Arrogante (Cap: 3)

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Espero que les esté gustando esta nueva versión ya editada.

 😉

Me encontraba atendiendo a los clientes, como de costumbre, con la cabeza ocupada en la rutina de mi trabajo, cuando escuché el sonido de la campana de la puerta sonar. Al mismo tiempo, la puerta se abrió y dos hombres altos, muy guapos y elegantes, entraron al restaurante. Me llamaron la atención inmediatamente. Su presencia parecía iluminar el lugar, atrayendo las miradas curiosas de los demás clientes. Les calculé unos 25 años, por lo mucho. Sus miradas y sus actitudes, tan distintas entre ellos, me hicieron pensar que tenían algo que ver, pero también que eran opuestos. Uno de ellos tenía el cabello oscuro, ligeramente despeinado, con una cara seria que parecía estar hecha para no sonreír. Su mirada era fría, penetrante, como si tuviera una aura oscura a su alrededor. Había algo inquietante en él, algo que no pude descifrar en un primer vistazo, pero sin duda era lo que lo hacía extremadamente atractivo. Era el tipo de persona con la que no te gustaría cruzarte en una pelea, pero al mismo tiempo no podías evitar mirarlo.

El otro, en cambio, era completamente diferente. Tenía el cabello rubio, casi dorado por la luz del restaurante. Su actitud era completamente despreocupada, casi infantil, como si estuviera jugando a ser adulto. La sonrisa coqueta y juguetona que tenía en el rostro lo hacía parecer aún más atractivo. Se movía con una confianza relajada, como si el mundo entero fuera suyo. Este chico tenía una energía completamente opuesta a la del otro, y me resultaba intrigante.

A pesar de su juventud, ambos hombres se sentaban con una postura imponente, como si estuvieran acostumbrados a tener el poder en sus manos. Uno de ellos resaltaba más que el otro, no solo por su apariencia, sino por la fuerte presencia que irradiaba. El chico de cabello oscuro no necesitaba decir nada; su aura dominante lo decía todo. Había algo en él que me hizo sentir incómoda, como si de alguna forma me estuviera evaluando, observando con intensidad. Había algo en su mirada que me resultaba perturbador, como si estuviera esperando que hiciera algo mal, o peor, como si ya supiera que lo haría.

Me sentí nerviosa, incluso un poco expuesta. No estaba acostumbrada a tratar con chicos como ellos, con esa confianza casi arrogante. Normalmente, los hombres que solían entrar al restaurante eran trabajadores locales, personas que venían a disfrutar de una comida tranquila o, como mucho, turistas. Pero estos dos, había algo en ellos que gritaba peligro. No supe si eran locales o si estaban de paso, pero una parte de mí sabía que no iba a ser fácil tratar con ellos.

Mientras los observaba, perdí la noción del tiempo, no sé cuánto rato pasé viéndolos. Fue hasta que uno de ellos, el de la mirada fría, devolvió mi mirada. Me sostuvo la vista por un par de segundos, y en cuanto nuestros ojos se encontraron, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Su mirada era tan fría, tan cargada de indiferencia, que me hizo sentir como si toda la atmósfera a mi alrededor se congelara. Me dio la sensación de que él no solo me estaba viendo, sino que me estaba analizando, buscando algo en mí, algo que yo no sabía que podía estar viendo.

Rápidamente aparté la mirada y continué atendiendo a los clientes, intentando mantener mi concentración en el trabajo. Sin embargo, el nudo en mi estómago no desaparecía. Sentía que alguien me observaba, como si él todavía estuviera pendiente de mí. Intenté distraerme, pero la sensación persistía. La presión sobre mi pecho aumentaba con cada segundo, y mi mente empezó a divagar.

Recuerdo que en algún momento, me vi a mí misma tratando de ignorarlo, diciendo que estaba exagerando, que no tenía razón para sentirme así. Pero la verdad es que no podía evitarlo. Habían pasado varios minutos, y la sensación de que alguien me estaba observando se intensificaba. Me volví para mirar discretamente, y ahí estaba, el chico de la mirada fría. Se mantenía sentado, pero esta vez, su mirada no era casual. Me estaba mirando fijamente, con la misma intensidad, pero ahora había algo más en sus ojos. No sabía si era curiosidad, desdén o algo más oscuro, pero no pude evitar sentirme vulnerable.

Vendida a un MafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora