Capítulo 3

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El dominio de los Guerreros

Los primeros días de Seven en Aztlán transcurrieron como un torbellino. Cada lugar que Banks le mostraba parecía más fantástico que el anterior. Caminaban por senderos que cambiaban de color bajo sus pies, bordeaban ríos cuyos cauces parecían flotar en el aire, y de vez en cuando, Banks lo dejaba admirar una criatura mágica antes de apurarlo, como si temiera que alguien los descubriera.

Banks, con su actitud despreocupada y sarcástica, seguía siendo un misterio. Seven apenas lograba sacarle información, y cada pregunta que hacía parecía irritarlo o divertirlo, según su humor del momento.

Pero aquella mañana, mientras descansaban junto a un arroyo que reflejaba el cielo como un espejo, Banks decidió revelarle algo inesperado.

—Tienes suerte de haber caído en Aztlán y no en otro reino mítico —dijo, mirando el agua—. Otros lugares no son tan… amables con los forasteros.

Seven, sorprendido de que Banks hablara sin sarcasmo, decidió aprovechar la oportunidad.

—¿Por qué soy yo el que cayó aquí? ¿Por qué no otra persona?

Banks lo miró de reojo, esbozando una sonrisa irónica.

—Quizá Aztlán te eligió, o tal vez simplemente tienes mala suerte. Nadie lo sabe con certeza. Lo único seguro es que ahora estás aquí, y Aztlán no deja ir a nadie sin antes cobrarle su estadía.

—¿Cobrar? ¿A qué te refieres? —preguntó Seven, nervioso.

Banks se encogió de hombros, volviendo a su tono sarcástico.

—Relájate, no es que vayamos a pedirte un alquiler. Pero este reino tiene una forma extraña de probar a sus “invitados”. Si tienes un propósito aquí, Aztlán te lo mostrará… tarde o temprano.

Seven sintió una mezcla de emoción y temor. Empezaba a sentir que su presencia en este mundo no era una simple coincidencia.

Después de un rato de silencio, Seven no pudo contenerse.

—¿Y tú? ¿Cuál es tu propósito aquí, Banks?

Banks soltó una risa sarcástica.

—Yo no necesito un propósito, chico. Mi trabajo es guiar a novatos como tú para que no terminen convertidos en pasto para dragones. Lo que te pase a ti no es asunto mío… aunque debo admitir que me divierte verte tan perdido.

—Eres tan… —Seven suspiró, frustrado—. ¿Por qué tienes que ser tan críptico?

—¿Y por qué tienes que hacer tantas preguntas? —replicó Banks con una sonrisa burlona—. Algunas cosas es mejor descubrirlas por uno mismo.

El silencio se instaló entre ellos, hasta que Banks pareció suavizarse un poco.

—Escucha, chico, voy a darte un consejo. Aztlán es un reino que responde a tu espíritu, a lo que realmente eres. Cuanto antes aceptes quién eres y qué sientes, más rápido entenderás este lugar.

Seven asintió, tratando de comprender esas palabras. Pero antes de que pudiera seguir cuestionándolo, Banks se levantó y le hizo un gesto para que lo siguiera.

—Vamos, tenemos mucho que ver todavía, y no puedo dejar que te quedes admirando ríos toda la mañana.

Con cada paso, Seven sentía que la conexión con Aztlán se hacía más profunda, y aunque no entendía del todo su propósito, algo en su interior le decía que su llegada a este reino era solo el comienzo de una aventura mucho mayor.

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El viaje a la región de los guerreros era más arduo de lo que Seven había imaginado. Banks caminaba con una ligereza casi insultante mientras Seven tropezaba con raíces y sorteaba el terreno rocoso y las pendientes pronunciadas. Después de un rato de silencio, Banks se volvió hacia él con una sonrisa burlona.

Seven y el Mundo Mítico de Aztlán Donde viven las historias. Descúbrelo ahora