Capítulo 24: Ecos de risa y amor

111 15 0
                                    

Ethan Montgomery

Apoyado en la encimera de la sala de descanso, miraba el fondo oscuro de mi taza de café, sumido en pensamientos. La redada en la casa del sospechoso había dejado una marca en mí. Habíamos estado persiguiendo a un hombre que había estado acechando y asesinando a jóvenes durante meses, un depredador astuto que parecía siempre estar un paso adelante de nosotros.

El día que finalmente lo encontramos, pensé que habíamos logrado un avance importante. Sin embargo, lo que descubrimos dentro de esa casa me heló la sangre: habitaciones llenas de fotos y objetos personales de las víctimas, cada uno como un trofeo de su macabra colección. La escena era inquietante, casi digna de una película de terror. Aun así, el verdadero horror llegó cuando el sospechoso se dio cuenta de que habíamos entrado.

En un instante, lo vi atacar a Spencer. No pensé, solo actué. Corrí hacia ellos, lanzándome sobre el hombre que estaba a punto de herirlo. Sentí la adrenalina correr por mis venas mientras lograba derribar al atacante, pero la angustia de casi perder a Spencer me había dejado temblando. Cuando la situación se calmó y el sospechoso fue llevado, me di cuenta de lo arriesgado que había sido mi acto impulsivo.

Estaba todavía procesando esos momentos cuando vi la puerta de la sala abrirse. Morgan entró, con una expresión seria que me hizo sentir un escalofrío en la espalda. Sabía que una conversación difícil se avecinaba.

—Ethan, tenemos que hablar —dijo, sin rodeos.

Me enderecé, preparándome para lo inevitable. No era la primera vez que alguien me mencionaba las “reglas” o la “disciplina” del equipo, pero la seriedad de Morgan me hizo pensar que esta vez iba a ser diferente.

—He estado viendo cómo trabajas con Spencer —comenzó, directo al grano—. Y entiendo que él significa mucho para ti. Pero en el último caso… —hizo una pausa, como si eligiera sus palabras cuidadosamente—. No puedes saltarte el protocolo así. Eso podría habernos costado a todos.

Un nudo de culpa se formó en mi estómago, pero intenté mantenerme firme. Me crucé de brazos y lo miré a los ojos.

—Morgan, nunca pondría en riesgo a ninguno de ustedes —respondí, aunque sabía que había fallado en ese momento crucial. La verdad era que, al escuchar el grito de Spencer, no pensé en protocolos ni en riesgos; solo quería protegerlo.

Morgan asintió, pero su mirada seguía firme. Tenía esa mezcla de preocupación y determinación que me hacía saber que no se iba a rendir fácilmente.

—Mira, lo entiendo. Todos tenemos a alguien en quien pensamos más que en otros. —Se cruzó de brazos, manteniendo su tono serio pero comprensivo—. Pero aquí, en el equipo, dependemos de los unos de los otros. Cualquier distracción puede ponernos en peligro. Las emociones nos hacen humanos, pero también pueden nublar nuestro juicio.

Bajé la mirada, sabiendo que tenía razón. Era difícil no dejar que mis sentimientos por Spencer me influenciaran. Había estado lidiando con esto desde que comenzamos a salir, y cada vez que lo veía en peligro, mi instinto era protegerlo a toda costa. Pero ahora, enfrentado a la realidad de mis acciones, sabía que tenía que encontrar una manera de equilibrar mis emociones y mis responsabilidades.

—Es complicado, Morgan —admití, sintiendo que las palabras fluían más sinceras de lo que quería—. Nunca he sentido algo tan fuerte por alguien como lo siento por Spencer. Es difícil mantener la cabeza fría cuando lo veo en peligro.

Morgan me observó, su expresión suavizándose ligeramente. Entendía que la situación era más compleja de lo que parecía.

—No te estoy diciendo que cambies lo que sientes. Sé que no es fácil, y no estoy aquí para juzgarte por ello. Solo quiero recordarte que aquí somos familia. Si alguien cae, todos lo sentimos. —Morgan hizo una pausa, como si buscara la forma de transmitirme su mensaje—. Y créeme, Spencer también lo entiende. Él ha estado en esto durante mucho tiempo. Si te pido esto es porque confío en ti y sé que puedes manejarlo.

𝑪𝒐́𝒅𝒊𝒈𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒂𝒕𝒓𝒂𝒄𝒄𝒊𝒐́𝒏 || 𝑴.𝑪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora