La mañana en casa de Celeste llegó envuelta en una calma especial. Los primeros rayos de sol se filtraban por la ventana de su habitación, creando destellos dorados en las paredes. Theodore y ella se habían quedado despiertos hasta tarde, compartiendo secretos y recuerdos bajo las estrellas, y ahora se encontraban juntos en la suave quietud del amanecer.
Celeste se giró en su cama, notando la figura de Theodore a su lado, aún dormido. Él tenía una expresión pacífica, libre de las preocupaciones y las bromas que usualmente llenaban sus días en Hogwarts. Celeste sintió una ternura que la sorprendió, un deseo de proteger aquel momento, de hacer que durara para siempre. Con una sonrisa suave, se acercó un poco más, permitiéndose observar los pequeños detalles que le hacían tan especial.
Theodore despertó al sentir su movimiento, y sus ojos oscuros se abrieron lentamente, encontrando los de Celeste con una mirada que parecía contenía todas las palabras que no se habían dicho. Ninguno habló de inmediato; en cambio, se quedaron mirándose, compartiendo el silencio cargado de una comprensión profunda y mutua.
—Buenos días —murmuró él, su voz aún ronca por el sueño, mientras una sonrisa lenta se formaba en sus labios.
Celeste respondió con una sonrisa tímida, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. No recordaba haber sentido esa intensidad por nadie antes.
Sin decir nada, Theodore deslizó una mano hacia su rostro, acariciando su mejilla con una suavidad que la hizo estremecer. Sus dedos se detuvieron un instante, antes de seguir el contorno de su mandíbula, trazando un camino lento que parecía explorar cada rincón de su rostro como si quisiera memorizarlo. Celeste cerró los ojos, disfrutando de la caricia y de la paz que le transmitía ese momento.
Cuando volvió a abrir los ojos, sus miradas se encontraron de nuevo, y esta vez había algo distinto en la expresión de ambos. Theodore se inclinó hacia ella y la besó, primero con la misma suavidad que la noche anterior, y luego con un toque más decidido, como si quisiera dejar claro lo que sentía. Celeste respondió al beso, sintiendo cómo el calor de su piel se entrelazaba con el de él, cómo sus manos parecían encontrar el lugar perfecto al rodearlo con ternura.
Sus respiraciones se mezclaban en el aire, y la cercanía entre ambos se sentía como un refugio
La mano de Celeste se deslizó por debajo de la camiseta de Theodore, acariciando su torso desnudo. Ambos se miraron, preguntándose entre sí si debían hacerlo. Al final, Theodore se quitó la camiseta fugazmente. Celeste se posicionó encima de Theodore y este le arrebató la blusa a la chica. Ambos se desnudaron rápidamente y se hundieron bajo las sábanas apasionadamente, corriéndose dentro de ella.
Después de aquel momento de conexión profunda, Celeste y Theodore se quedaron abrazados bajo las sábanas, dejando que la serenidad del amanecer se entrelazara con el calor que aún los envolvía. Sus respiraciones se fueron calmando mientras el silencio los rodeaba, y en sus miradas se notaba una mezcla de cariño y una complicidad que solo ellos compartían.
Theodore la observó en silencio, sus dedos trazando dibujos imaginarios en la espalda de Celeste, como si cada línea que recorría con su mano fuera una promesa de cuidado y afecto. Ambos sabían que aquel instante se convertiría en un recuerdo imborrable, un momento que llevarían con ellos sin importar lo que el futuro les deparara.
Finalmente, Theodore rompió el silencio.
—¿Te das cuenta de que cada momento contigo hace que me cueste más despedirme? —dijo en voz baja, sus palabras cargadas de un sentimiento sincero y casi vulnerable.
Celeste lo miró, sonriendo suavemente mientras acariciaba su cabello.
—Entonces no tienes que despedirte —respondió ella, con una convicción en sus palabras que reflejaba sus propios sentimientos—. Siempre tendrás un lugar en mi vida, Theo... no importa dónde estemos.
Se quedaron así, compartiendo la tranquilidad del momento y las promesas implícitas en sus palabras. Afuera, el sol iba asomándose un poco más, llenando la habitación de una luz cálida y dorada, como si incluso el universo quisiera ser testigo de la conexión que los unía.
El día apenas comenzaba, y aunque no sabían lo que el futuro les traería, ambos se sentían seguros y plenos, rodeados por el brillo de una felicidad inesperada y sincera.
* * *
La madrugada de verano en casa de Celeste era serena. Los suaves murmullos del viento y el canto lejano de los pájaros parecían susurrar promesas de un nuevo día. Sin embargo, para Theodore, esa calma se desvaneció en un instante. Un dolor punzante y ardiente le atravesó el brazo izquierdo, donde la Marca Tenebrosa se había incrustado como un recordatorio de su pasado.
Con un jadeo ahogado, Theodore se incorporó en la cama, la mirada perdida en la oscuridad. El dolor se intensificaba, como si Voldemort estuviera llamándolo desde las sombras, exigiendo su presencia. Se sentó en el borde de la cama, respirando con dificultad, intentando procesar lo que sucedía.
Celeste, despertándose por el movimiento, lo miró con preocupación.
—¿Theo? —preguntó, su voz aún somnolienta—. ¿Estás bien?
Theodore giró la cabeza hacia ella, y en su mirada había una mezcla de temor y determinación.
—No —respondió, apretando la mandíbula mientras el dolor lo envolvía de nuevo—. Es la Marca.
Celeste se sentó rápidamente, el miedo y la confusión reflejados en su rostro.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué está pasando? —inquirió, su voz ahora más alerta.
—Voldemort me está llamando —susurró Theodore, consciente de la gravedad de sus palabras—. Debo irme.
—No, Theodore, espera —dijo ella, acercándose—. No puedes simplemente irte.
El corazón de Theodore se hundió. Sabía que no había opción. La Marca Tenebrosa lo obligaba, un vínculo oscuro que lo ataba a su pasado y a un destino que había intentado dejar atrás.
Celeste extendió la mano, tocando su brazo, donde la Marca ardía bajo su piel.
Theodore cerró los ojos, sintiendo la profundidad de su dolor. Quería quedarse, quería disfrutar del verano, de su risa y de los momentos compartidos, pero la sombra de Voldemort se cernía sobre ellos.
—No puedo ignorarlo, Celeste.
Con un último vistazo a su rostro, Theodore se levantó y comenzó a vestirse rápidamente.
—Prométeme que estarás bien —le pidió ella, la angustia brillando en sus ojos.
—Lo prometo —respondió él, aunque sabía que el futuro era incierto.
Antes de que el dolor pudiera consumirse por completo, se acercó a la ventana y, con un último suspiro, se despidió de la tranquilidad de aquella noche.
—Te veré en Hogwarts, Celeste —dijo, intentando infundirle un rayo de esperanza a sus palabras.
Sin esperar respuesta, salió de la habitación, dejando a Celeste sola en la oscuridad, sintiendo cómo el vacío de su ausencia se instalaba en el aire. La confusión se mezclaba con el miedo, pero también había un atisbo de esperanza en su corazón. Theodore enfrentaría lo que debía, y ella estaba decidida a esperar su regreso, sin importar cuánto tiempo llevara.
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𝐃𝐔𝐁𝐁𝐘 || 𝐓𝐇𝐄𝐎𝐃𝐎𝐑𝐄 𝐍𝐎𝐓𝐓
Fanfic𝐃 || Celeste es una chica tranquila y reservada. O mejor dicho, era, porque desde que el profesor Snape la obligó a hacer un trabajo junto a Theodore Nott, su mundo se hizo un caos. Él, su mejor error. Ella, su peor decisión.