Despierto con los primeros rayos de sol, hago lo mismo con mi compañera Laura y entre las dos acomodamos nuestra tienda de campaña para luego ayudar a los demás con el desayuno-almuerzo.
Me sujeto el cabello en un chongo mal acomodado, la cinta se amolda en mi oscuro pelo para no ensuciar la comida, tomo uno de los cuchillos y empiezo a picar las zanahorias.
—Esto es tan machista, claro, las mujeres nacimos genéticamente diseñadas para cocinar— se queja en lo bajo Laura.
Me limito a sonreír para apaciguarla; yo sé que Laura odia cocinar, en lo personal a mí no me molesta por eso no pienso nada sobre machismo aunque analizando bien parece un comentario injustificado considerando todo lo que realizamos ambos géneros.
— ¿Tienen las verdura listas? — nos pregunta de pronto la señora Paf.
Ambas negamos con la cabeza y volvemos a concentrarnos en nuestra tarea, Laura pela a velocidad las papas, puede ser asombrosa con los cuchillos. Su piel morena contrasta con lo amarillo de las patatas; con su mano se lleva el cabello atrás de la oreja para poder ver mejor su trabajo. Cuando le conocí llevaba el cabello corto casi como chico ahora lo tiene por debajo de la barbilla, castaño de las raíces pero rubio desde la mitad.
Yo termino de cortar las zanahorias e inicio con las papas limpias, muero de hambre pero no me atrevo a robarme una galleta hasta terminar mi tarea; pronto el olor del café llega hasta mi nariz e inevitablemente mi estómago comienza a gruñir.
—Karin está enojada, Kari va a comerme— murmura Laura en canción.
Desde que la conozco Laura es muy bromista y le gusta entretener a los demás, tiene unas cartas de tarot con las que según lee el futuro pero solo las usa para pasar un buen rato.
La señora Paf vuelve y pregunta lo mismo, me disculpo en nombre de las dos al notar que está molesta, es comprensible: nos levantamos después que ella y parece que solo jugamos pero no es así. En cuanto se marcha le hago señas a Laura para que deje los chances para después; ella me da una sonrisa maliciosa antes de enfocarse en su deber.
Después de completar nuestra labor la señora Paf pide que reunamos a todos para repartir el café, cada una va en busca de la gente en el campamento: el señor Paf, los gemelos Samuel y Beatriz, Marcos, el señor Max, Nancy, Edith, Luis, Oscar, Eduardo, Carmen, Ines, el señor Salvador.
Con calma repartimos el café, el pan y las galletas. Yo tengo tanta hambre que quiero sentarme de una vez, miro con envidia a los demás que alrededor conversan e intento no darle un buen golpe en la cabeza al pequeño Samuel que se niega a comer.
Samuel reniega del café, con toda la calma de la que soy dueña le explico que por el momento no tenemos otra cosa pero que si es paciente podríamos tener algo de leche o té en breve. Samuel no entiende pero su hermanita Beatriz lo hace entrar en razón (desafortunadamente es a base de golpes) ya todos tiene su porción o casi, apartado de todos esta Cristian.
Sentado en un tronco viejo da la espalda al resto, su piel trigueña, el cabello marrón con un mechón rojizo, sus ojos color miel; es atlético, reservado pero una buena persona que se preocupa por los demás. La mayoría entiende que ese es su carácter así que lo dejan tranquilo pero todos lo aprecian y lo incluyen en el grupo.
Yo me acercó con su desayuno, mi corazón late como loco conforme me aproximo e intento calmarme pues me asusta que se dé cuenta que babeo por él. Respiro profundo antes de llegar y le doy una sonrisa.
—Creo que te hará bien comer algo— es mi saludo, por mi mente cruzaron miles de maneras de iniciar una conversación pero esta es la única que sale de mi boca.
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Viviendo entre muertos
AdventureCuando el apocalipsis llega siempre se muestra lo peor de la humanidad: la lucha y miedo pero tambien lo más hermoso que tiene, el amor, compañerismo y lealtad. Karina, Laura, Cristian, Oscar y otras personas se embarcan en los peligros de la carret...