El Despertar de Aatrox
En las profundidades de Aztlán, donde la luz apenas alcanzaba a tocar la tierra y el aire era denso con un silencio abrumador, los espíritus malignos se reunían en torno a una figura dormida, un colosal gigante cuya piel era tan oscura como la noche misma y cuyas venas parecían pulsar con energía maligna. Era Aatrox, el destructor del equilibrio, un ser tan antiguo como Aztlán mismo, que había sido sellado en aquellas profundidades hacía milenios.
Los espíritus se arremolinaban alrededor de Aatrox, susurros de odio y ambición llenaban el aire. Durante siglos, estos espíritus habían anhelado liberarlo, pues sabían que su poder era la clave para romper el equilibrio que los mantenía confinados en las sombras.
—Aatrox… —murmuró uno de los espíritus, acercándose al oído del gigante dormido—. Es hora de despertar. Aztlán está listo para ser consumido en la oscuridad.
Al oír aquellas palabras, los ojos de Aatrox comenzaron a abrirse lentamente, revelando un resplandor carmesí que emanaba pura malevolencia. El gigante exhaló, y su aliento liberó un aire pesado y oscuro, cargado de una energía que hacía temblar incluso a los espíritus a su alrededor.
—¿Cuánto tiempo… ha pasado? —preguntó Aatrox, su voz tan profunda y estruendosa que hizo temblar la caverna y agrietar las piedras a su alrededor.
—Mucho, señor —respondió uno de los espíritus, inclinándose en reverencia—. Pero el momento ha llegado. Los elementales están débiles y divididos. Y hay un joven entre ellos, uno que podría ser la clave para destruir el equilibrio de Aztlán.
Los ojos de Aatrox se entrecerraron con interés, y una sonrisa oscura se extendió por su rostro.
—Entonces… Aztlán conocerá nuevamente el caos. El equilibrio perfecto se convertirá en cenizas, y este reino será mío.
Con un movimiento lento y pesado, Aatrox se levantó, y cada paso hacía retumbar el suelo de Aztlán. Los espíritus, encantados de haber liberado a su antiguo amo, lo seguían en procesión, formando una nube oscura a su alrededor mientras ascendía hacia la superficie. Mientras tanto, en distintas regiones de Aztlán, la tierra comenzó a temblar, y una energía oscura invadió el aire, un mal presagio que hizo que las criaturas y los habitantes sintieran una inquietud desconocida.
Lejos de allí, en la región de los elementales, Seven sintió un escalofrío recorriéndole la espalda, como si una sombra lo estuviera envolviendo. Banks también sintió la presencia oscura en el aire y miró a Seven con una seriedad inusual.
—Algo grande y oscuro ha despertado —dijo Banks, su voz llena de preocupación—. Algo que podría destruir todo lo que conocemos.
Seven asintió, sintiendo que el peso de su destino se volvía aún más real. Sabía que, tarde o temprano, tendría que enfrentar esa oscuridad que ahora se acercaba con fuerza. Pero también sabía que, con sus nuevas habilidades y el apoyo de sus aliados, estaba dispuesto a luchar hasta el final para proteger Aztlán y el legado de sus padres.
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En las profundidades sombrías del mundo subterráneo de Aztlán, Aatrox avanzaba por los túneles oscuros, rodeado de una presencia ominosa que parecía hacer temblar el suelo. A su alrededor, los espíritus malignos que habían susurrado en su oído y lo habían despertado comenzaban a tomar forma física. Ya no eran meros susurros ni sombras intangibles; ahora se revelaban como humanos de aspecto imponente y oscuro, sus cuerpos adornados con marcas similares a las de Aatrox, como símbolos arcaicos tatuados en su piel que brillaban con un rojo profundo y siniestro. Estas marcas eran símbolos de sus pactos con la oscuridad, y cada uno representaba una parte del poder caótico que Aatrox les había concedido.
Aatrox, quien ahora caminaba con ellos como un verdadero líder, los observaba con una mirada de orgullo oscuro.
—Mis fieles seguidores —gruñó, con una voz profunda que resonaba en los túneles—. Por siglos, esperaron en las sombras. Hoy, renacen como guerreros de la destrucción y la oscuridad.
Uno de ellos, un hombre alto con ojos tan negros como la noche, se adelantó. Sus marcas parecían moverse, como si fueran líneas de lava viva bajo su piel.
—Aatrox, el mundo ha cambiado. Los habitantes de Aztlán ya no recuerdan nuestra época, cuando el caos era nuestro dominio. Pero nosotros les devolveremos esa oscuridad y destruiremos el equilibrio que tanto defienden.
Aatrox asintió, complacido. Sabía que no estaba solo en su ansia por destruir el orden de Aztlán y retomar el control. La presencia de estos seguidores le otorgaba una ventaja poderosa: cada uno de ellos poseía habilidades oscuras, ampliadas y moldeadas por el poder de Aatrox.
Otra figura, una mujer con marcas que le cruzaban el rostro y los brazos, dio un paso adelante. Su sonrisa era tan fría como mortal.
—Los habitantes de Aztlán desconocen lo que está por venir. Piensan que la paz que lograron es eterna, pero sus vidas serán el sacrificio perfecto para la verdadera fuerza que traeremos a este mundo.
—Ese equilibrio les ha hecho débiles, complacientes —agregó Aatrox—. Aztlán ha vivido demasiado tiempo bajo la falsa ilusión de la paz. Pero esa ilusión se romperá, y de las ruinas de su tranquilidad, construiremos nuestro dominio de caos.
Con cada palabra, el poder de Aatrox parecía reverberar, y las marcas en su piel brillaban con más fuerza, conectando con las de sus seguidores, como si formaran una red de energía maligna. Este vínculo hacía que sus seguidores fueran aún más fuertes, un ejército oscuro y letal. Eran la sombra viviente de Aztlán, una fuerza que estaba dispuesta a arrasar con todo a su paso.
En su mente, Aatrox veía con claridad los reinos que destruiría, el equilibrio que rompería. Sabía que Helena y sus guerreros estarían esperándolo, pero no le preocupaban. Ni siquiera Seven, de quien había oído rumores, lo inquietaba. Sabía que no había rival que pudiera igualarlo en brutalidad y oscuridad.
Los seguidores de Aatrox se prepararon para moverse hacia la superficie, y su líder les dio una última orden.
—Cuando llegue el momento, arrasaremos con los elementales, con los guerreros, con cada rincón de este reino. Que Aztlán tiemble al saber que hemos regresado.
Con esas palabras, el ejército de Aatrox se movió, una sombra que avanzaba en silencio, pero con la intención de desatar el caos absoluto sobre Aztlán.
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Seven y el Mundo Mítico de Aztlán
FantasíaPrimer libro de la trilogía de Seven Historia Completa ✓ En un mundo que desconoce, un joven llamado Seven camina en la penumbra, guiado solo por el eco de preguntas sin respuesta. Nunca encontró un lugar en el mundo normal, siempre envuelto en una...