| Capítulo IX |

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Salieron de las sombras con un siseo peligroso; eran largas, delgadas y desprendían una impresión terriblemente amenanzate con las constantes líneas de tierra que rodeaban todo su cuerpo cual pulseras. Era como ver a los demonios salir del inframundo, preparados para despertar la tentación de los hombres en la tierra de los mortales.
No tenían ojos, ni brazos, ni piernas, ni rostros, pero en el inicio de sus cuerpos sobresalía una boca llena de filosos y amarillentas dientes, como la entrada de una cueva y en ella salían múltiples piedras de punta.

Los chicos retrocedieron hasta quedar atrás de Jonh Dorry, menos Tito que se escondió en la pequeña coleta de la reina.
La imponente bestia soltó un rugido más. La tierra tembló con más fuerza. Las pupilas se encogieron ante la posibilidad de morir y sus piernas comenzaron a temblar. Antes de que pudieran retroceder un poco más, los arbustos se movieron con lentitud. Era como si ese rugido fuera un llamado para el resto de esas criaturas y, la verdad, así era. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis criaturas surgieron de las sombras con un hilos de saliva recorrer sus dientes cual telarañas. Estaban rodeados y cada salida parecía un simple sueño infantil.
La criatura frente a ellos soltó un último rugido y avanzó con una fuerza brutal.

-¡Rhonda! ¡Ahora!

La oruga vehículo rugió con determinación, como si entendiera la intención de esas dos palabras a la perfección.
Corrió a toda velocidad. Tomó a todos los trolls de un bocado y los aventó al aire para caer en su blanco lomo y salir corriendo del lugar. La reina y el hermano no dejaron de gritar en el proceso, pero Jonh Dory no se inmutó en ningún segundo. Rhonda corrió lo más rápido que pudo, pero aquella criaturas no perdieron el tiempo.
No pasaron ni dos segundos del movimiento que hizo John para que todas las criaturas cayeran con violencia. Las bocas bien abiertas; listas para comer su aperitivos.
Brincó. Bajó. Giró a la izquierda y a la derecha, mas donde fueran las criaturas les llevaban ventajas.
La tierra parecía desaparecer detrás de ellos.

-¿Qué son esas cosas?-gritó Poppy desde la parte de atrás.

-Son Slippery of death-agregó Jonh sin dejar de mirar el camino-. Lombrices que tienen un agujero negro de estómago.

El troll de cabello rosado le lanzó una sería mirada, pues conocía a la perfección la exageración de su hermano en las cosas.

-¿Es una broma, verdad?

Este lo miró por encima de su hombro con la frustración marcando su frente.
-¡Te parece que estoy jugando!

Una cuna de dientes se acerca al lomo de Rhonda. Esta da un salto adelante y esquiva, aunque los trolls no evitaron agacharse por instinto.
La lombriz suelta un rugido de irritación.

-Debemos salir antes de

Un fuerte golpe de otra lombriz lo hizo caer de Rhonda. Rodó por las inmesas dimensiones de las bestia hasta quedar atrás, en un pequeño espacio de pasto seco

-¡John!-Chilló Floyd.

Rhonda escuchó el grito. Se preocupó ver a lo lejos la pequeña figura de su dueño levantarse con dificultad. Dio la vuelta con brusquedad y corrió en su dirrección.

El dolor adorno la matiz de John Dory. Trató de sacar su vieja y confiada navaja del chaleco, pero unos dientes se levantaron de forma despiadada. Cayó en picada dispuesto a devorar a a John.
Sin embargo, la imágen de la reina pop tomando su mano lo dejó desconcertado.
Esta jaló al hermano de nuevo al lomo de Rhonda mientras los dientes de aquella lombriz se encajaron en la tierra.

La reina tomó a Jonh con fuerza mientras Floyd conducía con seriedad.

-¡Son demasiado rápidos!-gritó la reina sin dejar ver el camino desapareciendo en los dientes de aquellas criaturas.

No estas solo [Trolls 3: se armó la banda]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora