Había una vez en el pequeño pueblo de Cielisa, un lugar en el que las sonrisas eran tan valiosas como las estrellas en el cielo nocturno, una niña llamada Nausilia. Una niña, de estatura pequeña, con ojos carbón y alargado cabello color petroleo crudo suave como la seda que lucía una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor.
Lua, como le gustaba que la llamarán, era tan brillante y bonita que no dejaba ni un ápice de oscuridad al sonreír; daba igual que la empujaran o que se metieran con ella charlando como el que suelta globos al viento sin atarlos. Simplemente con su sonrisa, ella era capaz de eliminar por completo esa oscuridad y, a su vez, regalaba todo su brillo a todo aquel que era capaz de verlo, esparciendo alegría y esperanza. Como una estrella.
Todo el mundo conocía a Lua, todos eran testigos del maravilloso poder de su sonrisa y eran pocos los que se preguntaban: ¿Qué pasaría si las personas como ella dejaran de sonreír? ¿Deberíamos aprender a brillar como ellas? ¿Hasta cuando, Nausilia, va a poder aguantar esas mofas de los demás niños? Estas pocas personas estaban dispuestas a todo para que no dejara nunca de sonreír. Sin pensar en lo cruel que podría llegar a ser eso.
Pues entendían que lo mejor era que Lua siempre luzca una sonrisa. No se pararon a pensar en que había momentos en los que la pequeña necesitaba esconder la dentadura y fruncir el ceño, encender el volcán en reposo con lava ardiente burbujeando bajo la superficie. Pues cada palabra no dicha, una piedra en la cima, hasta que la presión acumulada estalla en un rugido de llamas que consume todo a su alrededor. Pero Lua, simplemente, sonreía.
Había momentos, también, en los que Lua necesitaba cerrar los ojos y dejar llover en ese amplio desierto de la pena. Nubes volviéndolo todo gris y cada gota un sentimiento de tristeza. Pues cada gota no derramada, meses de una sequía emocional en el corazón de Lua. Sin embargo, ella sonreía.
Pasó el tiempo y seguían empujándole, seguían metiéndose con ella. Pasó el tiempo. Tiempo con volcanes en reposo, cargados con piedras ardiendo a punto de estallar y entrar en erupción. Tuvo que pasar mil sequías y, aún así, ella sonreía. Su sonrisa es preciosa, sí. Probablemente la sonrisa más bonita que alguien podría llegar a ver. Era una sonrisa capaz de transmitir paz a los corazones. Pero llegó un punto que incluso ni ella sabia todo el verdadero poder que albergaba su bonita sonrisa.
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LA BRILLANTE AVENTURA DE LUA
FantasyEn el pequeño pueblo de Cielisa, donde cada sonrisa brillaba como una estrella en el vasto cielo nocturno, vivía una niña llamada Nausilia, conocida por todos como Lua. Su figura pequeña y su largo cabello negro parecían guardar un misterio, pero er...