Capítulo 7.

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Lexa metió la cabeza bajo el chorro de agua caliente y trató de liberar su mente de todos los pensamientos deprimentes que la habían estado atormentando en los últimos días. ¿Cómo se había metido en un lío tan grande? Pero, sobre todo, ¿Cómo iba a salir de él? Por el momento, debía mantenerse lo más lejos posible de Satán... algo un poco complicado, ya que trabajaban codo a codo, pero bastaba con no quedarse demasiado tiempo a solas en la misma habitación... ¡otra cosa casi imposible! 

¡Maldita sea!

¿Por qué no se quedó callada cuando ese idiota amante comenzó a decir todas esas tonterías en la sala de reuniones?

Cerró el agua, renunciando a su momento de relajación que se desvaneció en pocos segundos; salió de la ducha y se envolvió en la bata. ¿Qué podría hacer ese sábado para tratar de no pensar en la catástrofe en que se había convertido su vida? Fue a la cocina para comer algo dulce; al final optó por el helado, que guardó casi de inmediato: hacía demasiado frío. Estaba buscando algo en los armarios cuando escuchó sonar el timbre. Bufó pensando en fingir que no estaba, pero al final fue a contestar.

—Diga...

—Soy Clarke.

Lexa abrió los ojos de par en par, quedándose inmóvil como una estatua de sal.

—¿Lexa, estás ahí? —dijo nuevamente la voz de su jefa.

—S-sí. ¿Qué hace aquí?

—Vaya, qué cálida bienvenida. ¿Puedo subir?

—Oh... ehm... —miró la bata que llevaba puesta.

—Claro —le abrió la puerta del edificio, y luego corrió a su habitación para vestirse rápidamente.

Cuando escuchó tocar la puerta del apartamento, estaba buscando una camisa para ponerse sobre los pantalones de chándal: ¿por qué cuando tienes que hacer las cosas rápido, nunca encuentras nada adecuado?

—¡Ya voy! —gritó, corriendo hacia la sala mientras se ponía la camiseta.

Lexa pasó ambas manos por su cabello aún húmedo, respiró hondo y abrió la puerta, encontrándose frente a su jefa, vestida de manera informal y de una belleza deslumbrante.

—Hola —la saludó Clarke, mirándola con esos ojos azules de infarto.

—Buenos días —murmuró Lexa, sin moverse un solo milímetro.

—¿Puedo entrar? —preguntó la otra.

—Oh... claro... claro —se recuperó, haciéndose a un lado.

Clarke entró y Lexa cerró la puerta. La mujer miró a su alrededor.

—Bonito. En casi seis años nunca me has invitado a tu casa —observó, mirándola a los ojos.

—Usted tampoco me ha invitado a su casa —replicó Lexa, cruzando los brazos sobre su pecho.

—No habría sido apropiado.

—Lo mismo digo

Los ojos de Clarke se entrecerraron en dos rendijas.

—Creo que te has puesto la camiseta al revés.

—¿Cómo? —preguntó un poco frunciendo el ceño.

Clarke se acercó y agarró la etiqueta que sobresalía en la parte delantera del cuello, tirándola un poco.

—Oh... voy a arreglarla.

—Puedes hacerlo aquí, no me escandaliza la desnudez —esbozó una sonrisa burlona.

Her the devil (Clexa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora