Han pasado 4 días desde la cirugía de Kenay, y estoy en su casa, mis papás me han dado permiso de quedarme aquí mientras se recupera para ayudarlo en lo que pueda.
El ayudarlo en tantas cosas que muchas de ellas son simples, pero como su mano dominante es la afectada, ha echo que nos unamos aún más, hemos tenido largas y extensas conversaciones hasta la madrugada, ya que no podemos hacer mucho, aunque su brazo sea su mayor problema, el cuerpo aún le duele un poco.
Esto nos a unido más como amistad.
Al inicio mis padres sugirieron que Kenay fuera a casa, pero él insistió en quedarse en la suya, aunque los fines de semana los dos iremos a mi casa.
Luego de llegar del instituto subo a su habitación.
Kenay estaba yendo a clases pero solo medio día, así que el ya estaba aquí, dijo que volvería a clases normales muy pronto, esperemos sea verdad y no se acostumbre a estar en casa sin hacer nada.
Me siento al borde de la cama de Kenay, observándolo con atención mientras lucha con su cuaderno, su brazo roto parece ser un obstáculo en cada movimiento, y aunque lo intenta disimular, la frustración es evidente en su rostro.
— ¿Quieres que te ayude con eso? —le pregunto, señalando el cuaderno que parece haberse convertido en su nuevo enemigo.
Él asiente con una ligera mueca, como si no quisiera admitir que realmente necesita ayuda, pero la verdad es que no puede evitarlo.
Me estiro a tomar el cuaderno, y al hacerlo, mis dedos rozan los suyos, él no me mira, pero siento cómo su cuerpo se tensa, como si mi contacto hubiera causado una chispa invisible entre nosotros.
Lo dejo en la mesa de noche y trato de acomodarlo mejor para que pueda escribir más cómodamente, mi mano roza la de él de nuevo, y noto cómo su respiración se detiene por un momento.
Intento no hacer mucho ruido, pero la tensión se siente tan densa entre nosotros que me pregunto si él también la está percibiendo.
— ¿Así está bien? —le pregunto con la voz más tranquila que puedo reunir, aunque por dentro hay un pequeño caos.
Él finalmente me mira, pero no de la manera en que lo hace siempre, es un vistazo fugaz, como si no quisiera verme mucho tiempo.
— Sí, gracias… —responde en voz baja, y noto algo en su tono, hay algo diferente, un roce de incomodidad en sus palabras, algo que no solía estar allí.
El ambiente entre nosotros se siente raro, una especie de distancia que no estaba antes.
Tal vez es la situación, tal vez es su brazo roto, tal vez es todo lo que ha cambiado últimamente, pero hay algo en él, algo en la forma en que se mueve y en cómo evita mirarme directamente, que me hace cuestionarme si todo está bien.
Yo misma sé lo que es tener que depender de los demás para todo.
Cuando me fracturé ambos brazos, Kenay estuvo ahí todo el tiempo, fue el que me ayudó a escribir en clase, el que me llevó los libros, el que me hizo reír para que no pensara tanto en lo mal que me sentía, estaba a mi lado en cada paso, y me sentía... bien, nunca me sentí tan cuidada por alguien.
Será que su comportamiento se debe a que quizá, no estoy siendo lo suficientemente cuidadosa?
Debería de ser más atenta?
Ignoro mis pensamientos y trato de actuar normal.
— No es fácil depender de otros, ¿verdad? —le digo, rompiendo el silencio que se ha formado entre nosotros.
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Lo que callan los amigos
RomanceNayana y Kenay se conocen desde pequeños, en un instituto de clase alta donde las circunstancias los unieron. El padre de Nayana es profesor y su madre, directora, lo que hace que ella asista a esa institución. Por otro lado, Kenay proviene de una f...