Connie
Me despertó el calor de la luz del sol sobre mi piel. Me acurruqué en las sábanas blancas y limpias que me tapaban, pensando en lo amable
que había sido mi madre al cambiarlas. Satisfecha, sonreí y escondí la cabeza debajo.
Mi madre. No podía ser. Mi madre estaba muerta.
Me senté en la cama, confundida. Parpadeé varias veces, miré a mi alrededor e intenté controlar el pánico que sentí trepar por mi garganta al verme en una habitación que no conocía. «¿Dónde carajos estoy? ¿Y de dónde viene ese olor tan horrible?», pensé.
—Será mejor que no caiga en el pánico —me susurré a mí misma, y
di un respingo al notar el olor fétido que despedía mi aliento.
Cerré la boca y respiré profundamente varias veces para calmarme; el corazón me latía a mil por hora. Al menos todavía tenía la ropa puesta, aunque estaba manchada de... vómito seco. Que asco sin duda de ahí provenía el olor.
De mí. «¡Carajo!», pensé.
Me acordaba de todo lo que había sucedido el día anterior, excepto de
la noche. Por mi cabeza flotaban imágenes borrosas, pero no había nada concreto que me diese pistas. Que me echaran de mi departamento por no poder pagar el alquiler había sido un verdadero balde de agua fría. Me había resultado fácil desprenderme de la mayoría de mis pertenencias, ya que la mayor parte de ellas eran viejas y baratas.
Solo me había llevado la ropa buena y los recuerdos de mi madre, y había guardado lo demás en el casillero de la universidad. Por primera vez en mi vida no había ido a la discoteca ni para servir copas ni para limpiar mesas; había ido a emborracharme. Era mi forma de hacerle por una vez frente a lo que me estaba sucediendo. Yo no pesaba mucho, así que el alcohol no había tardado demasiado en filtrarse en la sangre.
Como la paranoia era mi más fiel aliada, me miré los brazos y me
sentí aliviada de tener aún todos los dedos. Todavía tenía las piernas debajo del edredón blanco, y me pregunté si seguirían unidas al cuerpo.
Moví los dedos de los pies. Todavía funcionaban, Me levanté la camiseta para asegurarme de no tener suturas ni dolores. Podían haberme robado el hígado, los riñones o cualesquiera de mis valiosos órganos. Satisfecha de que todas las partes de mi cuerpo siguieran intactas, observé la habitación con más atención.
Me quedaba corta llamándola habitación. Era más grande que mi
departamento entero y tenia muebles caros y elegantes. Había un ventanal con cortinas blancas que ocupaba casi toda la pared de mi derecha a través del cual se veían unas panorámicas impresionantes de la ciudad. Debía de estar en un edificio alto, puesto que la ciudad se veía pequeña.
¿Había hecho algo más alocado que emborracharme la noche anterior? Tal vez..., ¡por favor, no!, ¿acostarme con un desconocido?
Levanté el trasero e hice algunos ejercicios del suelo pélvico, como si eso fuera suficiente para saber si había perdido la virginidad. Bueno, no me dolía nada. Me estaba dejando llevar por el pánico otra vez.
—Respira, Connie. Respira hondo.
Salí de la cama y pensé que quienquiera que fuese el propietario de aquel sitio debía de estar forra-
do, y yo no tenía ninguna intención de conocerlo. ¿Y si era un narcotraficante? ¿Qué otra cosa iba a ser alguien tan rico? ¿Y si lo que quería era engordarme antes de vender mis órganos?
«¡Cálmate, idiota!»
Antes de conseguir escabullirme, descubrí que la habitación tenía un baño privado, así que decidí aprovechar la ocasión. Cuando terminé de asearme, me dirigí sigilosamente a la puerta y me asomé. Ni siquiera el pánico que sentía pudo evitar que advirtiera lo increíble que era aquel lugar. Solo había visto lugares así en internet y redes sociales. Todo era moderno y elegante. Había cuadros carísimos colgados en las paredes blancas y un enorme televisor enfrente de un sofá Bajo mis pies resplandecía un suelo de mármol.
Hice una mueca de desdén ante tanto lujo.
«Qué injusta es la vida», pensé mientras me dirigía de puntillas hacia la salida. De repente, me di cuenta que había alguien de pie en lo que parecía ser la cocina. Me quedé sin aliento. Al ver su espalda desnuda pude discernir que era alto, con la piel blanca como la nieve y unos músculos que se movían cuando flexionaba el brazo.
Me quedé allí plantada como una imbécil, nerviosa y asustada. Y de repente, como si percibiera mi presencia, se dio vuelta. Abrió los ojos al verme, sorprendido.
Conocía esa cara.
Min ¡Min Yoongi!
No, ¡él no! Esto no podía estar pasando. Me había despertado en la casa del más fuckboy de la universidad.
Se le cayó un trozo de pan de la boca mientras seguía mirándome embobado. No llevaba camiseta lo que me dejó ver muy bien su torso bastante definido Había una barra desayunadora por delante de él que le llegaba justo por debajo de la cintura, así que no podía saber si llevaba algo de ropa en la parte de abajo.
«Por favor, por favor, que lleve algo ahí abajo.»
Y entonces sonrió. Como si tuviera todo el tiempo del mundo, sus ojos se pasearon lentamente desde mi cabello hasta mis pies, y entonces volvieron a posarse en mi cara. Sentí un cosquilleo en los dedos de los pies.
—Hola, nena. Tienes pinta de haber pasado una mala noche —dijo, alargando las palabras.
«Ay, Dios.»
—Nosotros... Tú... —tartamudeé, y crucé los brazos sobre mi pecho de forma defensiva, para esconderlo de su mirada lasciva.
Levantó una de sus cejas oscuras mientras esperaba a que terminara
de hacerle la pregunta. Tenía la boca seca, y me estaba empezando a dar
vueltas la cabeza. Bajé la vista hacia mis pies descalzos y me pregunté qué habría hecho con mis zapatos. Tonta, más que tonta.
—Dímelo de una vez.
—¿Que te diga qué exactamente?
Sus ojos parecían reírse de mí. Sabía exactamente a qué me refería, pero parecía divertirse torturando a pobres inocentes. Infeliz.
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Remember Me?
FanfictionLa vida de Connie siempre fue difícil, desde el abandono de su padre hasta la muerte de su madre. Yoongi lo tenía todo o al menos eso creía Dos personas, dos mundos diferentes que se encuentran o reencuentran por caprichos del destino.