5. Fantasma de amor

43 6 2
                                    

"No lo entiendes, Becky. Yo te quería", murmuró Álex, mientras sus ojos brillaban con una mezcla de frustración y locura. "Te necesitaba para mí solo. ¿Y qué hiciste tú? Elegirla a ella". La revelación la golpeó como un rayo. Era él quien había llevado su vida al caos, quien había cruzado la línea.

Becky retrocedió, su mente llena de fragmentos dolorosos de recuerdos que por fin tomaban forma, como si la verdad hubiera permanecido enterrada hasta ese momento. Pero ya no había más dudas. La persona en quien había confiado alguna vez había sido su ruina. Sentía el miedo y la repulsión ardiendo en su interior, pero, por encima de todo, un deseo ardiente de liberarse.

Justo en ese instante, una brisa helada llenó el aire, y la figura de Freen se materializó, etérea pero imponente, emanando una luz suave y firme. Freen se acercó a Becky y le tocó el hombro con ternura, ofreciéndole un refugio en su sola presencia. Luego, dirigió su mirada hacia Álex, su expresión transformándose en un desafío silencioso.

—Se acabó, Álex. —La voz de Freen era baja pero cargada de una determinación inquebrantable—. No tienes ningún poder aquí.

Álex lanzó una carcajada amarga, pero en sus ojos se reflejaba el miedo. Sabía que Freen no era una simple aparición. Intentó dar un paso hacia Becky, pero se detuvo cuando Freen se interpuso entre ellos.

—No puedes separarme de ella, Freen. Ni en vida ni en muerte —insistió Álex con voz quebrada.

Él rió entre dientes, intentando aparentar una seguridad que se desmoronaba. Pero Becky ya no sentía miedo. Se acercó a él y, con una calma que sorprendió incluso a Freen, colocó su mano sobre el pecho de Álex, en el lugar exacto donde había sentido su último latido en vida. En cuanto sus dedos lo tocaron, una corriente de energía brilló en torno a ella.

—No puedes atraparme más, Álex. Nunca fui tuya ni de nadie. —Sus palabras fueron una sentencia, y en ese instante, un destello de luz emanó de su mano, envolviendo a Álex en un torbellino que absorbía su energía oscura, deshaciendo su espectro como el humo.

Álex gritaba mientras su figura se desmoronaba en sombras, y en un último intento, estiró la mano hacia ella. Pero Becky mantuvo su mirada fija y firme hasta que él desapareció por completo.

Cuando el silencio finalmente volvió, Freen se acercó, y en el contacto cálido de su mano, Becky sintió que al fin era libre.

A diferencia de los lazos frágiles y efímeros de la vida, el amor entre ellas se había convertido en algo eterno e imperturbable, un refugio seguro que ni siquiera la muerte podía amenazar. Freen y Becky habían roto las barreras de sus existencias, habían cruzado el umbral de lo imposible y habían demostrado que, aun en las sombras, la luz de un amor verdadero podía guiar el camino hacia la paz. Becky ya no se sentía atrapada ni perdida; junto a Freen, había hallado el descanso y la plenitud que tanto había anhelado, como si ambas fueran dos partes de un mismo espíritu que por fin se había reencontrado.

Era un amor que no necesitaba de palabras ni de promesas; cada mirada, cada roce sutil entre ellas era un juramento eterno, una reafirmación de que, sin importar en qué mundo estuvieran, siempre hallarían el camino de regreso a los brazos de la otra. Unidas en el más allá, Becky y Freen sabían que su amor había superado el miedo, el sufrimiento y el olvido, y que, por encima de todo, seguiría vivo, más allá de cualquier final.

Más allá de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora