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Las notas entre Ni-ki y Jungwon continuaban, cada vez más intensas, cada vez más personales. Sin embargo, algo dentro de Ni-ki comenzaba a oscurecerse, a envenenarse con una emoción que nunca había sentido de forma tan devastadora: los celos.
Cada vez que veía a Jungwon rodeado de amigos o hablando con alguien más, una ira profunda lo consumía. Sentía que aquellos que se acercaban a él eran obstáculos, amenazas que lo apartaban de su "conexión" con Jungwon, una conexión que Ni-ki sentía como algo sagrado, algo que nadie más debía interrumpir.
Una noche, mientras acechaba a Jungwon desde las sombras, Ni-ki lo vio riendo y hablando con otro chico en la puerta de su casa. Observó cada detalle: cómo Jungwon sonreía y el brillo en sus ojos. Aquella escena lo hirió como si le clavaran una daga en el pecho. ¿Cómo podía Jungwon acercarse a otros de esa forma, entregando sus sonrisas y palabras a personas que no lo entendían, que no lo apreciaban como él?
El chico se despidió de Jungwon y comenzó a caminar solo por la calle desierta. Ni-ki sintió cómo una furia oscura lo consumía y, sin pensarlo demasiado, lo siguió en silencio. Cada paso que daba, cada segundo que pasaba, aumentaba su convicción de que este chico era una amenaza para lo que había construido con Jungwon.
En un callejón oscuro, Ni-ki se acercó sigilosamente, y antes de que el chico pudiera reaccionar, lo atacó. La violencia en sus movimientos era fría, calculada. Su máscara de Ghostface era la última visión que el chico vería, y Ni-ki, mientras ejecutaba su venganza, sentía una extraña satisfacción al imaginar que eliminaba a quien se atreviera a acercarse a Jungwon de esa forma. Cuando todo terminó, se marchó del lugar sin dejar rastro, su respiración entrecortada, pero con una calma inquietante en su interior.
La noticia de la muerte se propagó rápidamente por el vecindario. Los rumores de que el asesino enmascarado había vuelto a actuar llenaron de terror a todos, especialmente a Jungwon, quien, al enterarse de la identidad de la víctima, sintió un escalofrío recorriéndole el cuerpo. Era el mismo chico con quien había hablado la noche anterior, alguien que apenas había conocido. ¿Podría haber estado relacionado con él de alguna manera?
Intentó convencerse de que solo era una coincidencia, pero la sensación de inquietud no lo abandonaba. Aquella noche, cuando revisó su ventana, encontró una nueva nota de su observador secreto, y algo en la caligrafía parecía más urgente, más intensa de lo habitual.
"No me gusta verte con otras personas, Jungwon. No entienden lo especial que eres. Nadie debería acercarse a ti de esa forma… Nadie te cuida como yo lo hago. Solo yo puedo protegerte de los peligros que no ves."
La nota era inquietante, más directa de lo que había sido cualquier otra. Las palabras llenaron a Jungwon de un temor que nunca había sentido antes. ¿Estaba relacionado su misterioso confidente con lo ocurrido? La idea era perturbadora, pero también había algo en la intensidad de las palabras que le hacía sentir que aquel observador lo veía de una manera que nadie más lo hacía. Aunque quería alejarse, una parte de él estaba atrapada por el peligro de esa conexión.
Esa misma noche, Ni-ki, desde su escondite, observó a Jungwon leer la nota, su rostro una mezcla de temor y confusión. Una sonrisa torcida se formó bajo la máscara de Ni-ki. Sabía que lo estaba asustando, pero también que lo estaba acercando, que con cada amenaza a su alrededor, Jungwon se refugiaría más en sus palabras, en su protección.
Y aunque sabía que este camino era peligroso, que cada asesinato lo acercaba más a ser descubierto, Ni-ki estaba dispuesto a arriesgarlo todo. Si alguien más se atrevía a acercarse a Jungwon, él estaría allí para recordarle a cualquiera que Jungwon le pertenecía, aunque aún no lo supieran
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