5. Refugio

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5.

Sero y Shoto cruzaron el umbral de la puerta de la casa, donde Jiro y Kirishima estaban relajados en el sofá, charlando animadamente hasta que la atención de ambos se desvió hacia la inusual pareja. Sin soltar la mano de Shoto, Sero apenas les dedicó una mirada rápida, pero suficiente para hacerles una advertencia indirecta.

—Estaremos en mi habitación— dijo, arrastrando a Shoto escaleras arriba, con una intensidad que hacía evidente su necesidad de privacidad. Kirishima les dedicó una sonrisa cómplice y, casi riendo, les deseó buena suerte.

Mientras subían al segundo piso, el ambiente parecía tensarse en cada paso. El pasillo estaba iluminado solo por la luz suave de la tarde que se filtraba por las ventanas y resaltaba la pared decorada con posters de bandas y viejas fotografías.

Una vez llegaron a la puerta de la habitación de Sero, este la abrió de un tirón, invitando a Shoto a entrar primero. La habitación de Sero era una mezcla de su personalidad: posters de rock y skaters adornaban las paredes, una guitarra eléctrica descansaba en un rincón y una pila de cómics y libros estaba desordenadamente apilada en el escritorio. La cama, con sábanas oscuras, ocupaba el centro de la habitación, y un par de anillos y pulseras descansaban en la mesa de noche.

En cuanto Shoto cerró la puerta detrás de ellos, Sero lo tomó sin previo aviso, estampándolo contra la madera con una pasión contenida. Sus labios se encontraron con una urgencia que casi desbordaba, chocando con fuerza antes de suavizarse en un beso profundo. Sero deslizó una mano a lo largo de la mandíbula de Shoto, acariciando con el pulgar su mejilla, mientras sus labios se movían en un compás sincronizado, explorando, probando. La otra mano de Sero se deslizó por la cintura de Shoto, acercándolo más, hasta sentir sus cuerpos alinearse y fusionarse en la calidez del beso.

Los labios del mayor se movieron con firmeza, probando y entrelazándose, como si intentara decirle todo lo que no había podido decir en palabras. La respiración de ambos se entremezclaba en un ritmo apresurado, y sus cuerpos parecían responder a una necesidad que ninguno de los dos estaba dispuesto a contener ya más.

—Eres hermoso...— susurró Sero con suavidad contra los labios de Shoto, deteniéndose solo un segundo para observar su expresión.

Shoto, sin embargo, bajó la mirada y negó con la cabeza, intentando ocultar la incomodidad que lo invadía— No lo soy— respondió en voz baja— No con esta cicatriz... No puedo ser atractivo.

Sero soltó una risa suave y le dio un ligero toque en la frente, entre divertido y desafiante— No seas idiota— dijo tomándolo de la muñeca con delicadeza, pero sin darle oportunidad de resistirse.

Lo llevó hasta su escritorio, donde había un espejo, y con una firmeza que solo Sero podría lograr sin perder la ternura, empujó al menor por la espalda contra el borde del escritorio. Shoto sintió la madera fría bajo sus manos y, al alzar la vista, se encontró frente a frente con su propio reflejo.

Sero se colocó detrás de él y sus ojos se clavaron en los de Shoto a través del espejo— Mírate— le susurró, con una intensidad que hizo que el pulso del menor se acelerara— Mira lo increíble que eres— Y, sin apartar la vista del reflejo, Sero comenzó a besar lentamente su cuello, sus labios trazando un camino suave y ardiente desde el lóbulo de su oreja hasta el centro de su garganta.

Shoto intentó cerrar los ojos, sintiendo cómo el calor lo recorría, pero Sero lo mordió suavemente en el cuello, lo justo para hacer que abriera los ojos de nuevo— No— murmuró el mayor— No cierres los ojos. Quiero que veas lo que yo veo.

Obediente y con un ligero sonrojo, Shoto alzó la mirada, observándose en el espejo. Vio su rostro levemente sonrojado, sus labios entreabiertos, su piel con un leve brillo debido al calor de la situación. En lugar de la cicatriz o los moretones, solo vio la intensidad en su propia expresión, la forma en que su reflejo irradiaba una mezcla de vulnerabilidad y confianza bajo la mirada de Sero. No se sintió descontento con lo que vio. Por primera vez, la imagen que le devolvía el espejo no era algo que quisiera apartar.

Unbroken/ SeroRokiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora