Capítulo 11 ~Blasfemia~

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Arabella había dormido sin soñar. Sinceramente, pensó que era mejor que la alternativa, y ser sometida a otro profundo mar de pesadillas incesantes. Los asesinos nunca soñaban demasiado, o si lo hacían, por lo general no contaban sus sueños.

Parpadeó, se golpeó la frente con dos dedos y se secó los ojos mientras bostezaba. Esa también había sido la primera vez en mucho tiempo desde que había dejado escapar algún sonido que se pareciera remotamente a un bostezo.

Rápido cayó en cuenta del terreno tan derruido en el que se encontraba.
"Mmmm....?" Farfullo por un segundo antes de que los recuerdos del día anterior volvieran a ella de golpe.
"Ah, ya recordé..."
Murmuró en un volumen muy bajó.

Suspirando, la mujer se dió un momento para contemplar su máscara macabra a su lado con cierto desaire de decepción en sus ojos lustrados en oro.

Se puso de pie, miró alrededor de la iglesia y pensó en irse. Era temprano en la mañana y el sol brillaba a través de las ventanas que daban al esté del lugar, los rayos de luz perforaban la gruesa capa de polvo flotante alrededor.

El lugar parecía un completo desastre en lo que se refiere a higiene y condiciones de vida.

"No muy diferente a las tierras intermedias..." Ella no era exigente en lo absoluto, más aún con su historial.

La asesina de presagios rápido reviso su equipo habitual; Su máscara repugnante colgando de su cintura, su talismán dorado en su muslo derecho, y ambas cuchillas aborrecibles acostadas aún en el suelo.

Todo parecía encontrarse en orden.
"Bien, ahora...!" Un repentino chirrido metálico llegó desde su izquierda, alarmando sus sentidos superiores. Por lo que en un accionar veloz, la asesina tomo una de sus enormes cuchillas dentadas y apunto a lo que se moviera.
Miró hacia la pared a la derecha del altar y notó la débil costura y el ojo azul que la miraba.
"Sal ahora." Dictó con autoridad, el viento sopló ligeramente cuando aplicó más presión en su empuñadura.

Observó cómo emergía una pequeña figura superdotada. Una joven de cabello negro y ojos azules le sonrió.

Aunque estaba más preocupada por la trampilla por la que emergió, pensó que sería mejor preguntarle. "¿Quién eres?" Antes de profundizar en otras preguntas.

Ella respondió con calma. "Tú... probablemente deberías decir ’hola’ antes de señalar con eso a una persona amistosa... además, ¡Soy Hestia! ¡Hola!" Saludó, todavía sonriendo.

La asesina la examinó, sin ver ningún lugar donde pudiera esconder un arma. Tenía las manos a los costados y no llevaba zapatos. Este último era un detalle extraño, (ir descalza en un lugar así podría resultar perjudicial), pero lo ignoró en su mayor parte.

"Mmm..." Murmuró por lo bajo, inclinando el arma mortal al ver qué no se trataba de nada, más que otra habitante común de esta ciudad.
"...Supongo que este... es tu hogar... ¿No?"

"En cierto sentido" Asintió Hestia, todavía sonriendo mientras daba dos pasos hacia adelante con curiosidad.
"Por cierto, ¿por qué elegiste está humilde morada de todos los lugares?"

A la asesina se le ocurría que llamar ’humilde’ a esta derruida iglesia era muy amable de su parte, pero no contradijo a la niña.

"Solo buscaba un lugar donde pasar la noche..." Murmuró, relamiendo un poco sus labios una vez más. Entablar una pequeña conversación aún era un reto para sus cuerdas vocales oxidadas.

La tal Hestia sonrió ligeramente, siendo notorio que un centenar de ideas iban viajando por su cabeza, una mujer extraña sin dudas.

Arabella por su parte, tarareo pensativamente, mirándola fijamente. Pensando por un segundo, luego suspiró y se dio la vuelta para irse sin decir otra palabra.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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