—¿Señorita Moretti? —una enfermera joven se acerca a nuestro grupo, con la preocupación en el rostro y mi corazón se salta un latido.
—¿Mi abuelo? —me levanto de la silla de golpe, tirando el respaldo hacia atrás.
—Acompáñeme, por favor, hemos tenido complicaciones —me señala hacia el pasillo y no dudo en ir con ella.
—Maica, quédate aquí, dile a Marco que voy a quirófano —cojo la mano preocupada de mi mejor amiga, y me da un abrazo antes de salir corriendo.
—Ve tranquila, yo le informo.
—Gracias —ambas nos damos un fuerte abrazo con las lágrimas detrás de los ojos y sigo a la enfermera cuando se pierde por el largo pasillo hacia urgencias.
Por un segundo dudo, pero la sigo en silencio, ella conoce el hospital mejor que yo y tal vez esto sea un atajo hacia el quirófano.
Las luces tintinean a nuestro paso, y una corriente de aire me hiela la piel hasta el hueso, haciéndome temblar cuando acelera el paso y mira hacia atrás, comprobando que sigo tras su paso.
—Vamos, date prisa —me hace señas con la mano, sujetando una puerta doble que da acceso a otra parte del hospital mientras observa todo a su alrededor, como si nos estuviéramos colando en una zona prohibida.
—¿Qué...?—no me da tiempo a terminar la frase cuando una mano con un trapo me cubre la boca con fuerza.
Intento patalear y arañar el brazo que me mantiene sujeta pero es inútil, es demasiado fuerte.
—El dinero —la voz de la enfermera me hace enfocar la vista y Enzo sale de las sombras con un sobre que posa sobre la mano de la enfermera. —Lo siento —me mira un segundo antes de salir corriendo por el mismo pasillo por el que hemos venido y mis ojos se fijan en un hombre que me mira con odio en su rostro, antes de que todo se vuelva negro a mi alrededor.
—Subidla al coche —son las últimas palabras que recuerdo antes de hundirme en un sueño profundo.
—Despierta, mi amor—unas gotas de agua me salpican el rostro pero me cuesta demasiado abrir los ojos.
Intento mover los brazos, pero algo me lo impide, algo que se aferra a mis muñecas raspando mi piel. Aturdida y desorientada me obligo a levantar los párpados, y mi ceño se entrecierra cuando reconozco la cara que se agacha delante de mí.
—Eso está mejor —me vuelve a salpicar con los dedos y aparto la cara, asqueada.
Un terror frío y húmedo me recorre el cuerpo cuando alzo la vista a mi alrededor.
—¿Te gusta la decoración? —hace alarde de un muestrario de cuchillos sobre una mesa cercana y aguanto el aire asustada.
—Enzo, ¿qué estás haciendo? —intento tirar de mis muñecas pero solo consigo hacerme más daño. —Suéltame, podemos hablar.
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Una Joven Tentación (+18)
Romance¿Que harías si te enamoras del hombre encargado de protegerte?