capitulo 7

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Luego de clases, regreso a casa, bajo mi maleta y todo se siente... raro, como si algo estuviera fuera de lugar.

Al principio, creí que era cuestión de acostumbrarme otra vez a la soledad, a tener mis cosas ordenadas sin que nadie las toque, a estar en silencio.

Pero no, es algo más profundo, algo que no me deja tranquila.

Intento distraerme haciendo lo que me gusta, abro la libreta de bocetos y comienzo a dibujar, pero sin darme cuenta termino trazando su perfil.

Esa expresión concentrada que pone cuando se esfuerza por algo... casi siento que podría verlo en el papel, eso me molesta, así que cierro el cuaderno de golpe y lo tiro a un lado.

Me recuesto en la cama, mirando el techo, pensando en la última vez que hablamos.

Él con Cristal...

La idea me da un vuelco en el estómago.

— ¿Qué te importa? —  me digo en voz alta, tratando de convencerme, pero ni yo me lo creo.

Miro la hora y faltan 20 minutos para la 6, tengo mis clases de natación a las 6:30 pm.

Las noches de natación siempre me calman, aunque sea de noche, sé que no voy a sentir frío en el agua, y eso me relaja un poco, la piscina es climatizada.

Me pongo el traje de baño debajo de la ropa, cojo mi toalla favorita y la meto en la mochila junto con el gorro y las gafas, cuando estoy lista, mi papá toca la puerta.

— ¿Todo listo, Naya? — pregunta, y su tono siempre me hace sonreír un poco.

— Sí, ya voy, papá —Salgo de mi habitación y lo sigo hacia el auto.

Nos ponemos en marcha, y siento cómo el silencio cae de golpe entre nosotros, algo que normalmente no me molesta, pero hoy se siente... incómodo.

Papá me echa una mirada rápida mientras conduce.

— Te noto un poco callada, ¿pasa algo?

— No, no pasa nada — La respuesta me sale tan rápido que me sorprende, pero sé que él no se la va a creer así de fácil.

— ¿Segura? — insiste — Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad?

Asiento, mirando por la ventana, observando las luces de la calle que pasan.

— Sí, papá, es solo que tengo un par de cosas en la cabeza, cosas de... amigos.

Él asiente, con esa mirada comprensiva que me hace sentir un poco tonta por no abrirme más, pero a la vez agradecida de que no me presione.

— Bueno, ya sabes que siempre estoy aquí, a veces, las cosas de amigos son más importantes de lo que uno piensa.

— Lo sé — susurro.

En el fondo, me pregunto si él sabe un poco más de lo que parece.

Llegamos a la piscina, y al entrar siento el calorcito que llena el ambiente y la calma que tanto necesito.

Me despido de mi papá con un abrazo rápido.

— Gracias por traerme papá, nos vemos en un rato — Él sonríe.

— Diviértete, Naya —  Me da una palmada en el hombro, y yo me dirijo hacia mis clases, tratando de dejar fuera todo lo que me sigue dando vueltas en la cabeza.

Apenas mis pies tocan el agua tibia, siento una pequeña chispa de alivio, La piscina está tranquila, y el calor suave que sube del agua me rodea como un abrazo.

Lo que callan los amigos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora