Parte V.

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Alen se recogió el pelo en una cola, los días habían transcurrido y su cabello lo estaba reflejando, a pesar de que su cabello negro no era tan largo como el de Dorian, tenía la longitud suficiente para agarrarlo de tal forma, un pequeño mechón caía sobre su frente, dándole un toque de noble ternura, una vez listo, se sentó en su escritorio, listo para descansar después de un largo día. La luz del atardecer iluminaba su habitación, proyectando sombras suaves en las paredes.

La puerta se abrió en silencio, Alen seguía concentrado en su escritura, el rey había llegado e hipnótico observó a él joven doctor por unos segundos. Estaba envuelto en una suave bata negra, debajo se observaba su camisón de dormir blanco, que brillaba con la luz tenue proveniente de las ventanas. Dorian entró en la habitación, su presencia llenó de inmediato el espacio con una autoridad y un magnetismo imposibles de ignorar.

Alen...- llamó y el chico puso su atención en el visitante-Necesito pedirte un favor -dijo Dorian, su voz baja y grave, resonando en el pecho de Alen.

- ¿Dorian? ¿Qué sucede? -preguntó Alen, su corazón latiendo con una mezcla de curiosidad y aprehensión.

- Hay una revuelta en el ayuntamiento y necesito que estés pendiente de la reina y su embarazo. No quiero que nada le suceda en mi ausencia - hizo una pausa- hoy amanecí con cierto presentimiento-explicó Dorian, su mirada intensa y preocupada.

- Por supuesto, Dorian. Estaré atento -respondió Alen.

No había nada más que hablar, Dorian se acercó a Alen, su proximidad hizo que el joven sintiera un escalofrío recorrer su espalda.

El rey lo miraba con profundidad.

- Desde que te conocí, no he podido dejar de pensar en ti -confesó Dorian, su voz era ronca y grave.

Alen se sintió sorprendido y nervioso ante la revelación del rey, pese a que lo sabía y siempre lo había demostrado, sentirse amado por Dorian aceleraba su corazón.

- D-Dorian, por favor... -intentó decir Alen, pero fue inútil.

Dorian se sentó junto a Alen y acarició suavemente su pierna, subiendo lentamente por su muslo. Alen sintió un fuego arder en su interior, su corazón latía con fuerza descomunal.

- No... -susurró Alen, tratando de resistir la atracción que sentía hacia Dorian.

En trance, Dorian no se detuvo. Siguió acariciando su pierna, aquella piel que tanto había extrañado, su contacto le hacía sentir un placer que no podía negar.

La cercanía era innegable, dejó un beso en el cuello de Alen para finalmente detenerse, su mirada fija en los ojos de su amado, el único sonido era el de su respiración agitada.

- Debo irme -dijo Dorian, su voz estaba ronca.

Alen asintió, sintiendo el calor de la mano de Dorian en su pierna.

- Sí...he, sí -respondió Alen con voz débil.

Dorian se levantó y se dirigió hacia la puerta. Antes de salir, volvió hacia Alen, mirándolo intensamente.

- Recuerda, Alen... -dijo Dorian-. No te he podido dejar ir...- puso una mano en su pecho.

Dorian se alejó del lugar, dejando a Alen sumido en la contemplación de la pequeña marca en su pierna, un recordatorio tangible de la conexión que los unía. Nunca antes había sentido tanta vulnerabilidad frente a alguien, como si su armadura emocional hubiera sido desmantelada por la mirada intensa del rey. Al cerrar los ojos, los recuerdos de Dorian junto a él lo asaltaron con fuerza, su rostro jadeante frente a los suyos, su pelo rubio cayendo sobre su frente sudorosa, lo hacían morderse los labios en un gesto de frustración y deseo.

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