Los días pasaron y Oliver no podía sacarse a Valery de la cabeza. Cada vez que cerraba los ojos, recordaba su sonrisa tímida, su forma de hablar y, especialmente, su sinceridad. Había algo en ella que lo atrapaba, y aunque apenas la había conocido, sentía una conexión distinta, casi inexplicable. Sin embargo, él sabía que las cosas con Valery debían ir despacio; ella tenía una vida compleja, y él no quería precipitarse ni incomodarla.Mientras tanto, Valery seguía con su vida. Su mundo giraba en torno a sus hijos, Azul y Levi. Azul, con sus dos añitos, era una niña curiosa y siempre reía cuando veía a su hermano hacer alguna tontería. Levi, por su parte, con cinco años, ya empezaba a preguntar más sobre el mundo. Valery hacía lo posible por mantenerlos ocupados, ya fuera llevándolos al parque o pasando tardes en casa dibujando y leyendo cuentos.
Una tarde, Oliver se armó de valor y le envió un mensaje a Valery para invitarla a un café. Sabía que probablemente no tendría mucho tiempo libre, así que le propuso algo sencillo. La respuesta de ella fue amable, aunque un tanto distante; aceptó con la condición de que fuera un lugar donde pudiera llevar a sus hijos, ya que no tenía con quién dejarlos.
Oliver accedió sin pensarlo dos veces. No le molestaba en absoluto que ella trajera a Azul y a Levi; de hecho, la idea de conocer a sus hijos le parecía emocionante y, al mismo tiempo, un poco intimidante. Así que se encontraron en un pequeño parque con una cafetería al aire libre. Era un lugar tranquilo, rodeado de árboles y bancos, donde los niños podían jugar libremente mientras ellos conversaban.
Oliver llegó antes que Valery, un poco nervioso, aunque no lo admitiría ni para sí mismo. Estaba acostumbrado a entrevistas y a la presión de las competencias, pero estar aquí, esperando a Valery y a sus hijos, lo hacía sentir más ansioso que en cualquier carrera.
Cuando Valery llegó, Levi y Azul la acompañaban, ambos tomando su mano. Levi miraba a Oliver con curiosidad, mientras Azul le sonreía tímidamente.
—Hola, Valery —saludó Oliver, esforzándose por parecer relajado. Luego miró a los niños y sonrió—. Y hola a ustedes también.
Levi lo miró fijamente y luego volteó a ver a su mamá, como pidiendo permiso para hablar.
—Hola —dijo el niño, con voz seria y un ligero ceño fruncido. Azul solo lo miró un momento, aferrándose al pantalón de su mamá.
Valery rió suavemente, como si la actitud de sus hijos le pareciera adorable.
—Ellos son Levi y Azul —presentó, inclinándose para darles un poco de confianza—. ¿Quieren decirle hola a Oliver?
Levi se cruzó de brazos, en una postura que parecía imitar a algún adulto, mientras Azul simplemente se escondía tras Valery.
Oliver se agachó para estar a la altura de los niños y les habló con voz suave.
—Es un gusto conocerlos, Levi y Azul. ¿Les gusta venir al parque?
Levi asintió, aunque seguía mirándolo con desconfianza, mientras Azul simplemente le lanzó una mirada rápida antes de volver a esconderse.
—Sí, pero no vamos siempre —respondió Levi con firmeza—. Mamá dice que a veces no tenemos tiempo.
Valery sonrió, un poco apenada.
—No salimos tanto como me gustaría, pero hoy hicimos una excepción —explicó, dirigiendo una sonrisa a Oliver.
Decidieron sentarse en una mesa al aire libre, desde donde los niños podían ver el área de juegos. Oliver pidió un café para él y otro para Valery, y además pidió una caja de jugo para cada niño, lo cual hizo que Levi lo mirara con un poco más de simpatía.
—Gracias —dijo Levi, todavía manteniendo su tono serio.
Azul, que se había ido soltando poco a poco, tomó el jugo y lo sostuvo con ambas manos, dándole un pequeño sorbo mientras miraba a Oliver con curiosidad. Valery estaba un poco sorprendida; normalmente, Azul era tímida con los extraños, pero aquí estaba, observando a Oliver sin mucho temor. Era como si también sintiera que él era alguien en quien podía confiar.
Mientras los niños bebían sus jugos y se entretenían jugando con algunas piedras que habían encontrado cerca de la mesa, Oliver aprovechó para iniciar una conversación con Valery.
—Se ven muy adorables —comentó, observando a Levi y Azul con una sonrisa—. Debe ser agotador, pero también increíble, ¿no?
Valery asintió, y en su mirada apareció ese brillo que Oliver ya había visto antes, un destello de orgullo y amor profundo.
—Sí, lo es. No es fácil, pero ellos son lo más importante en mi vida. Me han enseñado más de lo que imaginé.
Hubo un momento de silencio, no incómodo, sino más bien reflexivo. Oliver sintió el deseo de preguntar más sobre su vida, sobre cómo era ser madre y trabajar al mismo tiempo, pero temía que fuera demasiado personal. Valery no parecía el tipo de persona que compartiera detalles íntimos con facilidad, así que decidió llevar la conversación en otra dirección.
—¿Y qué les gusta hacer juntos? —preguntó, buscando temas ligeros que la hicieran sentir cómoda—. Además de venir al parque, claro.
Valery sonrió, visiblemente más relajada con la pregunta.
—Les gusta mucho pintar. Levi siempre está pidiendo papeles y crayones para hacer dibujos. Azul, bueno... ella todavía no dibuja mucho, pero le gusta ver a su hermano y hacer garabatos.
Oliver se rió, imaginando a los dos pequeños rodeados de papeles y colores, en medio de una tarde creativa. Podía ver lo mucho que Valery amaba a sus hijos, y eso solo la hacía más fascinante para él.
La conversación fluyó de manera tranquila, aunque Valery mantenía cierta distancia. Para ella, Oliver seguía siendo un chico lindo, amable y divertido, pero no veía más allá de eso. Solo era una coincidencia que ambos se hubieran conocido, y, aunque disfrutaba de su compañía, no se sentía preparada para pensar en él de otra manera. Era consciente de la diferencia de edad y de las responsabilidades que cargaba en su vida. Además, tenía presente que su realidad y la de Oliver eran completamente distintas.
Después de un rato, Levi y Azul comenzaron a inquietarse, así que Valery los llevó al área de juegos. Oliver los acompañó, sorprendido de lo rápido que los niños parecían adaptarse a su presencia. Levi lo tomó de la mano sin dudar cuando llegaron a los columpios, mientras Azul soltaba una risa encantadora cuando Oliver la ayudaba a balancearse suavemente.
—Mira, mamá, ¡mira qué alto! —gritaba Levi, emocionado, mientras Oliver lo empujaba en el columpio.
Valery miraba a Oliver interactuar con sus hijos y, por un momento, se sintió en paz. Había algo en él que la hacía sentir tranquila, algo que no había experimentado en mucho tiempo. Pero rápidamente apartó esos pensamientos. Era simplemente un buen chico, alguien amable que estaba pasando un rato agradable con ella y sus hijos. No había más que eso.
El tiempo se pasó volando, y pronto comenzó a oscurecer. Valery decidió que era hora de volver a casa, ya que Levi y Azul ya estaban visiblemente cansados después de tanto jugar.
—Gracias por el café y por... todo —dijo Valery, sonriendo levemente—. Los niños lo pasaron muy bien.
—Yo también la pasé genial —respondió Oliver, sincero—. Espero poder verlos de nuevo pronto.
Valery asintió, aunque sin comprometerse del todo. Se despidieron, y ella comenzó a caminar con los niños hacia el coche. Oliver los observó mientras se iban, sintiendo una mezcla de emoción y confusión. Sabía que Valery no lo veía de la misma manera que él la veía, pero estaba decidido a seguir intentando, poco a poco, sin apresurar las cosas.
Mientras caminaba de regreso a su propio auto, Oliver no podía evitar pensar en todo lo que había aprendido ese día. Estaba seguro de que quería conocer más a Valery y, si era posible, formar parte de su vida de alguna manera. Sabía que el camino no sería fácil, pero también sabía que estaba dispuesto a intentarlo, un paso a la vez.
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Getaway Car ─ Oliver Bearman
FanfictionUn choque, una llamada perdida, y un Ferrari con la carrocería abollada. Para Oliver, conocer a esa misteriosa chica fue una suerte, pero ella lo ve como un desastre caro. Cuando descubre que no tiene idea de quién es él, Oliver decide aprovechar el...