Capítulo 8

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Era un día tan lluvioso que las nubes, densas y grises, cubrían por completo la luna, sin permitirle ni un resquicio de espacio para asomarse. El viento soplaba fuerte, y el frío calaba hasta los huesos. Jungkook, un niño de apenas seis años, estaba hecho una bolita en un rincón de aquel desolado callejón, acurrucado junto a un basurero que apenas lo cubría del viento helado. Sus pequeños brazos temblaban, y sus manos trataban de cubrir el poco calor que su cuerpo podía mantener.

Esta era la vida de Jeon Jungkook, un niño que sobrevivía día tras día limpiando parabrisas en los semáforos de la ciudad, durmiendo en callejones y enfrentando la crudeza de un mundo que le exigía actuar como un adulto. Era solo un niño obligado a enfrentar la vida sin ayuda ni protección.

En días como estos, solo deseaba que el sufrimiento acabara. Fantaseaba con el fin, soñando que, si cerraba los ojos lo suficiente, tal vez podría imaginarse entre los brazos cálidos de sus padres, en un abrazo que nunca más había sentido. Ese era su ruego silencioso, el deseo que lanzaba al cielo con cada latido, esperando que la lluvia se llevara su dolor.

Como si el universo respondiera a sus deseos, una noche apareció su salvador. Un hombre que lo tomó bajo su ala, le ofreció un hogar y lo educó como a un hijo, y que, en el futuro, le prometió ser dueño de todo lo que él poseía. La esperanza revivió en Jungkook, aunque con enseñanzas que, con el tiempo, se volvieron cuestionables.

Aquel hombre le enseñó que podía conseguir todo lo que quisiera, sin importar el costo ni las consecuencias. Le inculcó a ser autoritario, a saber cómo mantener a sus presas en la palma de su mano. No había lugar para la bondad; debía dominar, manipular y, si era necesario, castigar.

¿Quién podría juzgar aquella "educación" que le brindaban, cuando ese hombre le había salvado la vida? Nadie, nadie se atrevía a enfrentarlo. Así, Jeon Jungkook creció aprendiendo lecciones que ningún niño debería conocer. Su salvador, que en un momento había parecido un ángel, se convirtió también en un demonio: un ser que lo reprendía cuando no cumplía sus órdenes, que imponía castigos severos cuando él intentaba ser amable.

Si ayudaba a algún compañero de clase, su "ángel" lo reprochaba. Si intentaba hacer amigos, al regresar a casa lo esperaba una mirada amenazadora en la puerta, recordándole que no podía escapar de la oscuridad que se había adueñado de su vida.

Tan solo era un niño que necesitaba atención, cariño y apoyo, como el que alguna vez había tenido con sus padres antes del trágico accidente. Recuerdos de una vida en la que el arcoíris siempre adornaba el patio de su casa, donde los animalitos pululaban por el jardín y sus padres, con sonrisas de oreja a oreja, jugaban con él a imaginar historias de aventuras. Todo lo que un día fue se había esfumado, y aquellos recuerdos se volvían cada vez más lejanos. Las lágrimas, en su lugar, también se hacían cada vez más escasas.

Pensó mil veces en huir, en escapar de aquel mundo, pero cada vez que lo intentaba, él lo encontraba, y las consecuencias eran severas. Ahora ni siquiera podía quejarse; eso habría sido deshonrar al "ángel" que lo había sacado del hoyo.

Solo le quedaba obedecer y aprender.

Así pasaron los años, hasta que se convirtió en un adolescente. Sacaba siempre buenas calificaciones y permanecía aislado de sus compañeros. Esta soledad atrajo un sinfín de apodos y burlas; el bullying era constante. Su frialdad y su distancia parecían hacerlo un blanco fácil, y aunque admitía que le dolía, se repetía que tenía que aprender a vivir con ello, como siempre le decían. Llorar no era una opción; era solo otra señal de debilidad.

Una tarde, al salir de la escuela, Jungkook notó a unos compañeros esperando en la entrada, sus sonrisas burlonas y miradas llenas de malicia. Respiró hondo, sabiendo que no podría defenderse contra cinco chicos que, sin duda, lo golpearían. Y, como si fuera poco, en casa le esperaría otro castigo por "no saber defenderse". Mentalizándose para el dolor, se dejó arrastrar cuando lo acorralaron en un rincón detrás de la escuela, lanzando sus cosas al suelo y vaciando el contenido de su mochila.

Swim ᵏᵐDonde viven las historias. Descúbrelo ahora