Eran las tres de la tarde, y me percaté de que había pasado el resto del día en el sofá roto con mi celular.
Desgraciadamente no era de goma, era de carne y hueso y necesitaba alimentarme, así que mi estómago se tomó la libertad de rugir.
— ¿Y ahora qué?— Me pregunté internamente.
Me quedaba un poco de dinero, pero debía encontrar lo más rápido posible un empleo por turnos.
Observé mi triste billetera, y salí del apartamento en busca de algo para almorzar.
Caminé hacia el apartamento de enfrente al mío y llamé a la puerta con el puño. Mientras esperaba que alguien abriera, observé con detenimiento la fachada, la alfombra decía una frase cristiana, y en la puerta había colgado un crucifijo con Cristo en él.
Definitivamente es el hogar de un religioso.
— Buenos días jovencita... ¿Se le ofrece algo?— Me saludó cordialmente la ancianita que abrió la puerta.
— Buenos días señora. ¿Podría hacerle una pregunta?
— Por supuesto.— La señora se acomodó los lentes.
— ¿Dónde podría almorzar cerca de aquí? Recién me he mudado y no tengo idea de dónde encontraré alimento.— Le pedí ayuda.
— Me gustaría ayudarte jovencita, pero prácticamente no salgo de casa, vivo hace poco aquí y mis nietos traen todo lo que necesito... Pero si de algo te sirve, los he escuchado mencionar que justo en la esquina hay una pequeña cafetería. ¿Por qué no intentas llegarte allí?
— Muchas gracias señora, me ha sido de gran ayuda, si necesita alguna cosa no dude en llamar a mi puerta, es esta.— La señalé con el dedo.
— Gracias igualmente... ¿Cómo te llamas niña?
— Megan. ¿Y usted?
— Soy Petunia... Ve con Dios hijita.— Se despidió la anciana.
— Igualmente.
La señora cerró la puerta e inmediatamente bajé las escaleras hasta llegar a la carretera.
Mientras caminaba hacia la esquina, mis ojos exploraban los nuevos alrededores que vería cada día a partir de ese momento.
Había una pequeña arboleda frente al edificio, y al lado dos tiendas de ropa, una librería y algunas casas.
Al llegar al lugar que se me había indicado, noté rápidamente que me encontraba, en efecto, en una acogedora cafetería.
Me adentré tímidamente en ella y me senté en la mesa más cercana.
Observé la carta con detenimiento, tenían gran variedad de aperitivos.
— Buenos días. ¿En qué puedo servirle?— Se acercó un mesero.
— Una coca cola y una hamburguesa, por favor.— Ordené.
— Enseguida señorita.
El mesero se retiró y comencé a observar a través de la ventana, las personas en la ciudad eran bastante agitadas y bulliciosas.
— ¿En qué podría trabajar?— Me pregunté a mí misma.
Varias ideas aparecieron en mi cabeza en aquel entonces, pero cada que pensaba en alguna, era peor que la anterior.
¿Y qué tal si paseo mascotas? No, definitivamente no, las dejaría escapar accidentalmente. ¿Mesera o barista? No, atrasaría todo y mezclaría los pedidos. ¿Repartidora de pizzas o periódicos? No, por supuesto que no, nunca he montado una bicicleta y no sé absolutamente nada de direcciones en este lugar. ¿Florista? Me trae muy malos recuerdos...
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Equis. (En proceso)
Ficção AdolescenteRecién me mudé al edificio y no conozco nada sobre el chico del piso de abajo. Todos le llaman Equis, pero nadie conoce realmente su nombre. No establece ningún tipo de relación con las personas, por lo que se desconoce si tiene un empleo o aún asis...