Un Dia Mas (Cap:2)

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Me desperté tirada en el suelo, apenas consciente. El frío de las baldosas contra mi piel y el sabor metálico de la sangre en mi boca me devolvieron a la realidad. No tenía fuerzas para moverme, y mi cuerpo estaba cubierto de moretones y marcas, los restos de la furia de mi padre la noche anterior. Era la tercera vez en la semana que me golpeaba, todo porque no le había dado dinero. Ese maldito creía que yo podía hacer aparecer billetes de la nada, siempre exigiéndome más, sabiendo que apenas podía con las deudas y la renta del asqueroso departamento en el que vivíamos, en el peor barrio de la ciudad.

Intenté levantarme, pero cada músculo me gritaba que me quedara en el suelo. El dolor me recordaba que estaba atrapada en este ciclo de violencia, una pesadilla de la que no podía despertar. Pero tenía que hacerlo. Tenía que seguir. Aunque cada día que pasaba, levantarme se sentía menos como un triunfo y más como un castigo. Mantenerme en pie... o siquiera viva... era cada vez más difícil.

Me levanté como pude, cada músculo protestando con un dolor que parecía quemar mi cuerpo entero. Hoy era viernes, y aunque cada paso me hacía tambalear, tenía que ir a trabajar y, con suerte, llegar a la escuela. Me daba rabia haber faltado toda la semana, demasiado débil para moverme, con el cuerpo cubierto de moretones que no quería que nadie viera. La idea de enfrentar las miradas de mis compañeros, de escuchar sus preguntas, me aterraba. No podía soportar que alguien descubriera la verdad.

Tenía varios moretones en la cara, así que me apliqué maquillaje para cubrirlos. Afortunadamente, mi escuela no era tan estricta con el uso de maquillaje ni con el uniforme, y eso era algo que agradecía. Esa pequeña capa de maquillaje no me protegía del dolor, pero al menos me ayudaba a ocultar mi realidad.

A pesar del dolor, me vestí lentamente, cada movimiento un recordatorio de la noche anterior, pero sabía que no podía quedarme allí. Tenía que salir, tenía que seguir adelante, aunque todo en mí rogara por rendirse.

El trabajo es uno de los pocos lugares donde puedo sentirme tranquila, aunque solo sea por unos momentos. Allí no tengo que preocuparme de que mi padre entre por la puerta para golpearme. La escuela, aunque no es perfecta, también me ofrece un respiro, aunque sea un poco. A pesar de ser considerada la "nerd" y convertirme en el blanco de las burlas, prefiero los comentarios crueles a los golpes... o tal vez no. Al menos, no todos me tratan mal; hay algunas personas amables que me apoyan, y eso me hace sentir que no todo está perdido.

Mientras me encontraba en mi última hora de clases, la más aburrida y larga —historia—, mis pensamientos comenzaron a divagar. Me preguntaba cómo habría sido mi vida si hubiera tenido un padre cariñoso, alguien que se preocupara por mí. En lugar de golpearme cada vez que volviera a casa, me recibiría con los brazos abiertos y una hermosa sonrisa. En vez de golpes, serían abrazos; en lugar de un "te odio", me diría "te amo, mi princesa". Cada noche, en vez de una paliza, me contaría un cuento antes de dormir, seguido de un beso. Pero esa no fue mi suerte, y tengo que conformarme con el padre que me tocó.

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Hoy ha sido uno de los peores días. He tenido que aguantar las burlas de mis compañeros y el dolor de mi cuerpo, y apenas es miércoles. No quiero ni imaginar lo que me espera en los próximos días. Para colmo, después de la escuela, tengo que trabajar. No es que odie mi trabajo; simplemente estoy agotada y solo deseo descansar. Pero no tengo otra opción: es trabajar o arriesgarme a morir de hambre, o enfrentar a los matones que vienen a cobrar las deudas de mi padre. Así que, aunque esté cansada, debo seguir adelante

Vendida a un MafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora