Capítulo 23: Ganas de no quererte.

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Una vez más, Julián se despertaba en esa cómoda cama de dos plazas que ya se había vuelto más que usual. Su cabeza estaba apoyada sobre la almohada, apenas a unos centímetros de la del morocho que dormía a su lado. 

El cordobés lo miraba mientras descansaba, con los mismos ojos de enamorado que tenía desde el primer día en que lo vio. Quien se hubiera imaginado que ese falso turro que conoció el primer día de clases iba a terminar siendo su compañero favorito de todos los días. Enzo lo hacía sentir seguro, sus brazos tatuados eran como una manta protectora que lo acogían cada vez que lo necesitaba.

Después de varios besos en la mejilla, el bonaerense se despertó y los dos arrancaron el día tomando mates juntos. Primero desde la cama, después mudándose al comedor y con el noticiero de fondo, aunque ninguno de los dos lo estaba viendo. 

Sonó el ruido característico del portero del edificio. Los dos se miraron sorprendidos. ¿Quién podía un sábado al mediodía? 

Enzo hizo una expresión de sorpresa al escuchar la voz por el intercomunicador, pero de igual forma apretó el botón que permitía abrir la puerta de la entrada para que los invitados ingresaran al edificio.

-¿Quién es? -preguntó Julián, sentado con un bóxer blanco y sin remera en una de las sillas, con el mate próximo a su boca.

-Cristian. -respondió Enzo haciendo una mueca de “ni idea” con su boca, antes de que el cordobés pregunte qué hacía el Cuti en la puerta del edificio del morocho.

Después de escuchar el timbre, Enzo le abrió la puerta y el invitado se sumó a la ronda de mates. 

El Cuti se sentó en la mesa, agarrándose la cabeza, parecía tener alguna molestia. Al llevar sus manos a su pelo, Julián vio sus nudillos maltratados, probablemente por los golpes que le había dado a Lautaro la noche anterior.

Cristian levantó la mirada, viendo al otro cordobés a los ojos.

-¿Cómo estás de lo de ayer? -preguntó apoyando los codos sobre la mesa.

Julián suspiró, apoyando el mate que recién había tomado.

-¿Por lo de Lautaro decís? -Murmuró el castaño.

El otro asintió con su cabeza. En la punta de la mesa estaba sentado Enzo, cruzado de brazos y con cara seria mientras transcurría la conversación.

-Y… la verdad que me puso muy incómodo, se fue al carajo esta vez, es un pelotudo. 

Enzo juntó sus manos y las alzó, como agradeciendo al cielo que Julián por fin se haya dado cuenta de ello.

-Te juro que la próxima que me lo cruce a ese, lo mato.- dijo Cristian, apretando los puños sobre la mesa.

-No vas a matar a nadie vos, no me gusta que se peleen por boludeces.

Los dos morochos se levantaron de sus asientos casi sincronizados.

-Julián, no son boludeces, no es excusa que se haya puesto en pedo para hacerte eso. -argumentó Enzo, acercándose hasta la silla del más bajo.

Cristian parecía revivir la misma furia que la noche anterior, con su ceño fruncido y los puños apretados.

-Ya sé, pero igual. No quiero que se vuelvan a pelear por algo que tenga que ver conmigo, yo me puedo defender solo. -respondió Julián.

-Prometanmelo. -pidió el cordobés mirando primero a Enzo y luego a Cristian a los ojos.

Los otros dos suspiraron, asintiendo con la cabeza ante el pedido.

Mis ganas de no quererte - Julienzo AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora