v. let her go
THESEUS SABÍA QUE ADELAIDE TENÍA RAZÓN. Que él era el que estaba equivocado sobre la posición en la que ella se encontraba como una infractora de la ley. No solo leyes mágicas, sino que también leyes muggles. Falsificar pasaportes, no formalizar su llegada ante las autoridades del ministerio de magia británico. Todo eso era, en definitiva, un mejunje de incumplimientos legales que podían terminar en la cárcel muggle o un camino directo a la prisión de Azkaban. Y Theseus jamás dejaría que una muchacha de veintidós años como Adelaide Goldstein terminara siendo besada por dementores cuando podía ahorrarle tanta miseria encerrándola allí en ese apartamento que había comprado con su primer sueldo cuando dejó la casa de sus padres. Allí iba siempre que quería ahogar sus penas. Y ahora no había abandonado ni un día aquel lugar porque tenía quién lo esperase dentro. Ni siquiera se sentía así cuando salía con Leta Lestrange.
No era lo mismo, jamás sería lo mismo, pero con Adelaide las cosas eran más naturales, menos forzadas. Las charlas no se sentían como una obligación tácita que debía tener sí o sí. Todo fluía, no se estancaba. Pero ella ya estaba harta del encierro, de estar en un país ajeno lejos de su familia.
Porque Adelaide tenía a dónde volver. Era él quien era reacio a mejorar su vínculo con su hermano menor, alejándolo, presionándolo a que estuviera del lado políticamente adecuado y no del que se llevaba todas las críticas del Wizengamot, aquel camino sinuoso que terminaba siendo el correcto. Porque los métodos de Albus Dumbledore eran poco ortodoxos, pero sus resultados eran indiscutiblemente los más acertados. Por eso y por mil cosas más, Theseus nunca había podido arreglar su relación con Newt.
Menos cuando se enteró de que su hermano siempre amó a su exnovia, pero nunca tuvo las agallas para luchar por ella y se resignó a verla siendo su prometida. ¿Cómo reaccionaría si supiera que habían terminado? ¿Correría de regreso a Europa, casi de rodillas, suplicando por ella o habría logrado superarla con el paso de los años y sus sentimientos se habían evaporado? Theseus no quería saber la respuesta, porque cualquiera de ellas sería doloroso para él. Además, el hombre estaba comenzando a cuestionarse varias cosas durante el último mes. Había una duda persistente que tenía un nombre muy bonito y un acento americano ridículamente agradable de oír.
Adelaide Goldstein. Adelaide. Addie.
Pero él era un imbécil. Llevaba días llegando del ministerio y encerrándose en su oficina con el pretexto de que debía hacer papeleos o estaba cansado de la jornada laboral. Dejaba una comida enlatada y fría sobre la mesa y se iba porque no era lo suficientemente valiente para afrontar que era su culpa que Adelaide se sintiera tan sola y desamparada.
¿Por qué no fue capaz de ir hasta las autoridades correspondientes del ministerio y entregarla? Ya habría sido deportada, le habrían prohibido la entrada por un buen tiempo, pero estaría con sus hermanas. Pero no, Theseus se había encaprichado con su compañía, con sus tonterías, con su voz. Se había encariñado tanto con Adelaide, que se rehusaba a dejarla ir cuando ella no era suya. Ni siquiera era su amiga, era una criminal. No una criminal como esos magos tenebrosos. Ella no era como Grindelwald, solo era una chiquilla que había tomado una mala decisión y ahora estaba siendo prisionera en un lugar que ni siquiera era una cárcel.
── Mañana te llevaré ante el ministerio ── Theseus se sentó en la mesa, frente a Adelaide.
Comida enlatada encima, sin ningún plato.
── Bueno.
¿Por qué estaba actuando así? ¿Era por culpa suya? ¿Era porque él la había estado evitando durante todos esos días?
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SERIOUS BOY, theseus scamander
Fanfictionte van a salir arrugas de tanto fruncir el ceño.