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El castaño de nacionalidad mexicana se encontraba en su salón, tenía clase de historia y estaba a nada de quedarse dormido a mitad de la clase, cuando un pequeño grupo de alumnos, conformado por chicas y chicos, le pidió autorización al docente pa...

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El castaño de nacionalidad mexicana se encontraba en su salón, tenía clase de historia y estaba a nada de quedarse dormido a mitad de la clase, cuando un pequeño grupo de alumnos, conformado por chicas y chicos, le pidió autorización al docente para poder robarse unos minutos de su clase. Algunas chicas soltaron unos chillidos de emoción, otros chicos miraron divertidos el espectáculo, ese grupo de alumnos se rentaban exclusivamente el día de San Valentín para cualquier cosa, entregar algún obsequio, mandar algún recado, entre otras cosas.

Las mejillas de Roier ardieron con fuerza y se encogió en su asiento mientras cubría su rostro con ambas manos, los alumnos le entregaron un enorme peluche, junto con una carta, la cual, estaba firmada con el nombre de Cellbit.

El profesor les ordenó a los alumnos retirarse del salón, y poco después, las burlas y chiflidos dirigidos al castaño se hicieron presentes, Roier estaba ardiendo de la vergüenza, quería mandar a todos lo más lejos posible. Missa por su lado, intentaba procesar lo que acaba de ocurrir, al igual, que miraba curioso a su amigo, parecía molesto, cualquier persona en su lugar, estaría muriendo de la felicidad, pero el castaño era diferente.

El timbre se escuchó y todos los alumnos se dirigieron con prisa a la cafetería de la escuela, Roier se levantó de su asiento pero no sabía que hacer con el enorme oso de peluche que le habían entregado, su tamaño no era de un tamaño normal, casi eran de la misma estatura ¿Cómo iba a llevarse eso a su casa? Cellbit estaba demente.

Tu pretendiente no se anda con juego eh –comentó el azabache con una pequeña sonrisa.

No sé cómo deshacerme de esto –frunció el ceño– Tengo que regresarselo.

–¿Por qué no solo te lo quedas? Es muy lindo –dijo confundido.

¡Ya me gusta alguien más! –se quejó fastidiado.

Yo hablaba del peluche –Missa señaló el oso de peluche con su dedo índice.

Roier soltó un suspiro y metió sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón, para luego, girarse y caminar a la cafetería de su escuela, estaba hambriento, quería aclarar sus ideas con comida, a lo mejor podría ofrecerle el oso de peluche a Quackity, ese chico no sería capaz de rechazarlo, o podría ofrecérselo a Rubius, ese tipo disfruta destruir todo lo que está en su camino.

–Que cara traes eh –habló el joven de ojos marrones– ¿Qué te pasó? –preguntó curioso.

Nada –respondió serio, mientras ponía los ojos en blanco.

–¿No te regalaron nada los pretendientes de los que te gusta presumir? –cuestionó Rubius con una sonrisa burlona.

Estoy hasta la verga de uno de ellos, no quiero estar con nadie por ahora –dijo antes de empujar la puerta de la cafetería y adentrarse a ella.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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