Capítulo 3: Elrubius, mi sueño cumplido

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Pues allí estaba, abrazando a aquella persona llamada Rubén, pero mejor conocida como Rubius. Me sentía en la gloria en sus brazos. Estaba en mi mundonfeliz cuando, por fin, decidió hablarme:

-¿Quién eres?- preguntó en un tono suave y extraño a la vez.
- Ehm...- dije apartándome delicada y lentamente de él.

Hubo unos minutos, aproximadamente dos, en los que nos estubimos mirando, como intentándonos leer la mente mutuamente. No sabía qué podría estar pensando de mi mientras me observaba, sin embargo, mi pensamiento estaba pensando: "Está igualito que hace 6 años." Decidí romper el hielo:

- Soy Andrea, y tú debes de ser Rubén.- dije besándole las mejillas en señal de saludo.
- Exacto, encantado. Y tú supongo que serás una fangirl, ¿no?- agregó con una sonrisa amistosa.
- Sí.- dije riendo.- de hecho, llevo esperando este momento 6 años.
- Joder... ¡Eso es un montón de tiempo! Desde que iba por... 6 millones de criaturitas si no me equivoco.
- Exacto, de hecho, todabía no puedo creer tenerte aquí delante.- dije llevándome la mano a la nuca en un gesto vergonzoso.
- Mírame.- dijo dando una vuelta sobre sí mismo.- ¡Aquí estoy! Y dime, qué clase de persona sería si no te invitara a tomar algo.- dijo esbozando una sonrisa pícara.
- No hace ni que lo preguntes.- respondí riendo.

Los dos nos dirigimos a uno de los miles de bares que había en aquella plaza tan conocida. Nos paramos en uno que de llamaba "Frituras Manolo", ya que a ambos nos hacía gracia el nombre. Cuando nos acomodamos en una mesa nos pusimos a charlar de algunos temas: "¿Cómo te va la vida?" "¿Cómo se siente al ser la tendencia en España?" "¿Qué quieres pedir?", por supuesto...
Cuando llevábamos un rato charlando le pedí algunos "favores":

- Una cosilla, si no te importa, ¿podrías firmarme unos...- miré mi mano al instante y...¡Seguía el número once!, aunque ya estaba borroso.- ... once autógrafos?- dije con una sonrisa vergonzosa...
- Pues sí, no hay problema. Una pregunta, ¿eres de por aquí? Lo digo porque no te he visto nunca y, aunque Madrid sea una ciudad enorme, más o menos se conoce a la gente que es de aquí de toda la vida.
- Pues es verdad, no soy de aquí, soy de Córdoba, de Andalucía, no de Argentina.- dije esbozando una sonrisa.
- Ah, ya decía yo...
Hubo un pequeño momento de silencio y, gracias a él, pude recordar que tenía su regalo en el bolso. En ese momento lo saqué y busqué el regalo con la mano ante la mirada curiosa de Rubén.
- ¿Qué buscas?- dijo mirándome curioso.
- Pues, resulta que vine con el propósito de encontrarte y, ya que lo he conseguido, no te iba a dejar con las manos vacías.- después de esa frase, mi mano dió con el objeto.
- Toma, para que te acuerdes de mí.- dije mirándole con una sonrisa.
- ¡Anda, gracias! ¿Qué es?- dijo con la mirada fija en el objeto envuelto.
- ¡Ábrelo y lo verás!- dije riendo.

Se dispuso a hacerlo. Lo abría muy delicadamente, como si le importase destrozar el envoltorio. Su expresión de niño en navidades no se porqué me hacía tanta gracia. Cuando finalmente lo abrió, lo contempló como si fuera una persona complacida con lo que tenía delante, es decir, con una expresión de alegría extrema que le recorría el rostro.

- ¡Me encata! No se cómo darte las gracias. Ya hacía mucho tiempo que ningún o ninguna fan me regalaba nada. ¡Te prometo que lo saco en un vídeo!, así que estate atenta.
- ¡Wuau, lo haré! Sabía que te gustaría.- dije sonriendo, también con alegría extrema.
- ¿Y esto?- preguntó curioso al contemplar mi carta.
- Es una nota que te escribí hace 5 años. Es un poco antigua, pero me haría ilusión que la leyeses.- le respondí.
- Lo haré.- me dijo con su linda sonrisa.
- Por cierto... Hablando de tu casa, ¿Cómo están Raspi y Sam?- pregunté.
- Pues bastante bien, aunque Raspi empieza a tener problemas por la edad...
- Supongo... Espero que dure muchísimos años.- dije mirándole con una sonrisa compadecedora.
- Yo espero lo mismo; aunque, cuando muera seguiré teniendo a Sam haciéndome compañía...- lo dije en un tono triste en su voz, creo que porque lo veía cercano.
- Pienso lo mismo.- le acompañé en su opinión.
- Mira.- dijo interrumpiendo el momento triste.- He pensado en que, como tú me has hecho un regalo, yo te podría hacer otro. Todo este tiempo que hemos pasado juntos me a parecido muy agradable, así que...- estuvo mareando la perdiz un rato, vergonzoso al parecer.
- Que no te de vergüenza preguntarme Rubius. No me va a molestar.- le dije con dulzura.
- Bueno, me preguntaba si te gustaría venir a mi casa.- dijo todabía avergonzado.
En aquel momento mi corazón estalló en flores y empezaron a caer en vertical haciéndome cosquillas en la tripa.
- ¡Pues claro! No hay nada que me pueda apetecer más en este momento.- respondí eufòrica.
- Pues nada, ¿vamos?- respondió cambiándole la cara de avergonzado a feliz en una milésima de segundo.
- ¡Vamos!- dije en el mismo tono.

Como seguía viviendo en el mismo piso que hace tres años, tuvimos que ir en su coche. En él, continuamos hablando: ¡Era como si nos conociéramos de toda la vida!
Ya le decía yo a mi padre que si algún día conocía a Rubius, congeniaríamos muy bien. Ahora podía ver y disfrutar qur no me equivocaba para nada.

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