Fe en las personas

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Gracias a estas amables mujeres logramos sobrevivir, el helicóptero está en toda de su capacidad pero afortunadamente estamos todos, el conductor parece ignorar la existencia de todos mientras las dos mujeres averiguan de Marcos nuestra historia, a mi cuerpo le están dando unos extraños temblores producto de mi esfuerzo así como un dolor profundo que para olvidar contemplo la ciudad a través de la ventana: cadáveres que caminan de modo azaroso, basura regada, carros parados por doquier, perros que corren como en busca de algo.

Lo que realmente me impresiona es ver la emblemática avenida revolución y el ángel de la independencia repletos de personas que sé, están muertos. La ancha avenida de casi quince carriles y varios de kilómetros se ve manchada de gris por los pútridos cadáveres que la habitan (un mar de muertos pienso).

Vuelvo mis ojos adentro, el motor suena con toda potencia por lo que pronto conseguimos llegar a un edificio no muy alto donde aterriza el helicóptero, a partir de ese momento andamos por el techo hasta llegar al puente colgante que ellos tienen para conectarse al campanario de una iglesia, es más seguro que lo que usamos y con todo tardamos el doble en cruzar por nuestras condiciones de salud.

Una vez en el campanario descendemos por la escalera en caracol estrecha, el olor a polvo nos obliga a estornudar varias veces. Esos escalones tan angostos que solo cabe un pie nos aletargan y yo dolida en el cuerpo se me hace insoportable, así que al final dejo que me ayuden los extraños al poner el último pie en el escalón.

Conforme me siento mejor me percato que estamos en una iglesia con estilo barroco muy antigua que además dispone de un convento de igual estilo, piedras gruesas en el patio, una fuente sin agua, las pocas plantas y el pasto son dorados por la temporada, los pasillos tienen columnas hasta convertirse en arcos, la gente se mueve de aquí para allá para auxiliar a mis amigos. No dejo de agradecer.

Una mujer ya anciana me toca el cuerpo como examinando, lo hace con cuidado para lastimarme lo menos posible, luego se va. De rato regresa con una bebida verde que me obliga a tomar a pesar de su amargo sabor, me dice que sabe de hierbas curativas además me hace saber que si sigo forzando mi cuerpo podría quedar cuadripléjica pues tengo una lesión en la espalda, me sugiere que descanse varios días para sanar por completo.

Le ordena a un hombre que me lleve a una habitación pero les pido que me dejen en el patio con mi grupo y ella sonríe al comentarme que también serán llevados a los dormitorios para mejor atención.

Por azares del destino me toca estar con Laura que parece revitalizada pero se mantiene acostada en la amaca donde la han puesto, yo estoy en una cama muy dura y tampoco me muevo.

-Tú y Marcos son unos locos- me reprocha desde su lado.

A mí me parece ridículo responder algo que es obvio: moríamos de quedarnos ahí.

-No sabes lo desesperado que se puso Cristian cuando se dio cuenta- menciona con desgano, a pesar de verse bien no se repone del todo.

El nombre de Cris me inquieta por lo ocurrido recientemente y Laura se da cuenta de inmediato, encuentra la manera de sacarme las cosas con facilidad luego exclama.

-No sé qué decir, tal vez que eres una tonta. Expresar que te ama es realmente hermoso-.

-Lo dijo porque estaba asustado, es como si lo presionara para ello...-

No me deja terminar -La asustada eres tú, yo estuve presente cuando caíste de las maderas. Yo no dudo para nada de sus palabras-. Suspira con irritación -Y pensar que su primera pelea fue por un te amo, lo que hay que escuchar-.

Dejamos de charlar, en serio trato de no sentir culpa, de cierta manera conozco que Laura tiene razón pero para mí asimilarlo es difícil, no quiero que ese te amo no sirva para nada; que a pesar de todo este amor alguno muera; aunque tampoco deseo que si alguno muere se quede un sentimiento inconcluso.

Viviendo entre muertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora