19. Enfrentando Los Miedos

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—Tienes razón, Faye. Perdóname, no era una prueba, en verdad perdí los estribos, no me gusta verte con otras.

—Tú misma estás rompiendo tus reglas y dijiste que...

—Shhhhh —Puso sus dedos sobre mi boca— No lo digas, sé lo que dije y sé que soy una tonta y una insegura, te prometo que no volverá a pasar.

—¿En qué minuto te volviste así, Yoko? De las cosas que me gustan de ti es tu seguridad y tu firmeza, ¿Qué te está pasando?

—Te amo demasiado, eso es lo que me está pasando. Tú te volviste una psicópata y yo una insegura —respondió pasando sus manos por la solapa de mi saco.

—En serio eres increíble, Yoko —exclamé sonriéndole y moviendo la cabeza— No sé que voy a hacer contigo —agregué tomándola del mentón para levantarle la cara.

—La culpa de todo la tienen las hormonas —argumentó haciendo un puchero.

—Supongo que tendré que acostumbrarme a lidiar con eso.

—Algunas veces... ¿Me perdonas?

—¿Cómo no perdonarte si pones esa carita? —aseguré acariciándole la nariz— Pero en verdad no merezco que me hagas estas cosas, Yoko. No es justo que dudes de mí después de todo lo que he hecho para que estemos juntas.

—Lo sé, mejor ya vámonos para que me sigas contando.

—¿Segura? Apenas hemos estado un par de horas.

—Sí, no es necesario que estemos más tiempo y lo que ahora me importa más es estar a solas contigo.

—De acuerdo, vámonos.

No hablamos mucho en el camino, creo que cada una iba analizando lo que había sucedido. Me dolía que Yoko se pusiera en ese plan, pero también debía entenderla, supongo que no es fácil estar tanto tiempo con la misma persona y un día darte cuenta que ambos tenían a alguien más, algo que quizá jamás habían contemplado y si a eso le aunamos que yo no había sido una santa antes de conocerla, hasta cierto punto era normal su actitud. Aunque, eso de ponerme pruebas si era una exageración, claro que aún no terminaba de contarle mi versión de los hechos, tal vez cuando lo hiciera se le quitaran los temores y las inseguridades.

Llegamos a su departamento y nos sentamos en el sillón, Yoko fue por unas sodas a la cocina y después regresó a mi lado y le conté otro poco de mi historia.

—¿De verdad nunca consideraste dedicarte a la actuación? —preguntó levantando una ceja.

—No, siempre me gustaron los negocios.

—Es una lástima. En serio que eres una gran actriz, jamás me imaginé que te hubieras puesto celosa el día del partido.

—Bueno, no los sentí tan intensos como en las ocasiones posteriores.

—Y yo pensando mal de Lux y ni al caso.

—En ese aspecto jamás te he mentido, desde un principio te dije que sólo era mi amiga.

—Lo sé, pero ¿Cómo no querías que pensara mal si se llevaban de esa manera? Sobre todo el día que llegamos a Las Vegas.

—Eso te lo contaré mañana. Ahora debo irme porque ya tengo sueño, el champagne ya me está haciendo efecto.

—Quédate, te prometo que no más pruebas. Además, aunque quisiéramos hoy no podemos, estoy en mi período.

—Está bien, corazón. Me quedo.

Nos preparamos para dormir y de nuevo nos acostamos abrazadas. A la mañana siguiente desperté y Yoko no estaba a mi lado, me levanté al baño y al salir ya me estaba esperando con el desayuno.

Libre hasta que apareciste en vida | FayeYokoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora