𝑷𝒓𝒐𝒍𝒐𝒈𝒐

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Era un día maravilloso, perfecto para una boda de ensueño, el sol brillaba, el cielo se encontraba con un encantador tono azul, las nubes parecían algodones de azúcar blancos, esponjosos y enormes, la brisa del aire era fresco sin llegar a ser frí...

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Era un día maravilloso, perfecto para una boda de ensueño, el sol brillaba, el cielo se encontraba con un encantador tono azul, las nubes parecían algodones de azúcar blancos, esponjosos y enormes, la brisa del aire era fresco sin llegar a ser frío, el jardín de aquel evento era precioso, había carpas que protegían de los rayos del sol a los invitados, la música era bastante rítmica y melodiosa, a cualquiera le daban ganas de bailar, el pastel de bodas se día exquisito aún sin probar ni un solo bocado hasta que los novios partieran el pastel, también habían grandes floreros con flores de color lila y un amarillo brillante, los colores favoritos de Isabel y Frederick.

Los padres de Luzu y Roier.

Un joven castaño usaba un camisa azul pastel, un saco gris y unos pantalones del mismo color junto con unos zapatos formales de un color negro, un moño adoraba el cuello de su camisa y su cabello se encontraba perfectamente peinado hasta que él se desesperó y se despeinó al agitarse el cabello con su mano derecha, recargó todo su peso sobre el respaldo de la silla y soltó un pesado suspiro.

Jamás se imaginó a su padre casándose, no después del divorcio de sus padres, donde a su madre le interesó más tener una vida libre, olvidándose de su pequeño retoño y dejando a su ex marido a cargo de su hijo. Y ahora, se veía obligado a convivir con una mujer que tomaría el rol de "madre" y con un nuevo hermano.....

Hola, Sebas –se acercó con una suave sonrisa.

Sus oscuros ojos miraron rápidamente al castaño de ojos carmín, aquel chico que tenía algunos granos en la cara, con su peinado muy bien peinado, vestía una camisa rosa pastel, un saco y pantalones blancos junto con unos zapatos marrones, y al igual que Sebastián, un moño rodeaba el cuello de su camisa, sus rosados labios formaban una amistosa sonrisa y sus ojos brillaban tal y como lo hacia el rubí.

Luzio Borja era su nuevo hermano... Y odiaba tanto eso, lo odiaba y le temia tanto.

–Hola, Lusu –una débil sonrisa se formó en sus labios.

–Te veo aburrido –miró la silla junto al castaño y no tardó en tomar asiento– ¿No te gustan las bodas? –preguntó.

El mexicano se encogió de hombros– No he ido a muchas –respondió.

–A mi no me gustan las reuniones sociales, me siento observado y juzgado –declaró el de mirada carmín.

–No entiendo quién podría juzgarte, eres increíble –confesó sin pensar mucho en sus palabras.

Luzu miró un tanto sorprendido a su nuevo hermano, quién tenía una extraña pero bonita sonrisa en el rostro, imitó su expresión y luego desvío la mirada.

–Estoy feliz por mi madre, ella se ve muy feliz con tu padre –cambió el tema.

Los curiosos ojos de Sebastián buscaron a su progenitor hasta que lo encontraron, bailando con su recién esposa, no sintió emoción alguna pero le dió la razón al chico a su lado, su padre se veía muy feliz con aquella mujer.

𝑹𝒐𝒊𝒆𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora