfectante y el murmullo distante de las máquinas llenaban la habitación, pero Bill apenas era consciente de su entorno. Después de varios días en el hospital, el tiempo había comenzado a difuminarse. Estaba harto. Hartísimo de la luz blanca, del silencio incómodo, y de las miradas de Tom que oscilaban entre enojo, preocupación y algo más... ¿compasión? No lo soportaba.
Jasper había pasado a visitarlo varias veces desde su desmayo, siempre con la misma expresión impenetrable, como si cargara un peso invisible que nunca compartía del todo. "Cuida tus pasos, Abelard", había dicho en una de esas visitas, con esa forma suya de decir las cosas que sonaban a advertencia y consejo al mismo tiempo.
Ahora, sentado en la cama del hospital, Bill miraba por la ventana. Afuera, el mundo seguía girando. El sol se filtraba a través del vidrio, proyectando líneas doradas sobre las sábanas. Por un momento, pensó en cómo sería salir de ahí y simplemente desaparecer. ¿Dejar todo atrás? Cambiar de nombre, de vida, de ciudad.
—¿En qué piensas? —la voz de Tom lo sacó de su ensimismamiento.
Estaba sentado en una silla al borde de la cama, con los brazos apoyados sobre sus rodillas. Llevaba días sin dormir bien, con el cabello revuelto y la barba creciendo desordenada. No se había movido del hospital ni un solo día.
—En irme —respondió Bill, sin mirarlo.
Tom resopló, como si ya esperara esa respuesta. —¿Irte adónde?
—No lo sé... lejos. No quiero estar aquí, no quiero ser "Abelard", ni Bill, ni nada.
Tom se quedó en silencio por unos segundos, como si estuviera pensando muy bien qué decir. Cuando habló, lo hizo en un tono tranquilo, pero firme.
—No puedes escapar de ti mismo, Bill. Por mucho que lo intentes, tus demonios van contigo.
Bill apretó los puños bajo la sábana. Odiaba que Tom tuviera razón, odiaba la sensación de estar atrapado en un ciclo que no sabía cómo romper.
—¿Y qué se supone que haga entonces? —preguntó, con la voz rota, sintiendo la frustración brotar en cada palabra.
—Empieza por dejar que alguien te ayude.
Bill se rió, una risa amarga y sarcástica que resonó en la habitación como una cuchillada.
—¿Ayuda? ¿Y quién va a ayudarme, tú? ¿Un tipo que ni siquiera debería estar aquí? -Tom no respondió de inmediato. Se quedó mirándolo, con esa calma suya que, en lugar de calmar, lo enervaba aún más.
—Sí. Yo —dijo finalmente, con una seguridad que tomó por sorpresa a Bill.
Bill lo miró con incredulidad, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando. —¿Por qué? —preguntó, casi en un susurro.
Tom suspiró, bajando la mirada un momento antes de responder. —Porque me importas más de lo que debería.
La confesión cayó como una piedra en medio de la conversación. Bill sintió que el aire se volvía más denso, como si las palabras de Tom hubieran cambiado algo en la atmósfera de la habitación. Quería responder, pero no sabía cómo. Algo en su interior se revolvía, una mezcla confusa de emociones que no lograba entender del todo.
—No sé si puedo hacer esto, Tom —murmuró, bajando la mirada hacia sus manos y jugando con las mismas.—No tienes que hacerlo solo.
La simpleza de esa frase lo golpeó más fuerte de lo que esperaba. Por un instante, Bill sintió que algo en su interior cedía, como una presa a punto de romperse.
—Me siento... perdido —admitió finalmente, sintiendo el peso de esas palabras.
Tom se inclinó hacia adelante y tomó su mano, apretándola con suavidad.
—No pasa nada. Te vamos a encontrar, Bill. Sea quien sea que quieras ser, vamos a encontrarlo juntos.
Bill asintió lentamente, sintiendo por primera vez en mucho tiempo que tal vez, solo tal vez, había una salida. Y lo más importante, que no tendría que buscarla solo.
[...]
Más tarde esa noche, Jasper pasó una última vez antes de irse del hospital. Bill estaba dormido, y Tom seguía en la silla, observándolo con una mezcla de cansancio y alivio. Jasper se acercó y le dio una palmada en el hombro.
—¿Te quedarás esta noche?
—Todas las que hagan falta —respondió Tom, sin apartar la mirada de Bill.
Jasper sonrió, una sonrisa tenue pero genuina, y asintió.
—Cuidas bien de él, Hank. Eso es bueno. Pero recuerda algo: cuidar de alguien no es lo mismo que salvarlo. Él tiene que querer salvarse.
Tom lo sabía. Claro que lo sabía. Pero también sabía que algunas batallas no se peleaban solo. Y esta, definitivamente, no era una de esas que Bill podía ganar sin ayuda.
Jasper se despidió y salió por la puerta, dejándolos solos en la penumbra de la habitación. Tom recostó la cabeza contra la pared, sintiendo el peso del cansancio apoderarse de él. Pero no le importaba. Allí, en esa pequeña habitación de hospital, con el ruido sordo de las máquinas como único testigo, decidió que, por mucho que costara, no abandonaría a Bill. No ahora, no nunca.
Y aunque Bill aún no lo supiera, ese sería el primer paso para encontrar el camino de regreso a sí mismo.
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𝙼𝚒 𝚝𝚒𝚎𝚖𝚙𝚘 //𝚝𝚘𝚕𝚕/𝚃𝚆𝙲
Fanfiction𝙴𝚗 𝚕𝚊 é𝚙𝚘𝚌𝚊 𝚍𝚎 𝚕𝚘𝚜 80𝚜 𝚞𝚗 𝚐𝚛𝚞𝚙𝚘 𝚍𝚎 𝚊𝚖𝚒𝚐𝚘𝚜 𝚜𝚎 𝚛𝚎ú𝚗𝚎𝚗 𝚢 𝚍𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝚎𝚕𝚕𝚘𝚜 𝚜𝚎 𝚎𝚗𝚊𝚖𝚘𝚛𝚊𝚗.