—No estés triste, alégrate por mi.
Le digo a Kenay mi mejor amigo, quien me mira con el ceño fruncido y la mirada un poco triste.
—Es que, enserio tenías que elegir ese club este año? Por qué no me dijiste?
Suspiro y lo miro con paciencia.
— Solamente quería explotar más mi lado artístico, además, nos seguiremos viendo en las otras clases.
— Sí, pero no estaremos juntos todo el día.
Dice con un tono dramático de tristeza y sonrío levemente.
— Apuesto a que no me extrañarás tanto.
— Apuesto a que sí.
— No lo creo.
—¡Que sí!.
Dijo rodeando sus ojos.
— Está bien, supongamos que te creo.
— Cómo que supongamos? ¿En serio no me crees? Incluso de pensarlo ya extraño molestarte.
— Basta, estás siendo muy dramático, solo estaremos separados la mitad del día.
Digo riendo.
— La mitad del día, todos los días de lunes a viernes.
— No es tanto.
— Parece que tú no me quieres tanto, se nota que no me extrañarás.
— ¡Ayy! ¡Kenay!.
¿Ese bobo cree que no lo quiero? Obviamente a mí también me duele no pasar todo el día a su lado, simplemente es que decidí unirme al club de arte para mejorar mis dibujos, y si yo le demuestro que también me afecta nos pondríamos a llorar como bebés y es casi seguro que se pasaría a mi club, aunque no le guste, o yo al suyo.
— ¿Qué? Es que parece que no te afecta en nada esta decisión.
Dice en un tono tristón.
— Si, te voy a extrañar, pero literalmente nos vemos incluso los fines de semana.
— No es tiempo suficiente, cuando estemos viejitos no podré visitar a mi pulgui todos los días.
— O podré estar muerta.
Digo en broma mientras paso la mano por mi cuello simulando cortarlo y sacando la lengua.
— Ya empiezas con tus cosas, nunca te tomas nada en serio.
— Ya, lo siento, perdón, sorryyyyy.
Digo mientras le hago ojitos.
Él sonríe.— si si ya, suficientes disculpas.
Suena la alarma y debemos de irnos a nuestros nuevos clubes.
— Chao Pulgui, no me cambies por alguien más.
— Lo mismo te digo a ti.
(*)
Las clases terminaron, son las 4 y 52 de la tarde, estoy en el parqueo del instituto para irme con mis padres a casa, pero el tonto de Kenay nada que llega y han pasado 22 minutos desde que salimos, y eso que él fué el que se auto invitó a venir a mi casa hoy.
— ¿Y Kenay? No va a venir?.
Pregunta mi madre que está sentada en el asiento de copiloto.
— No sé, voy a llamarlo.
Estoy por sacar mi celular cuando mi papá habla.
— No creo que sea necesario.
Dice señalando al chico alto de pelo negro que viene corriendo.
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Lo que callan los amigos
RomanceNayana y Kenay se conocen desde pequeños, en un instituto de clase alta donde las circunstancias los unieron. El padre de Nayana es profesor y su madre, directora, lo que hace que ella asista a esa institución. Por otro lado, Kenay proviene de una f...