Capítulo 5: Nueva Pagina

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Mientras las sirenas de la policía se apagaban en la distancia, Yaeko y Toji se sentaron en el sillón de la pequeña sala de su hogar. El ambiente estaba cargado, y aunque Yaeko intentaba mantener la calma, Toji podía ver la tensión en sus ojos. Ella le acarició la mano, ignorando el escozor de su herida.

Yaeko hizo una pausa, buscando las palabras correctas para explicarle a Toji la situación sin revelarle demasiado. "Toji... quiero que entiendas algo. Este hombre... era mi jefe, en el bar donde trabajaba." Se detuvo, tratando de ocultar la incomodidad en su voz. "Era un lugar... complicado. Me pagaba bien, pero no era... no era el mejor sitio."

Toji frunció el ceño, cortándola sin rodeos. "¿Fuiste una prostituta, mamá?"

Yaeko sintió que el aire se detenía por un segundo. La franqueza de la pregunta la dejó atónita; jamás imaginó que Toji supiera algo sobre eso. "¿De dónde sacaste...?" exclamó, el pánico coloreando sus palabras. Recuperándose con rapidez, negó enfáticamente. "No, Toji. No, nunca fui eso. Solo trabajaba en el bar. Era... complicado, sí, pero nunca hice nada de eso."

Él la miró fijamente, escuchando en silencio, y cuando terminó, lanzó una sonrisa ladeada, como si encontrara el tema divertido en lugar de serio. "Entonces, ¿mi mamá tenía un trabajo de esos? ¿Y todo el mundo pensaba que solo servías copas?" Se cruzó de brazos, conteniendo una risa. "¿Y ahora me vienes con esto como si me fuera a molestar?"

Yaeko se sonrojó, enojada dijo. "Oye mocoso No es algo de lo que me sienta orgullosa. Como dije era... complicado." Le tomó la mano con firmeza, buscando que él entendiera lo importante que era dejarlo atrás. "Todo lo que hice fue para que estuviéramos bien, para que tu estés bien."

Toji soltó una carcajada suave, dándole una palmada en el hombro con un gesto despreocupado. "Mamá, no te pongas tan seria. Si pagaban bien, ¿qué más da? Además, eso ya quedó atrás, ¿verdad? Que si viene uno de esos tipos, pues ya los mando a volar."

Yaeko esbozó una sonrisa, aliviada por su respuesta inesperadamente relajada. "Sí, exactamente. Ese trabajo ya quedó atrás. Ahora, con esta nueva oportunidad, nada de eso importa."

Toji asintió, aún divertido, aunque con una seriedad que se asomaba apenas en sus ojos. "Entonces, ¿todo esto significa que ya no voy a ver más a tipos raros como ese? Porque si vuelven, ya sabes que yo los puedo 'atender'."

"Así es," le aseguró Yaeko, tratando de no reír ante su tono. "Ahora las cosas van a ser diferentes. Solo preocupémonos por nosotros."

Toji sonrió, contento de haber roto la tensión con sus comentarios, pero en el fondo, sabía que siempre tendría un ojo puesto en ella.

Los años pasaron rápidamente, y cuando Toji cumplió doce, su madre le anunció que tendrían que mudarse antes de lo previsto. La jefa de Yaeko había decidido cambiar la sede principal a la prefectura de Aichi. A Toji, francamente, le daba igual. Nunca hizo amigos en la zona, y dudaba que haría alguno antes de los veinte, al menos. Tenía poca paciencia para los niños y prefería mantener su distancia.

Después de empacar sus escasas pertenencias, Yaeko le pidió un último favor.

"Ah, Toji, ve a pagar la cuenta en la tienda de Takeshi. Aquí tienes el dinero."

Toji tomó el dinero y se dirigió unas cuantas calles hacia la tienda. Allí estaba el anciano, con la misma cara arrugada de siempre y un poco de polvo en el delantal. "Antes de llegar a ese punto, me suicido," pensó Toji, imaginando que tendría que trabajar hasta tan viejo como él.

"Hey, viejo. Te dejo el dinero que te debemos del mes," dijo, depositando los billetes en el mostrador.

"Oh, Toji-kun, me enteré que se mudan. Es una pena, se te va a extrañar." El anciano lo miraba con algo de melancolía en los ojos, pero Toji asintió, más que listo para irse.

"Oh, espera, muchacho. Aún no te he pagado por los días que trabajaste. No terminaste la quincena." Toji se detuvo en seco. Nunca diría que no al dinero. Además, esos yenes eran los que usaba para sus propios caprichos; odiaba depender de su madre para cada cosa.

"Por los tres días serían 7500 yenes. Fue un gusto, Toji-kun. Te deseo lo mejor." El viejo sonrió mientras le entregaba el dinero. Toji tomó los billetes, recordando las horas que había pasado moviendo y acomodando el inventario. Trabajaba casi todos los días en la tienda, levantando cajas pesadas y organizando productos en las estanterías. Era un trabajo sencillo para el, pero no para el anciano.

Toji con una pequeña sonrisa de aprobación. "Lo mismo digo, viejo. Gracias por ayudar a mi familia."

El anciano le sonrió cálidamente. Toji guardó el dinero en su bolsillo y volvió a casa, donde el camión de mudanzas ya estaba estacionado, con su madre supervisando la carga.

"Toji, ayuda a los muchachos a cargar el camión," le pidió Yaeko, sin voltear a verlo.

Él levantó una ceja y miró a los empleados que trabajaban apresurados. "¿Por qué? Les estamos pagando para eso, ¿no? Así que, muchachos, hagan su trabajo."

Los empleados lo miraron con cara de pocos amigos, y su madre, Yaeko, apretó los labios, claramente conteniendo su irritación. Toji, con una sonrisa burlona, decidió ignorarlos y se metió en la casa.

Ya con la casa vacía, Yaeko le echó un último vistazo. Este lugar había sido escenario de buenos y malos recuerdos, aunque más malos que buenos. Suspiró, resignada. Su mirada se posó en una grieta en la pared; con una sonrisa nostálgica, la tocó suavemente. La grieta le recordaba un incidente de cuando Toji tenía ocho años. Aquel día, unos niños le habían lanzado un globo con agua, y si no hubiera sido por la intervención de su maestra, seguramente esos niños habrían terminado en el hospital. Toji, furioso, se desquitó con la pared en cuanto llegó a casa. Recordaba ese día porque fue la primera vez que lo había visto realmente asustado por la intensidad ya que fue la primera vez que usa un cinturón para corregirlo.

"Bueno," murmuró con una sonrisa suave, "nueva página, y un futuro mejor para Toji."

Su reflexión fue interrumpida por la voz de su hijo, lanzada desde la calle con impaciencia. "¿Y? ¡Apúrate, bruja, o vamos a perder el tren!"

Yaeko apretó los puños, sonriendo con resignación. Sabía que él usaba esas palabras de forma irónica, pero eso no le impedía tener ganas de darle un buen puñetazo. Respiró hondo, cerró la puerta por última vez, y salió, lista para enfrentar lo que viniera en esta nueva etapa... y de paso, darle una lección a su querido hijo.

Toji en My Hero AcademiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora