—Ciao Emilio — saludó la señora Davies al modista, entrando ella primero por la puerta y seguida por el señor Davies, Layla y yo.
—Ciao signora Davies — saludó el tal Emilio a la madre de Layla — come sei bella? — le preguntó directamente a Layla, supongo que le preguntaba que como estaba — Sig. Davies — dijo saludando y dirigiéndose al señor Davies.
—Andiamo al sodo, puoi fare qualcosa per renderlo presentabile — dijo la señora Davies al modista señalándome y mirándome mal.
—Mamá, como que algo para que sea presentable, en primer lugar, es presentable, no como tú y en segundo lugar no tienes derecho a insultarlo y menos en otro idioma en el que no puede saber que dices para defenderse — protestó Layla protegiéndome, como hacía siempre.
—Relájate un poco hija, ¿no? Si estamos aquí es para ayudar al pobre chico que no tiene traje para la cena de mañana — dijo su madre en tono de represalia por haberme traído sin traje.
—No madre — dejó de decirle mamá porque estaba enfadada — no es justo que lo trates así. Si estamos aquí es porque tú quieres, porque si fuera por nosotros iríamos en chándal, y una persona normal no tiene un esmoquin por si acaso en su armario que lo sepas.
—Noto molta tensione, quindi perché non prendiamo le misure e scegliamo il colore... — dijo dirigiéndose a la madre y a la hija porque estaban cara a cara discutiendo. Dice que nota mucha tensión y que mejor ir a medir y elegir el color — dijo acercándose mientras traducía lo que dijo Emilio porque entendía que no sabía qué estaba diciendo.
—Sí, creo que es buena idea — fuimos a otra sala y el tal Emilio empezó a medirme por todos sitios.
—Di che colore volevano l'abito? — me preguntó sin saber todavía que no le estaba entendiendo.
—Que ¿de qué color quieres el traje? — dijo Layla.
—Ah había pensado en granate o negro y si es negro pues la corbata granate — dije muy seguro.
—Alex, yo voy a ir de granate — dijo Layla aclarándomelo por si todavía no me había enterado.
—Eso es, para ir conjuntados — le expliqué a Layla a quien estaba flipando de que quisiera ir conjuntado con ella — ¿te parece bien?
—¿Qué si me parece bien? — preguntó retóricamente repitiendo mi pregunta al mismo tiempo que se le formaba la sonrisa más grande que había visto nunca salir de sus labios rosados —
¡Claro que me parece bien! De hecho, me parece una gran idea Alex.La manera suave, delicada y amable, pero al mismo tiempo tan brusca y grande me llenaba de felicidad, no entendía muy bien porqué se emocionaba tanto solo por querer ir a juego con ella, pero me gustaba esa sensación.
—El color granate para un traje de hombre es muy feo y gitano — dijo la madre de Layla en su tono juzgón de siempre, pero con ese acento italiano se rebajaba un poco.
—Está bien entonces negro, pero con la corbata granate — la señora Davies asintió de mala manera y se lo comunicó en italiano a Emilio mientras Layla corroboraba que se lo dijera bien.
Layla y la señora Davies salieron de la sala en la que estábamos, la cual tenía tan solo una máquina de coser encima de un escritorio lleno de papeles, una especie de altar redondo con una silla al lado y montones de tendederos, con ropa colgada, por todas partes. Emilio empezó a medirme para hacerme el traje a medida, empezó por el cuello y fue bajando hasta llegar a los tobillos. También se molestó en buscar referencias en Google para saber exactamente cómo lo quería y me enseñó una paleta de colores la cual hice que viera Layla también porque no sabía exactamente de qué color era su vestido.
Tras una larga mañana con el modista nos separamos por fin de sus padres y nos fuimos a ver la ciudad, pero no después de comer en un McDonald's cercano. Me sorprendió que ella pidiera la "McExtreme" una con carne de vaca, queso cheddar y bacón, hubiera puesto la mano en el fuego en que ella se pediría una de pollo. En su lugar fui yo la que pidió una "McPollo" porque no me
gustaban mucho las hamburguesas de carne. Pedimos también unas papas con queso cheddar y bacón las cuales compartimos entre comillas porque ella se comió más de la mitad y el resto las utilizó para mancharme la cara con el queso.Cogimos un tren, esta vez sin perdernos, y llegamos a la Galería de los Uffizi donde hicimos una visita guiada que estaba en italiano y Layla me iba traduciendo porque no entendía nada.
—Jajaja — se rio Layla a carcajada limpia — creo que deberías apuntarte a un cursillo intensivo de italiano jajaja.
—¿Para qué necesito un cursillo si tengo a la mejor traductora del mundo? — se acercó a darme un beso rápido pero emotivo en los labios.
—¿Y si nos vamos? — dijo con una sonrisa pícara y juguetona.
—Ya estabas tardando en decirlo — dije y empecé a correr hacia la salida, ella me siguió corriendo y riendo tras de mí.
Después de la carrera de mi vida nos paramos al llegar a la estación y nos sentamos en un banco cerca del tren que íbamos a coger de camino a la casa de Layla. Nos subimos al tren nada más llegar y nos sentamos juntos. Layla al poco tiempo de trayecto se quedó dormida porque estaba muy cansada ya que había dormido la noche anterior sin querer en la butaca del cine.
Se despertó justo al llegar a nuestra parada por el frenazo que pegó el tren y fuimos en un taxi hasta su casa la cual nos encontramos desértica de ruido. Cogí un par de huevos y unas cuantas papas para hacerle una tortilla española.—No sabía que sabías cocinar — dijo acercándose y olisqueando lo que estaba haciendo.
—Hay muchas cosas que no sabes guapa — dije irónicamente y se rió a carcajadas — es broma, no sé hacer mucho, pero la tortilla española me encanta con un poco de salsa rosa.
—Qué es salsa rosa? — preguntó ya que solo se decía así en España ese tipo de salsa.
—Es la mezcla de kétchup y mayonesa — quedó perpleja, pero comenzó a mezclar las salsas como le había dicho.
—Esto es muy raro eh, a los españoles les gusta marear mucho la perdiz — dijo con cara de asco mientras mezclaba sin ganas de probarlo.
—Confía en mí — metí el dedo en la salsa para probarla — mmm, está deliciosa — volví a meter el dedo dentro y está vez se lo ofrecí a ella, quién lo chupó excitantemente.
—¿ Y cómo sabes todo esto? — preguntó con cierto interés después de reírse un rato.
—Mi padre era Español, él y mi madre se conocieron porque mi madre hizo un viaje con sus amigas por Europa, me concibieron y no volví a saber nada de él. Pero mi madre siempre me ha contado cosas de España, la tortilla, las papas, esta salsa...
—Buah, no lo sabía. Debió ser muy duro para ti criarte sin padres — dijo con tono serio mezclado con un hilo de lástima.
—Sí, pero ya pero mejor no conocerlo a conocerlo y que luego me abandonase.
—Entiendo.
Terminé de cocinar la tortilla de papas y partí un par de trozos. Cenamos mientras seguíamos hablando sobre todo y nada al mismo tiempo, pero lo que más tiempo ocupó fue el tema de la fiesta de sus padres. Habíamos hablado de quedarnos solo un rato para hacer el paripé y luego largarnos. Y a la mañana siguiente visitar a su abuela.
Tras terminar de cenar subimos a la habitación con la intención de ponernos el pijama e irnos a dormir. Pero era tan jodidamente perfecta, todo de ella me llamaba, me perseguía en sueños, me gritaba que me necesitaba y yo a ella. Me estaba hablando de algo que ni siquiera podía llegar a oír por las voces de mi cabeza. Sin pensarlo mucho la agarré con una mano por la cabeza y la otra por la cintura y la besé. Fue intenso pero suave, fugaz pero duradero, delicado pero rudo. Al despegarme sentía el corazón en la garganta y apenas pude tomar un aliento porque ella me volvió a pegar rápidamente. Supongo que en un intento de que no me volviera a escapar.
—¿Está vez sí?
—Sí, ahora ya estoy listo.
Me arrastró hasta el borde donde comenzaba la cama y la empujé para que cayera. Nuestros cuerpos cada vez estaban más cerca y se tocaban más, nos quitamos la ropa el uno al otro y puntos suspensivos.
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Cuidado con lo que deseas
RomanceDafne una adolescente perdida se deja llevar por las ideas no siempre muy acertadas y a veces estúpidas de su amiga. Su amiga, en un intento de abrirle puertas en el mundo científico comete un grave error que solo podría solucionar mediante Layla, u...