Mas es ma mas.
La luz del sol se filtraba por las rendijas de las cortinas, pintando extrañas formas en la habitación. Abrí los ojos y me senté en la cama, la cabeza pulsándome como un tambor. La noche anterior se extendía ante mi como una borrosa pesadilla: la discusión con Kael, el beso impulsivo, las palabras dichas en el calor del momento.
Me levanté de la cama y me dirigí al baño, donde me miré en el espejo. Mis ojos estaban hinchados y rojos, y mi piel tenía un tono pálido y enfermizo. Me sentía sucia, tanto física como emocionalmente.Me lave la cara con agua fría, tratando de aclarar mis pensamientos. ¿Qué había estado pensando? ¿Cómo había podido arruinar todo?
Me vestí rápidamente y salí de la habitación. Kael ya estaba en la sala, revisando su teléfono. Al verme, levantó la vista y me miró con indiferencia.
— Buenos días — dijo él con voz monótona.
No respondí y caminé hasta la cocina, necesitaba hidratación, la cabeza me estaba doliendo demasiado. Después de tomar un vaso de agua, estaba subiendo las escaleras cuando una mano tomó la mía y me obligo a bajar nuevamente.
— No me toques — gruñi.
Pero su mano no se movió, me tomó con más fuerza y me llevó hasta el final del pasillo. Al abrir una de las puertas mis ojos brillaron al ver un gimnasio perfectamente equipado, pero allí, había también una armería, con armas de todo tipo, navajas, cuchillos, chalecos, blancos de tiro, municiones por doquier.
— Es lo que pediste.
No dije nada, ni lo miré. Caminé a los blancos que estaban al final de la pared. Tomé un arma cualquiera y recargue el cargado y me puse las orejeras y las gafas para no lastimarme.
— ¿A prueba de sonido? — pregunté mirando el arma.
— Si, pero...
Descargue el arma, sin fallar ni un solo tiro, todos al centro del blanco. Mi pulso era impecable, pero el retroceso me estaba matando, no tenía tanta fuerza como antes. Estaba molesta, podía durar horas haciendo aquello, estaba molesta conmigo misma, por permitirme sentir algo por ese hombre.
— ¿Terminaste? — preguntó. Dejé el arma en la mesa y me quité las orejeras. Cuando me giré me extiendo unos papeles.
— ¿Que es? — pregunté arrebatándole el folder.
— Nuestro contrato, si quieres le...
— El bolígrafo — abrí la mano y él lo dejó en mi palma.
Después de firmar tres páginas, antes de salir de aquel lugar estampe el folder en su pecho. Si duraba unos segundos más escuchando su voz terminaría pegándole un tiro. Subí las escaleras y entré a mi habitación, estaba llena de adrenalina.
— ¿Que diablos te pasa? — la puerta no había cerrado y el cruzó por ella — Detesto verte así.
Caminé a mi mesa de noche donde ciertamente tenía muy pocas cosas, saqué el estuche negro — Kael, hoy definitivamente no quieres meterte conmigo, créeme.
Tomé el arma entre mis manos. Descansaba pesadamente en mi mano, fría y metálica. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, pero mi mente estaba sorprendentemente clara. La noche anterior había sido un desastre, y ahora estaba decidida a que Kael supiera exactamente cómo me sentía.
No respondí. Simplemente lo miré fijamente, el arma apuntando directamente hacia él.
— Baja el arma, Nova, — ordenó. Su voz no tenía miedo, solo una profunda preocupación.