☔Bajo el paraguas☔ (Lumelia) (Toh) (Español)

Comedor

—¿Qué pasó ayer?

Rodé los ojos y me limité a ignorar a Boschette mientras guardaba los materiales en la mochila.

—En serio, dímelo.

Hice una mueca en cuanto se acercó más a mí.

—¿Noceda, qué demonios hiciste con Amelia? ¿Os habéis liado?

—No y no te importa.

—Bien borrachas que llegasteis.

—Como sigas así te voy a partir la boca—gruñí impaciente. —No tengo nada que hablar contigo—. Sentencié antes de salir por la puerta hacia mi clase ignorando sus quejas.

Después de clases me senté en una mesa de la cafetería para esperar a Amelia mientras pasaba mis apuntes a limpio.

—Wow, que chulo—dijo poniendo una mano en mi hombro mientras se sentaba junto a mí.

Me confundí unos instantes hasta que reconocí a Amelia y sonreí mirando mis apuntes.

—¿Qué es eso?

—Es un Lamassu. Una figura sumeria con carácter protector.

—Parece una esfinge.

Me reí.

—Sí, al fin y al cabo todas las culturas antiguas se inspiraban en otras para sus criaturas. Lo curioso de estas es que siempre tienen una pata de más.

Amelia frunció el ceño.

—¿Por qué?

—Si las ves de frente parece que está quieta, dándole una pose de fuerza y seguridad, pero si la ves desde un lado parece que está avanzando.

Amelia alzó las cejas.

—Mola.

Sonreí y le acerqué el plato que le había elegido.

—¿Y esto?

—Había mucha gente y sabía que no llegarías a tiempo para la única comida que está buena de hoy.

Amelia observó el plato en silencio.

—Es mucho—murmuró.

—No tienes que comértelo entero—Me encogí de hombros—. Pero me he fijado en lo poco que comes. Si lo haces por figura he de decirte que no es necesario.

Amelia se sonrojó y bajó la mirada.

—Gracias—Tragó saliva—. Pero no es por eso.

—Ya sé por qué es—La corté con una mirada—. No hace falta que hables de eso, pero como tu amiga me veo en la obligación de hacerte entender que no es sano.

—¿Cómo demonios vas a saber por qué?

—Puede que venga de familia humilde, pero no soy tonta, Ame— Le agarré la mano—. Come un poco.

Amelia me dio una mirada antes de asentir despacio y comenzar a cortar la carne.

—Gracias—dijo con voz suave.

Mi única respuesta fue menearla levemente de forma amistosa.

—Pues claro.

Comimos envueltas en un agradable silencio acompañado del murmullo propio de una cafetería en hora punta y tras un rato Amelia se limpió los labios con elegancia.

—Tomas muy en serio las amistades ¿Verdad? —preguntó con una sonrisa.

Asentí.

—En general, tomo en serio cuidar de los míos.