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Desde el momento en que Jungwon descubrió la verdadera identidad de Ghost Face, Ni-ki había sentido que todo su mundo se desmoronaba. Cada día que pasaba, Jungwon se alejaba más, evitaba mirarlo y casi no respondía a sus mensajes. El dolor de saber que había perdido a la única persona que realmente le importaba lo estaba consumiendo desde adentro, y, desesperado, Ni-ki decidió hacer lo que nunca pensó que haría: rogarle a Jungwon que lo perdonara.
Esa tarde, Ni-ki se dirigió hacia el lugar donde sabía que Jungwon estaría. Lo encontró solo en un parque, sentado en una banca, con una expresión que reflejaba la tormenta emocional que también sentía él mismo. Tomó aire profundamente y se acercó.
“Jungwon…” llamó Ni-ki con voz temblorosa.
Jungwon alzó la mirada lentamente, su expresión era una mezcla de sorpresa y algo que Ni-ki no lograba descifrar del todo, quizás decepción o dolor.
“No tengo nada que hablar contigo, Ni-ki,” respondió Jungwon, volviendo la mirada hacia el suelo.
“Por favor, escúchame. Necesito que sepas lo que siento,” insistió Ni-ki, sintiendo que cada palabra le dolía en el pecho.
Jungwon dudó un segundo, pero al final no se movió. Ni-ki interpretó esto como una señal para continuar. Se sentó en la banca, a una distancia prudente, y tomó aire antes de comenzar a hablar.
“Sé que lo que hice fue terrible,” comenzó Ni-ki, su voz quebrándose. “Nunca debí haberte ocultado que soy Ghost Face. Pero tenía miedo… miedo de que si lo supieras, te alejarías de mí. Y ahora es exactamente lo que está pasando.”
Jungwon permaneció en silencio, sin mirarlo, como si cada palabra de Ni-ki le doliera.
“Sé que fue egoísta,” continuó Ni-ki, sin poder evitar que una lágrima rodara por su mejilla. “Quería tenerte cerca, aunque significara ocultarte una parte de mí. Pero, por favor, Jungwon… te lo ruego. Perdóname por todo. Nunca quise hacerte daño.”
Jungwon finalmente lo miró, y Ni-ki pudo ver el dolor y la confusión en sus ojos. “¿Perdonarte? Ni-ki, ¿cómo esperas que pueda perdonar algo así? Me mentiste. Y peor aún, escondiste algo que… algo que asusta.”
“Lo sé… lo sé mejor que nadie. Y, créeme, odio cada segundo que te hice sufrir. Cada vez que pienso en cómo te estoy perdiendo por mi propia culpa, siento que no puedo soportarlo,” dijo Ni-ki, sus manos temblando. “Pero no quiero perderte, Jungwon. Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para enmendarlo. Dime lo que necesitas y lo haré.”
“Lo que necesito…” Jungwon respiró hondo, y su voz sonaba agotada. “Lo que necesito es tiempo para procesar todo esto. Lo que necesito es saber si realmente puedo confiar en ti otra vez. ¿Cómo puedo saber que no hay más mentiras?”
“No hay más secretos,” dijo Ni-ki rápidamente. “Te lo juro, Jungwon. No hay nada más que no sepas. Te he mostrado la parte más oscura de mí, y aún así… aún así, me aferro a la esperanza de que puedas perdonarme.”
Jungwon bajó la mirada y suspiró, como si estuviera luchando contra sus propios sentimientos. Después de un largo silencio, dijo: “No va a ser fácil, Ni-ki. Has roto algo entre nosotros que no sé si se puede arreglar.”
“Haré lo que sea necesario. Si tengo que ganarme tu confianza cada día, lo haré,” dijo Ni-ki, su voz llena de determinación. “Si me das una sola oportunidad, prometo que haré todo lo posible para que vuelvas a confiar en mí.”
Jungwon lo miró, y Ni-ki sintió que una chispa de esperanza florecía en su interior. “No sé si puedo prometerte nada ahora mismo, pero… si realmente estás dispuesto a demostrarme que has cambiado, entonces tal vez… solo tal vez, podamos intentarlo,” dijo Jungwon con voz suave.
Ni-ki asintió, aliviado. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero por primera vez en mucho tiempo, sintió que había una posibilidad de redimirse.
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