Nuevas perspectivas

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La mañana inicia con gritos y disparos, me incorporo de un salto para averiguar que sucede: soldados se enfrentan a algunos de los nuestros que están como poseídos y de inmediato comprendo que son fresquitos; le informo a todos entre murmullos lo que sucede. No tenemos armas para defendernos, ese es el error que el ejército comete, al pensar en el exterior e intentar inmovilizarnos nos ha quitado toda forma de cuidarnos por nuestra cuenta por lo que ahora mismo estamos indefensos.

Tomo a Beatriz de la mano y corro a donde está la cocina con la esperanza de encontrar con que defenderme, entre la confusión suplico que ningún fresco se percate de nuestra existencia. Apenas entro en la tienda siento un empuje en mi espalda, consigo girar con esfuerzo y pateo con todas mis fuerzas a mi oponente que no es otro que el señor Salvador, no quiero hacerle daño aunque sé que está muerto. Vuelvo a patear en el estómago a aquel hombre pero no retrocede, a veces olvido que no sienten dolor y que esto no los hará detenerse.

Le gritó a Beatriz que hulla, la pequeña me obedece no sin lanzarme un cuchillo primero, los brazos fuertes del señor Salvador los cruzo con mi fuerza al tiempo de usarlos como escudo contra la cara poseída de este.

No puedo soportar más, ni tocar el cuchillo, de pronto un disparo en el cráneo lo inmoviliza mientras me mancha de sangre. Empujo el cadáver con repulsión, los gritos del señor Salvador vibran en mis oídos.

-Levántate- la voz de Javier me reanima.

Me cuelgo el cuchillo en una parte de mi cinturón pues Javier me ha entregado un arma.

- ¿De dónde salieron? - preguntó.

-La doctora Wallace atacó a unos en la madrugada y ya sabes lo rápido que se activan una vez eso- contesta con sequedad.

Salimos de la tienda dispuestos a todo, mi puntería no falla incluso sobre hombres que se lanzan directo a nosotros. Por fortuna no hay muchos frescos en el lugar; seguimos siendo mayoría y pronto los aniquilamos. Unos gritos conocidos me hacen voltear atrás mío pues Beatriz es quien los emite.

La pequeña corre a toda velocidad para escapar de una mujer frenética, está bastante retirada de mí, sin embargo no me desánimo y comienzo a correr pero Javier usa su cuerpo para derribarme contra el suelo al tiempo de usar su cuerpo como escudo. Entonces me percato de que la pequeña Betti tiene algo en las manos que lanza a su agresora. Todo explota con intensidad, demasiado cerca del cuerpo de la niña que se parte en pedazos sin que pueda evitarlo.

De nuevo otra explosión producto de esta, cerca de un camión, le siguen otras tres y puedo sentir el calor en la piel a pesar de que Javier hace todo para cubrirme, una llama enorme se eleva (apenas puedo mirarla) mientras el humo se expande en la zona, olor a caucho y gasolina quemada inundan mis pulmones; los oídos me zumban con tal fuerza que me es imposible escuchar algo. Siento el tirón de mi brazo por parte de Javier que supongo me ordena me levante, su rostro sucio dibuja muecas de preocupación y no para de hablar pese a que no puedo escucharle.

Me doy cuenta que una barra metálica vuela con dirección a nosotros así que empujo a Javier con todas mis fuerzas y todo se vuelve oscuro.

A lo lejos escucho una voz suave, como si cantara, todo vuelve a iluminarse un poco, es cuando veo que estoy en un hospital, mi mente me dice que ya he estado aquí pero no puedo decir muy bien porque; los cantos atrapan mi atención en una esquina donde yo y otra persona nos escondemos.

Es Nina, su cabello mal amarrado con una liga roja, su camisa de cuadros y el pantalón de mezclilla; tararea en lo bajo. Yo sujeto el machete con todas mis fuerzas.

-Debemos reunirnos con los otros- me dice Nina.

Ahora recuerdo, nos separamos del grupo unos días atrás, nuestra intención es buscarlos en la base con la esperanza de que aún sigan ahí. Me cuelgo correctamente la mochila, no quiero perder lo poco que logramos recolectar, trago saliva con cuidado.

Viviendo entre muertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora