ATENEA
-- ¡Ester déjame en paz! – la voz de mi padre me interrmpía el sueño.
-- ¡No puedes seguir así, no más, por favor! – y las súplicas de mi madre también.
Las voces venían de fuera, mi puerta cerrada no conseguía insonorizar aquellas escenas, ojalá. Estaba tan harta...
UNAI:
¿Has dormido bien?, espero que sí, mi morenita.
En mi móvil como cada mañana, el mensaje de Unai que me alegraba la vida en general. Qué haría sin él...
-- ¡Me estás haciendo daño, Ernesto!
Esto último que escuché de mi madre hizo que tirara el móvil a un lado, sin llegar a enviar la respuesta a ese mensaje. Salí corriendo, no me gustó nada la voz de mi madre.
-- ¿Qué está pasando? – salí, recién levantada. Mi padre agarraba a mi madre del hombro, furioso. Claramente borracho.
-- No pasa nada, mi amor. – mi madre intentaba no asustarme, pero veía el miedo en su cara.
-- Suéltala. – con mis propias manos quité yo misma la mano de mi padre que apretaba con fuerza el brazo de mi madre.
-- No te metas hija, son cosas nuestras. – mi padre respondió calmado, o mejor dicho, en mal estado porque casi no podía mantenerse en pie. Se me encogía el estómago viéndolo así cada día...
-- Sí, no te preocupes. – mi madre me abrazó por el costado. Estoy segura de que no era para protegerme a mí, sino para sentirse ella segura con mi presencia.
-- Me voy. Aquí no hago nada. Luego vuelvo. – mi padre nos señalaba, a la vez que avanzaba hacia la puerta, con una cerveza en la mano.
-- ¿Estás bien, mamá? – pregunté, preocupada, en cuanto se cerró la puerta.
-- Sí, no pas...
-- ¡Mamá!, ¡¿qué te pasa?!... – me asusté. Mi madre no pudo terminar esa frase porque comenzó a debilitarse, a desmayarse. La cogí entre mis brazos, sentándola en el sillón, echando su cabeza hacia atrás. No se había quedado inconsciente, era un mareo leve. -- ¿Estás bien?... – preguntaba, preocupada, apartándole el pelo de la cara.
-- Sí hija. Solo estoy agobiada, y cansada.
Me levanté rápidamente a por un vaso de agua, y volví con él entre mis manos.
-- Bebe, te sentará bien. – mi madre me obedeció al momento. Me sentía mal, jodidamente mal.
-- Estoy bien cariño, no te preocupes.
-- No puedes seguir así. Todo esto no está bien, ¿no lo ves?
-- Tu padre es bueno Atenea.
-- Mi padre es un borracho. – mis palabras tan directas sonaron de lo más cruel, lo sé. Pero era la realidad.
-- Está intentándolo...
-- ¿El qué?, ¿acabar con nosotras?, porque así no se puede vivir.
-- Confiemos en él, por favor.
-- ¿Sabes qué?, tú haz lo que quieras, pero yo no puedo más. – me levanté, y fui directa a encerrarme en mi habitación.
Claramente lo hice porque ya estaba bien, si no lo hubiera estado me hubiera quedado a su lado. Pero ya había bebido agua, su color de piel había recuperado su tono habitual, y ya hacía lo que tanto odiaba. Defenderle.
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Ocho formas de enamorarse
RomanceAlifornia, así lo llaman ellos. Pueblo donde estos ocho corazones se debaten entre amar, u odiar. Ninguno de ellos sabe cuándo sucedió, pero sin esperarlo, su corazón ya tenía dueño. Gabriela, Unai, Erik, Adriano, Teresa, Alya, Nolan y Atenea. Todos...