Capítulo 4: Noticias

111 19 0
                                    

Toji caminaba a su escuela primaria. Tenía diez años y, en muchos sentidos, llevaba una vida que podría describirse como "normal". O al menos, eso parecería para un niño cualquiera. Pero él sabía que su situación era complicada: su madre trabajaba duro y, a menudo, se enfrentaba a problemas de dinero. A veces, un hombre venía a la casa y discutía con ella en voz baja. Aunque nunca lograba escuchar lo que decían, tenía claro que era el jefe de su madre y que la presión no cesaba. Así que, allí estaba, frente al edificio escolar, observando cómo algunos de los niños se apartaban de su camino.

Toji se había ganado cierta reputación entre sus compañeros. Su carácter fuerte y su disposición para golpear a otros niños, especialmente cuando se burlaban de él por no tener un quirk, le habían dado fama de ser un "problemático". Pero a él eso no le importaba. Con una mentalidad madura y fría para su edad, pensaba que, si iba a pasar por todas las dificultades de la vida nuevamente, no permitiría que nadie lo pisoteara. Además, no le importaba no tener un quirk; para qué necesitar uno cuando sus manos, con apenas un poco de esfuerzo, podían doblar metal. Había descubierto que, al igual que en su vida pasada, ganaba fuerza con facilidad. A escondidas de su madre y de su abuela, hacía ejercicios en el parque o en cualquier rincón discreto que encontrara, disfrutando del aumento constante de su fuerza.

Al llegar a su salón, se sentó en su pupitre y, sin más, se echó a dormir. La campana sonó, y los otros niños salieron emocionados al recreo, pero él se quedó ahí, con la cabeza recargada en el brazo. Una de las maestras, una de las pocas personas que le sonreía genuinamente, se le acercó y, con voz suave, le dijo:

"Fushiguro-kun, vamos, sabes que no puedes quedarte aquí. Sal y disfruta un poco."

A regañadientes, Toji obedeció. No le gustaba la escuela ni las interacciones forzadas con los otros niños, pero respetaba a la maestra, así que decidió hacerle caso.

Al finalizar el día, regresó a casa. Al entrar, dejó la mochila en el suelo y se quitó los zapatos mientras decía con tono bajo:

"Ya llegué."

Desde la cocina, su abuela le respondió sin mirarlo. "La cena estará lista pronto. Ve a darte un baño y lleva esa mochila a tu cuarto."

Toji suspiró y tomó la mochila del suelo, pero al girarse, la puerta principal se abrió de golpe, y se encontró frente a su madre. Era extraño verla a esta hora, pues normalmente llegaba de madrugada.

"Toji, ven aquí y dale un abrazo a tu mami." Extendió los brazos hacia él.

Toji puso mala cara y trató de retroceder, pero su madre fue más rápida. Lo atrapó y lo envolvió en un abrazo que, por más que intentara zafarse, no lograba romper.

"Suéltame, bruja", protestó Toji, pero su madre solo lo apretó más fuerte.

"¿A quién llamas bruja, mocoso?" replicó ella, con una vena sobresaliente en la frente.

El ruido llamó la atención de su abuela, quien salió de la cocina y frunció el ceño al ver la escena.

"Yaeko-chan, ¿qué haces aquí tan temprano?" preguntó, confundida.

La madre de Toji sonrió, sin soltarlo. "Renuncié a ese trabajo." Sonrió ampliamente. "Mi jefa vio el esfuerzo que hago y me pidió que sea su asistente personal."

Toji parpadeó, sorprendido. ¿Tan fácil era conseguir algo así? Desconfiado, lanzó una pregunta. "¿No te resulta extraño?"

"Sí, lo pensé también", admitió su madre. "Pero me hizo firmar unos papeles y, cuando los revisé, parecía que todo estaba en orden. Empiezo mañana mismo."

Finalmente, lo soltó y se volvió hacia él, con una expresión seria. "Ah, y ve preparando ese cerebro tuyo. Cuando termines la primaria, vas a ir a la mejor secundaria de Japón."

Toji la miró con una media sonrisa, burlón. "¿Y si nunca termino la primaria?"

Sin perder el tiempo, su madre le pellizcó la mejilla. "Si me entero de que repites un año a propósito, te aseguro que vas a lamentar el día en que naciste."

Toji, molesto, intentó zafarse de nuevo. "Déjame en paz", refunfuñó, y trató de empujarla. Un error que notó al instante.

"¿Te atreves a levantarme la mano, mocoso?" Su madre lo levantó de un brazo y le dio una serie de nalgadas. "¡Vas a aprender modales!"

Mientras le llovían los regaños y azotes, Toji se lamento de volver a pasar algo humullante en su vida

Ya varios dias despues de la noticia en la noche, Toji escuchó golpes fuertes en la puerta. "¿Otra vez él?", pensó con frustración, escuchando cómo su madre iba a abrir. Estaba a punto de volver a dormirse cuando los murmullos se convirtieron en gritos y escuchó un golpe seco. Se levantó rápidamente y fue hacia la entrada. Allí estaba su madre, en el suelo, con una mano en la cara, mientras un hombre bajo y corpulento la miraba con una expresión llena de furia. "No quiero escuchar nada. Eres mi mejor mercancía; los ricos solo van al bar por tu trasero, así que ve a cambiarte, maldita zorra", gritó.

Toji no necesitaba escuchar más. Sin pensarlo, se lanzó contra el hombre, impulsándose para clavarle el pie en el estómago. Con el impacto, lo empujó varios pasos hacia atrás. "¡Toji!" escuchó el grito de su madre, pero no le prestó atención y siguió atacando. Corrió hacia él y lo golpeó sin parar. Sentía la adrenalina y no sabía cuántos golpes había dado cuando el hombre, en su desesperación, sacó una navaja e intentó apuñalarlo. Toji lo vio venir y tomó la hoja desviando la trayectoria. El hombre, al verse atrapado, intentó golpearlo con la otra mano, pero Toji la atrapó también, manteniéndolo controlado mientras lo miraba directamente a los ojos y le susurraba, con una calma perturbadora para alguien de su edad: "Vuelve a tocar a mi madre y te juro que desearás estar muerto". Entonces, con un rápido movimiento, le dio un cabezazo, dejándolo inconsciente.

Toji soltó las manos del hombre y se giró hacia su madre, quien estaba demasiado cerca y lo miraba con el rostro pálido. Rápidamente lo revisó, viendo cómo había sujetado la navaja y evitado el ataque, aunque notó algo extraño. "Toji, tu mano...", murmuró, notando la sangre que goteaba de su palma. "Oh, descuida, sanará. Lo importante ahora es tirar este saco de grasa al río o algo así", respondió él con indiferencia.

Ella lo miró incrédula antes de tomarlo en sus brazos y arrastrarlo adentro, ignorando las protestas de Toji. Lo llevó al baño, sacó el botiquín mientras su madre, despertada por el alboroto, se asomaba desde el pasillo. "Mamá, llama a la policía", le pidió Yaeko.

La abuela, al ver toda la sangre y el cuerpo del hombre afuera de la puerta, miró a Yaeko con preocupación. No preguntó nada; el brillo severo en sus ojos decía suficiente. Fue rápidamente en busca del teléfono, murmurando entre dientes. "Esto ya pasó todos los límites...".

Ya con la puerta cerrada, Yaeko sento a Toji en la banqueta, sacando vendas y agua purificada del botiquín. "Esto va a doler un poco", dijo, limpiando la herida en su mano. Toji apretó los dientes al sentir el ardor, pero no apartó la mirada. Se dio cuenta de que Yaeko lo observaba con intensidad, como si intentara descifrarlo. Él desvió la vista, sintiendo que las palabras se acumulaban en su garganta.

"Toji...", susurró ella al fin. Toji respiró hondo, buscando una explicación que la calmara, pero las palabras se sentían torpes. "Mira, puedo explicarlo...", comenzó, aunque no sabía realmente cómo justificarlo. No fue necesario decir nada más; antes de que pudiera siquiera completar la frase, Yaeko lo envolvió en un abrazo apretado.

"Lo siento... lo siento tanto por meterte en esto", murmuró ella contra su cabello, su voz temblando levemente. "Yo solo quiero lo mejor para ti... por eso, yo...". Toji sintió el peso de la disculpa en sus palabras, una carga que él no esperaba, y por un momento solo pudo quedarse quieto, confundido. Lentamente, levantó los brazos y le devolvió el abrazo. Notaba que ella estaba al borde de las lágrimas, que su fuerza flaqueaba.

Toji se sorprendió al sentir algo parecido a calma. Su madre solía ocultar sus lamentos de el, intentando parecer fuerte, y ver ahora que no intento ocultar esa fragilidad lo confundía, lo hacía sentir protector. Ambos se quedaron en silencio, aferrándose el uno al otro mientras el eco de sus respiraciones llenaba el cuarto.

Finalmente, el silencio fue roto por el lejano sonido de una sirena, que se acercaba poco a poco. Los brazos de Yaeko se tensaron alrededor de él al escucharla, y lo soltó, secándose rápidamente las lágrimas antes de que llegaran. Ella lo miró de nuevo, y él entendió que, a pesar de todo lo que había pasado, ella no lo juzgaba, no lo veía como algo más que su hijo.

Toji en My Hero AcademiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora