Capítulo 6

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El Murmullo de las Profecías/Herencia despertada

Después de superar la prueba del Guardián, Seven sentía una mezcla de euforia y cansancio. Alana y Banks lo condujeron de regreso al campamento de los Guerreros, donde otros guerreros lo miraban con una mezcla de respeto y curiosidad. Había rumores de que alguien especial había llegado a Aztlán, alguien que, según las profecías, tenía el poder para cambiar el destino del reino.

Esa noche, mientras descansaban alrededor de una fogata, Alana decidió hablarle más sobre la profecía, tal vez percibiendo que el joven estaba listo para saber más.

—¿Alguna vez te has preguntado por qué el Guardián te aceptó tan rápidamente? —preguntó Alana, mirándolo con atención.

Seven asintió, mirando las llamas. Lo que había sentido en el Altar era inexplicable, como si una conexión profunda y antigua hubiera despertado dentro de él.

—Hace mucho tiempo, se escribió en las tierras de los Elementales que un ser de “gran luz” llegaría cuando el reino estuviera en peligro. —Alana tomó una ramita y la lanzó al fuego, observando cómo se consumía—. No sabemos si esa persona eres tú, pero tu conexión con Aztlán es innegable.

Banks intervino, con su típico tono irónico.

—¿Te imaginas? Ser la figura mítica de una profecía antigua. Eso explica por qué eres tan… especial, ¿no crees, Alana?

Alana ignoró la broma de Banks y continuó.

—La Reina Helena ha sentido que su energía se desvanece desde hace años. Aztlán necesita a alguien que pueda unir las regiones y protegerlas, alguien que no solo sea fuerte, sino sabio. Si eres tú ese ser profetizado, deberás prepararte para un desafío mayor que cualquier prueba que hayas enfrentado hasta ahora.

Las palabras de Alana lo dejaron pensativo. La responsabilidad que describía parecía inmensa, casi abrumadora. Pero antes de que pudiera responder, un anciano guerrero, quien había estado en silencio todo este tiempo, se acercó.

—Perdón por interrumpir, pero si hablamos de profecías… debería llevarlo al “Salón de los Ecos”. —La voz del anciano era baja, pero había algo en su tono que despertó la curiosidad de todos—. Es un lugar sagrado, donde las voces de los antiguos guerreros aún resuenan. Quizás allí puedas encontrar respuestas.

Alana y Banks intercambiaron miradas, sorprendidos.

—El Salón de los Ecos… —susurró Alana, impresionada—. Solo los de gran linaje pueden entrar.

Banks observó a Seven, evaluándolo.

—Bueno, parece que este chico sigue acumulando sorpresas.

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Al día siguiente, acompañados por el anciano guerrero, se dirigieron al Salón de los Ecos. Era un lugar apartado, oculto en el corazón de la región de los Guerreros, donde se alzaban imponentes estatuas de antiguos líderes, figuras esculpidas en piedra que parecían cobrar vida bajo la luz tenue del amanecer.

Al entrar al salón, un silencio reverente los envolvió. Las paredes estaban cubiertas de grabados antiguos, y en el centro, una piedra tallada en forma de círculo parecía emanar una energía misteriosa. Seven sintió una extraña familiaridad, como si ya hubiera estado ahí antes.

El anciano lo guió hasta el centro.

—Ponte de pie sobre la piedra y cierra los ojos —ordenó el anciano—. Deja que las voces te guíen, pero prepárate: solo aquellos de alma pura pueden escuchar los secretos del salón.

Seven obedeció, cerrando los ojos y respirando profundamente. Al principio, solo sintió un leve zumbido, pero pronto ese sonido se convirtió en susurros. Eran palabras ininteligibles, pero a medida que se concentraba, las voces comenzaron a aclararse.

Seven y el Mundo Mítico de Aztlán Donde viven las historias. Descúbrelo ahora