Capítulo 4: ¿Skrillex en Madrid? Solo casualidad

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Cuando llegamos, todo me resultaba familiar, hasta ese hermoso patio de la urbanización en la que vivía me sonaba de haberlo visto en alguno de sus miles de vídeos.
Él me invitó a pasar con una sonrisa cuando abrió la puerta del bloque y repitió el gesto al abrirme la puerta de su casa. Nunca había visto su casa en vivo, aunque eso no quitó que conociera cada rincón de la misma. Todo me resultaba familiar: su sillón, su habitación, su baño... Cuando terminé de explorar con la mirada el entorno me fijé en los gatos; ambos me habían estado estudiando con la mirada desde que entré por la puerta:
- Raspi, ven chica.- le hablé descendiendo lentamente y poniendo mi mano extendida hacia su boca.
Ella, para mi sorpresa, se acercó lentamente y rozó su cabeza por mi mano. Aquello fue uno de esos recuerdos que siempre tendría en mi cabeza.
- Parece que le caes bien.- mencionó Rubén sorprendido.- No se suele comportar así con extraños...
-Me alegro, a mi tambien me ha extrañado.- dije haciéndole saber que había notado su tono.
Seguía acariciándola cuando Sam se acercó a mi. Repetí el mismo proceso para que se acercara y resultó. Estaba acariciando a ambos con ambas manos.
- Corrijo, les caes bien.- dijo Rubén.
Ambos sonreimos.
- ¿Puedo sentarme?- dije apuntando a su sofá.
- Claro, estás en tu casa.- dijo sentándose en el mismo.
Me dirigí hacia allí y me senté a su lado, los gatos me siguieron y se posaron en el hueco que había entre Rubius y yo, observándonos mientras nosotros hacíamos lo mismo entre nosotros.

- Es increíble que recuerde cada rincón de tu casa sin haber estado nunca en ella.- comenté.
- Lo sé. Algunos fans me han dicho lo mismo al llegar aquí.
- O sea que, no soy la única.
- No, hubo más que tubieron la misma suerte que tú. Aunque...- mencionó suavemente.
- ¿Qué?
- No lo sé ni yo. Tú eres diferente al resto de personas que han visitado este lugar. He de confesarte de que no te traje aquí solo por el hecho de devolverte el favor, sino porque eres una persona interesante; conoces tus límites y los de las personas, es por ello que, sin cortarme ni un poco en lo que voy a decir, se podría decir que eres una de las personas con las ideas más claras que he conocido en mucho tiempo. Ya quedan pocas personas como tú, mantenlo en ti, porque es lo aue te define.- dijo sonriendo y sin apartar sus ojos de los míos.
- No mucha gente me dice eso, gracias.- dije con una sonrisa.- Se podría decir que pienso lo mismo de ti. Tienes las ideas claras, creo que gracias a tus experiencias, que te han hecho fuerte incluso cuando no tenías ánimos para serlo. Cuando te vi hablando por teléfono solo vi a "Rubius"; pero hoy me siento orgullosa de haber conocido a "Rubén Doblas".- agregé sin perder la sonrisa.
Después de mi última frase nos quedámos mirando y, cuando al fin nos dimos cuenta, nos sonrojamos y apartamos la mirada a la vez.

- ¿Sabes qué?- dijo para romper el hielo.- Hay un concierto de Skrilex el miércoles y tengo dos entradas; una es para Mangel y otra para mi pero, si Mangel por algún casual no puede venir, ten por seguro que eres mi primera candidata para acompañarme en su ausencia.
- Joder..!- dije intentando contener mi sorpresa.- Es decir... Creo que tengo suficiente dinero para comprarme otra y acompañaros, si quereis claro.
- Sería genial pero, se agotaron las entradas hace semanas...
- Bueno pues, esperaré la respuesta de Mangel.- dije con mi mayor sonrisa.
- Perfecto, tú serás mi candidata si mi plan principal falla.- dijo con un tono gracioso.
Sin exagerar ni un poco, ya que no tengo necesidad, estube en su casa asta que se hizo de noche, aunque el tiempo se me hizo como media hora: estubimos jugando a juegos de terror en su ordenador, a Assasins Creed en su Play Station y me enseñó lo básico de la edición de sus vídeos en particular; en verdad pensaba que sería más fácil. Llegó el momento de marcharme:

- Tengo que irme Rubius.- le advertí.- Ha sido el mejor día de mi vida, eso te lo puedo asegurar.- le esbozé mi sonrisa más sincera.
- Adiós Andrea. Tenemos que quedar más veces, ¿eh?
Era la primera vez que pronunciaba mi nombre, por lo que me sonrojé.
- Sin duda. ¡Llámame!- grité, ya escaleras abajo.
- ¡Lo aré!- dijo antes de perderlo de vista.
Cuando salía de la urbanización miré hacia su ventana y, allí estaba, diciéndome adiós con su mano. Le devolví el gesto y me disponía a dirigirme de vuelta a mi hotel cuando... "Andrea, eres estúpida, ¿cómo vas a ir andando?" pensé. Decidí volver para preguntarle a Rubén si me podía llevar de vuelta o indicarme alguna estación de metro cercana, ya que era incapaz de divisar alguna. Cuando volvía a su casa vi una figura en la entrada de la urbanización; no era nítida debido a la noche pero me resultaba extrañamente familiar. Conforme más me acercaba podía reconocer cada vez mejor la misma, hasta que al fin la conseguí reconocer: ¡Era Mangel!
Lo saludé con alegría de habérmelo encontrado:

- Hola Mangel.- saludé.
- Hola, ¿te conozco?- dijo con su conocido acento.
- No, pero yo a ti sí.
- ¿Eres una fan verdad?
- De hecho, sí.
- Encantado entonces. Uhm, por cierto, ¿qué haces por aquí?
- Pues, es una larga historia...
- Cuéntamela, no creo que nos lleve demasiado tiempo.
Le expliqué lo más resumido posible los últimos acontecimientos hasta el momento actual, aunque su cara afirmaba que solo se creía la mitad de la información que soltaba por mi boca, por no decir que no creía nada de lo que le estaba contando, aunque entendía el porqué.

- ... entonces ahora necesito preguntarle cómo puedo volver a mi hotel, ya que apenas conozco Madrid y no tengo coche, más encima.- le terminé de explicar.
- Ajá, pues yo iba a verle ahora mismo. Si quieres subimos los dos y buscamos una solución.
- Gracias, así matamos dos pájaros de un tiro.-dije alegre al pensar que me entendió, al fin y al cabo.
- Pero con una única condición. Guíame hasta su puerta, así sabré que en verdad has estado en su casa, y me creeré el resto de tu historia.
- Trato hecho.
Ambos subimos, yo liderando el paso, hasta la puerta de Rubius. Cuando llegamos, lo vi salir de su casa rápidamente.

- Hola Rubius.- saludó Mangel mientras yo aprovechaba el momento para esconderme detrás de su espalda.
- ¡Oh! Hola tío, escucha, no habrás visto por casualidad a una muchacha salir de la urbanización, ¿verdad?
- Pues ahora que lo dices, sí.- respondió y yo salí de mi escondite.
¡Oh, hola! ¿Que haces aquí?- preguntó sorprendido.
- Pues me he dado cuenta de que no puedo ir a mi hotel andando desde aquí, así que me encontrado con Mangel por el camino de vuelta para pedirte ayuda.
- Pues que suerte he tenido, porque se te ha olvidado el bolso, cabezita loca.- dijo pícaro entregándome el objeto.
- ¡Vaya, gracias! Mi cabeza ha tenido tantas emociones fuertes que ya no sabe ni lo que hace.- ambos reimos ante la mirada de Mangel.
-Bueno pues, ¿te parece si te llevamos en mi coche...?- dijo intentando adivinar mi nombre.
- Andrea, sí, ¿por qué no?- dije sonriendo. Mangel me devolvió la sonrisa.
- Pues, vámonos.- dijo Rubén en tono aventurero.
Fue un trayecto agradable para los tres : estubimos hablando de cosas de la vida, de youtube, de la casa de Mangel, etc... hasta que, finalmente, llegamos a mi hotel. Todos nos bajamos y nos dirigimos hacia la imponente puerta de entrada.

- He pasado una do los mejores ratos de mi vida con vosotros chicos. Llamadme para lo que sea.- dije con una sonrisilla.
- Lo mismo digo, eres un encanto, de verdad. Ahora lo digo con sentido, encantado de conocerte.- dijo Mangel.
- Lo mismo digo, nos vemos.- me despedí sonriente.
Mangel se dirigió hacia su coche, dejándonos a Rubén y a mi solos.
- Bueno pues, te avisaré sobre las entradas mañana y hazme saber si te quieres tomar una cerbeza o un café algún día de estos.- dijo Rubén.
- Lo mismo digo, espero verte más a menudo ahora que te conozco.- dije.
- Eso espero. Por cierto... ¿ Qué día te vas?- preguntó.
- El lunes. Ya se que es poco, pero es para lo que me da mi regalo de cumpleaños.
- De acuerdo.- dijo.
- Tú también podrías venir a Córdoba alguna vez.- dije pícara.
- Si estás allí, ten por seguro que lo haré.- dijo mirándome a las ojos sonriendo.
Ambos nos sonrojamos.
- Nos vemos.- dijo sin perder la sonrisa alejándose hacia el coche.
- Adiós.- me despedí del mismo modo.
Cuando entré en mi habitación mis instintos adolescentes salieron debido a la adrenalina que recorría mis venas y me hicieron gritar y saltar en mi cama como una posesa de la alegría. Esa noche pude dormir a gusto y sin preocupaciones, ya que la persona que aparecía en mis sueños, bueno, supongo que ya sabréis quién era.

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