Capítulo 3

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La música inundaba el establecimiento mientras Jimin acompañaba a su hermana y a su futuro cuñado hacia el altar. Llevaba una sonrisa agradable en el rostro, y las chicas y chicos a su alrededor le sonreían coquetamente. No era una novedad que Jimin fuera bisexual; para él, era la mejor elección, ya que le permitía experimentar de todo con todos.

Cuando llegaron al frente, ambos se abrazaron, compartiendo la felicidad del momento. Jimin se sentía como un padre entregando uno de sus mayores tesoros. Sabía que su hermana estaría en buenas manos, con alguien que la cuidaría como él lo haría, con una persona con la que formaría una familia llena de amor, la familia que ambos habían carecido en su niñez.

—Te entrego una parte de mi corazón y vida —dijo Jimin—. Sé que está en buenas manos, pero no me provoques si llegas a lastimarla.

Con aplausos y gritos, la boda llegó a su fin. Su hermana se veía tan feliz al lado de su esposo, compartiendo risas y destellando pura alegría. En algún momento de la fiesta, Jimin no pudo evitar sentir una punzada de envidia; una parte de él también quería ser feliz.

¿Pero quién era él para tener ese privilegio?

No se lo merecía, se lo repetía una y otra vez. Su única misión sería asegurarse de que su hermana fuera feliz en cada instante de su vida.

Alejado de las personas, se encontraba fumando mientras el viento revolvía su peinado y sus manos se enfriaran. Observaba cómo el crepúsculo hacía su aparición, contrastando entre los árboles y el lago. Tarareaba la canción que sabía de memoria, divagando entre recuerdos que le sacaban unas cuantas sonrisas junto con algunas lágrimas.

Su hermana lo había estado observando desde hacía un rato, y preocupada, se fue acercando sigilosamente.

—Deberías volver a la fiesta —comentó Jimin sin voltear a verla.

—Tú también. En unos momentos diremos algunas palabras —respondió ella, quitándole el cigarro de la mano y tirándolo al suelo antes de pisarlo—. No quiero ser entrometida, ¿dónde te quedaste a dormir?

Jimin solo le había avisado a su hermana que pasaría la noche en otro lugar, sin dar detalles. Aunque eso la preocupaba, sabía que su hermano sabía cuidarse a la perfección.

—Con un chico. Estuvimos en su carro y después pasamos a un hotel para descansar —dijo, volteando a verla—. Pero no te preocupes, deberías entrar a la fiesta.

—¿Seguro que solo eso pasó? —susurró su hermana con cautela.

—Si te preocupa que haya ido a la casa, puedes estar tranquila —le sonrió—. Pasado pisado, pasado superado.

—Bien, sabes que siempre seré tu confidente —lo abrazó.

—Lo sé, así que no te amargues —le dio un beso en la mejilla.

—Ya no lo haré, así que te veo adentro. Quiero que des algunas palabras —lo señaló con el dedo.

—Te bailo, pero nunca podré dar un discurso porque no soy bueno —levantó las manos mientras reía.

—Está bien, pero debes entrar. Te amo, y por favor, deja de fumar —dijo ella, dirigiéndose hacia la entrada de la carpa.

Su sonrisa se desvaneció, suspiró con gran pesadez mientras la tristeza ocupaba su mente y corazón. Necesitaba follar con alguien para quitarse ese malestar de encima y, al menos, tomar una taza de café para mantenerse despierto.

De regreso en la fiesta, Jimin bailó con varias personas, pero ninguna llamaba su atención hasta que conectó con una linda chica de cabello castaño. Terminaron besándose apasionadamente en una de las habitaciones de un hotel cercano.

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