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Así que volví a lo mío. Una vez que terminé de preparar sus órdenes, me dirigí a su mesa para entregarlas lo más rápido posible. Cuanto más rápido, mejor. Al llegar a su mesa, les entregué sus órdenes, pero justo cuando estaba por irme, el chico carismático me habló, esta vez muy serio. Eso me irritó aún más de lo que ya estaba. Ya estaban acabando con la poca paciencia que me quedaba.
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—Mmm, señorita, ¿no te parece un poco descortés no haberte presentado? —comentó el chico carismático, clavando sus ojos en los míos, pero con un brillo divertido en su mirada que parecía retarme—. Digo, lo común es que quien nos atienda se presente antes de tomar la orden, ¿no? —añadió, sonriendo ligeramente, como si disfrutara de la incomodidad que me causaba.
Su tono relajado, sumado a esa chispa burlona en su mirada, solo consiguió que mi irritación aumentara.
—Joder... —murmuré entre dientes. Estos tipos de verdad disfrutaban fastidiar.
Pero, en mi defensa, estaba demasiado irritada e incómoda por la presencia de su amigo como para haberme preocupado por los modales, pero si mal no recuerdo si lo hice, tal vez por la tensión del momento se les olvidó.
—Lo siento, qué descuidada soy. Perdón por mi descortesía —dije con una sonrisa tan falsa que hasta yo sentí que estaba mostrando los dientes como un burro.
Sabía que no pasaba desapercibido el sarcasmo, pero honestamente, me daba igual.
—Descuida, preciosa, me imagino que tienes muchas cosas en tu mente, ¿verdad? —dijo él, tomando un sorbo de su Frappuccino y guiñándome un ojo de manera coqueta. Joder, este chico no paraba.
—Exacto —respondí, sin poder evitar que mi tono fuera cortante. Y es que, para ser honesta, tenía razón. Tenía muchas cosas en la cabeza, como estos dos idiotas que solo con su presencia ya me estaban estresando.
Ya tenía demasiado estrés como para estar preocupándome o sumarle más por culpa de este par de idiotas. Lo mejor sería seguirles la corriente y simplemente ignorarlos.
—Mi nombre es Daniela, un placer —dije, esbozando una sonrisa forzada mientras me inclinaba ligeramente en una reverencia ridícula, todo por culpa de las estúpidas reglas de mi jefa. Según ella, eso "hacía especial" al restaurante... en fin, cosas de jefes.
—El gusto es mío, Dany. No te importa que te llame así, ¿verdad? —dijo sonriendo, como siempre. ¿Acaso a este chico no se le cansa la boca de tanto sonreír? Me pregunté. No sé por qué en este mundo existe tanta gente tan descarada, y peor aún, los jóvenes de ahora. Cada vez me sorprendo más... Joder, pero yo también pertenezco a esta generación de mierda.
—No, claro que no —respondí, aunque en realidad me molestaba un poco. Solo mis amigos más cercanos me llaman así, y escuchar a alguien más usar ese apodo me resultaba incómodo, casi raro. Pero no iba a darle el gusto de saberlo, así que solo sonreí y seguí con la farsa.
—Mi nombre es Joseph Smit, un placer. Y mi amigo acá, el amargado pero buena onda, es Alexander Williams. Es un gusto —dijo Joseph muy sonriente. En serio, este chico me irritaba con su buen humor. No es que lo odiara, pero era demasiada felicidad para mi gusto.
Por otro lado, su amigo, el señor amargado, era completamente lo contrario. Parecía su versión oscura. Alexander y yo solo teníamos una cosa en común: los dos éramos unos amargados, pero él lo era a otro nivel. Alexander se mantenía serio, mirándome con los brazos cruzados y esa mirada de superioridad. Definitivamente, nunca me llevaría bien con alguien como él.
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Vendida a un Mafioso
RomanceDaniela Sendler ha vivido una vida de sufrimiento, atrapada bajo el control de un padre abusivo que la culpa por la muerte de su madre. Con solo 18 años, ha soportado más dolor del que cualquiera debería, hasta que una noche su destino toma un giro...