La alarma de mi celular resonó molestamente al lado de mi oído.
Por suerte, la noche anterior había logrado llegar a la tienda unos minutos antes que el jefe, por lo que aún no había descubierto mis infracciones.
Aún atolondrada y con los ojos medio cerrados estiré mi brazo derecho buscando el móvil sobre la mesita.
— ¡Clack!— Cayó al suelo.
— ¡Genial!— Exclamé tan molesta que terminé incorporándome en la cama de un tirón.
Tras recogerlo y terminar con el molesto sonido, me dirigí al baño para ducharme y lavar mi cabello, cuando de repente escuché algo impactar en mi habitación.
Atemorizada corrí hasta la cama, y tal fue mi sorpresa que un cuervo tenía el cuello atascado entre las tablillas de la ventana.
Sus horribles graznidos inundaban la habitación, mientras algunas plumas caían al suelo.
— ¡Largo! ¡Chu!— Grité lanzándole tan fuerte la almohada, que terminé desatascándolo.
Fue entonces en ese momento que recordé la conversación con el Sr Brown: "Cuidado con los cuervos, a veces se cuelan por las ventanas".
¿Cuervos? El Sr Brown lo había mencionado... Es increíble, primero criaturas peludas y asquerosas merodeando por la pocilga, y ahora un ser plumífero y graznante atorado en mi ventana.
De cierta forma las cosas iban bien, tenía un apartamento, era un pocilga, pero estaba a punto de ser renovado. Me encontraba yendo a la Universidad, tenía amigos...
Pero aún así no estaba feliz, no bastaba eso.
Leonel me hacía feliz.
Sin comprender bien todo el torbellino de emociones que yacía en mi interior, me dirigí al baño para tomar la dichosa ducha.
No tenía ánimos para arreglarme, así que solo me puse unos jeans y un suéter negro, acompañado por unos converse. No toqué mi cabello, ni tampoco me importó el maquillaje.
Luego de prepararme un desayuno sin ganas agarré la mochila y abandoné el apartamento.
Tras mirar hacia el balcón noté que la anciana Petunia se encontraba allí de pie.
— Hola... ¿Cómo se encuentra?— Le saludé cordialmente.
— ¿Qué tal niña? Todo bien... Necesitaba aire fresco, allí encerrada solo me arrugo más y más.— Respondió acomodándose los lentes.
— Tenga cuidado eh...— Le advertí.
— Me recordaste a Alfred... Mi fallecido esposo. Él solía decirme esa frase cada vez que planeaba algo. Decía que estaba demasiado loca como para pertenecer a este universo. En mi juventud monté paracaídas, practiqué alpinismo, participé en carreras de motocicletas, me lancé de cuánto abismo encontré hacia el mar... Pero a pesar de que Alfred se quejaba de mi locura, siempre estaba a mi lado y cometía cada locura junto a mí.
— Es una linda historia... Me hubiera gustado conocerlo señora Petunia.— Dije mientras acomodaba la mochila en mi hombro derecho.
— Recuerdo que una vez discutimos tan fuerte que se fue de casa...
— ¿Y cómo se reconciliaron?
— Le preparé un pastel, Alfred amaba los pasteles. Aunque creo que puedes hacer las paces con cualquier hombre si le llevas un pastel, preparado por ti claramente.
— ¿Usted cree?— Pregunté mientras una idea se formulaba en mi mente.
— Por supuesto, inténtalo y verás.
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Equis. (En proceso)
Novela JuvenilRecién me mudé al edificio y no conozco nada sobre el chico del piso de abajo. Todos le llaman Equis, pero nadie conoce realmente su nombre. No establece ningún tipo de relación con las personas, por lo que se desconoce si tiene un empleo o aún asis...