Draco miraba a Harry.
No, realmente lo hacía.
Casi obsesivamente, en todo momento, el gryffindor robaba su mirada. No podía apartar la vista de aquel chico.
No era un secreto que desde primer grado ambos no se llevaban bien. A menudo, Draco solía hacer comentarios sobre los beneficios que tenía Harry debido a su padre y el prestigió de este. Lo que enfurecía al león y contraatacaba con el trágico final de Lucius Malfoy.
Aunque a Draco realmente no podría importarle menos su padre muerto, no dejaría que un idiota hiciera burla de ello, el apellido Malfoy aún era unos de los sagrados veintiocho. Y merecía respeto como tal.
Además también era un Black.
¿Tal vez eso era la causa de su locura?
Draco jamás se llamaría cuerdo a si mismo, porque no lo era, jamás lo fue. No se debía a su infancia, su madre a pesar de su condena domiciliaria, siempre procuro mantenerlo feliz y darle lo que necesitase. Ella lo amo y le crío como un sangre pura debía ser.
Pero eso no evito que su mente retorcida pensara en sangre.
Empezó cuando escuchaba los susurros de la gente, hablando sobre su padre y el destino de su madre, él quería que ellos estuvieran muertos, que esas personas que se habían atrevido a insultar su apellido sufrieran por ello.
Imagino más de una vez sus cuerpos sin vida.
Y eso le traía cierta satisfacción.
Podía soñar con sus gritos pidiendo ayuda, con su sangre corriendo por el piso, con sus ojos perdiendo la luz.
Apenas tenía doce años cuando entendió que había algo realmente malo con su mente.
Pero no podía hacer nada para evitarlo, no era algo que se curará, porque la locura Black era hereditaria, su propia tía era un gran ejemplo de ello. Bellatrix siempre había tenido ese instinto asesino, incluso antes de unirse a Voldemort, según le había contado su madre.
Así que realmente no podían culparlo, ¿Verdad?
Estaba en su sangre, en su ADN. Él era por nacimiento alguien destinado a amar la sangre, disfrutar los gritos y súplicas. Tratar de desviarse de aquel camino, sólo retrasaría lo que siempre fue, lo que estaba destinado a ser.
Así que aceptó su destino y comenzó a querer más, a desear más.
Su primera víctima fue un viejo muggle, un tipejo que se había cruzado con él en un momento donde Draco solo deseaba estar solo, pensando en todas las atrocidades que podía imaginar su mente.
No fue algo de lo que realmente quedará orgulloso o satisfecho.
La piedra que uso para desfigurar y asesinar al viejo lastimó sus propias manos y mancho de sangre muggle su ropa. Ni siquiera pensó en deshacerse del cuerpo, abandonándolo en medio de la calle, dejado para que los animales se lo comieran.
Pero esa noche descubrió la adrenalina y su deseo de sangre.
El segundo había sido igual de desastroso que el primero.
Pero el tercero fue premeditado y escuchar al muggle pedirle piedad fue música para sus oídos.
La sangre esparcida era una obra majestuosa ante sus ojos, el rojo iluminaba aquel cuerpo sin vida de una manera inexplicable, pero increíble.
Y sin embargo, no fue suficiente.
Jamás lo era.
A pesar de los asesinatos muggles que había cometido, ninguno realmente lograba saciar sus deseos, sus fantasías. Era como si fueran tan inútiles, tan débiles.
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SCREAM: La Obsesión Del Ghostface. [DRARRY]
FanfictionHogwarts, escuela de magia y hechicería, la más segura del mundo. No, definitivamente no lo era. Cuando los asesinatos empiezan, los corredores se llenan de sangre y las noches de gritos, cuerpos son encontrados y es hora de correr por tu vida. Un...